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Bajo un cielo extraño

Por: Adnan Al-Sayegh
Traductor: Abdulhadi Sadoun

Una nube de pegamento

Yo proclamo: mañana
Estiraré el espacioso día,
Sombreado por nubes en vez de aviones,
Buscaré en medio de las bombas y el lodo
Aquello que queda de mi vida y de mis amigos.
Llenaré mis pulmones con callejas y jazmines
Y retornaré a casa sin manifiestos.
Tallando mis sueños en forma de cadáveres y ultrajes.

Oh tú, primera ansiedad
Oh tú, patria última
Todo lo que tenemos
Es un país como nuestros sueños
Y un deseo aniquilante.

Y yo, en medio de la desnudez de las bombas, ¿a quién habré de tornar?
Alzando mi vasija hacia el cielo,
Yo divido- entre los agujeros de los lugares-mi rostro
Y este espacio asesinado.
Arrinconado, como un ave mojada,

Las últimas balas cruzan sobre mi cuerpo,
Y bordan sus días como brotes de destrucción
Con la aguja de la esperanza, remendaré
La camisa de mi juventud, rasgada en el corazón
Sólo para ser desgarrada de nuevo por disparos

Mañana-cuando la guerra cese a la fuerza-
¿Quién recogerá los fragmentos?
¿Quién resarcirá a la viuda de la guerra su floreciente lozanía?
Cautelosamente, yo me evado, tras la oscura cubierta de la nostalgia
Hacia las ramas del país, desgarradas en un momento
O disecadas en un instante.
Y comparo las ramas de la primavera
A las ramas de la bomba.
Y digo, buenos días, mi país
Que nos enseñaste a dispersarnos
Por entre las sillas de antiguas cafeterías y confesiones
Electrificadas,
En medio de casas bajas
Y mujeres sin fe.
La nación nos empaquetará en espacios
Sujetos con el pegamento del miedo...
Escudriñaremos el horizonte:
Negro...
Verdeando con esperanza de hierba,
Cosechado de aviones.
O azul
Que se enrojecerá con nuestra sangre
Sólo para ser confiscado por vallas
O una lenta ceniza,
Que, como nuestras memorias,
Se establecerá poco a poco en nuestra alma

 

Najaf, 4 / 21 / 1987

 

El canto de Uruk

No somos más que las piedras de los molinos
Dad la vuelta a nuestra tierra, piedra por piedra,
Encontraréis nuestra sangre llenándola.
¡Ay! De una nación que no vive sin guerra.
Colgué el abrigo de mi vida
Y fui a la guerra encogido como un huérfano sobre una camella,
¡Ah! ¡Qué será de una patria carcomida su espalda por las termitas!
Una patria hecha de pieles desgarradas y pegadas una encima de otra
Para resonar los tambores en la plaza de la guerra.

Y a Dios escribo diez cartas de papel de lágrimas
Las envío por correo certificado,
Pero él no contesta a su siervo.
¡Oh, Dios! Pues, ¿a quién enviamos los dolores que sufrimos?
Y te fuiste solo a tu exilio
Cantando, frustrado al viento como una extraña flauta,
Adiós patria mía a la que no veré.

 

 

Agamennon

Del polvo de la batalla,
vuelve
con el corazón herido
y dos brazos de tambores y oro.
Soñando con los dulces labios de Clytemnestra
que entonces, se derretían
noche tras otra,
en los labios de su amante Aiguitus.

Cuando abrió la puerta
vio en sus viscosos labios
miles de cadáveres que abandonó atrás
en el campo de la batalla,
y se acordó que había olvidado
dejar su cadáver allí.

 

Fin

Abro la nevera de mi tristeza
saco una botella de vino
y la bebo toda,
brindo por mis amigos
exiliados, a través de túneles,
sin patria,
tabaco,
ni pasaportes.

Brindo por ellos
copa tras copa
o cadáver tras otro
y cuando me caigo de la embriaguez
                          en la acera,
me llevarán en sus tumbas
hasta la casa.


Adnan Al-Sayegh Bufa, Irak, 1955. Poeta, narrador y periodista. Libros de poemas: Ella me espera bajo la estatua de la libertad, 1984; Canciones sobre el puente de Kufa, 1986; Los pájaros no aman las balas, 1986; Cielo en un casco, 1988; Espejos para su largo cabello, 1992; Bajo un cielo extraño, 1994; Formaciones, 1996; El himno de Uruk, 1996; Un grito tan grande como un país natal, 1998; y Abrazar mi exilio, 2001. En 1997 recibió el galardón International Poetry Award en Rotterdam.

Última actualización: 05/04/2020