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Danos amor

Por: Fadwa Tuqan

Cómo nace la canción

Cogemos las canciones
de tu cansado y derretido corazón,
y bajo el denso mar de las tinieblas,
con amorosa luz,
holocaustos e inciensos, las amasamos.
Insuflamos en ellas la fuerza del pedernal y de la roca,
y luego las tornamos a tu límpido y puro corazón,
¡oh, pueblo combatiente y paciente!

 

Mi ciudad esta triste

El día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.

* * *

Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!

 

* * *

¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!

 

A G.H. en nuestra cita

Extraño amigo mío...
Si pudiera llegarte como ayer.
Si asesinas serpientes
no hubieran alborotado todos los caminos,
cavando tumbas para mis gentes y mi pueblo,
sembrando muerte y fuego.
Si no hubiera regado la derrota la tierra de mi patria
con piedras vergonzosas, injuriantes.
Si este corazón que tú conoces
fuera el mismo que ayer,
y no sangrase por la puñalada.

Si hoy, amigo mío, como ayer,
pudiera envanecerme de mi gente,
de mi casa y mi fuerza,
ya mismo me tendrías a tu lado.
Amarrando a las playas de tu amor el barco de mi vida.
Y seríamos igual que dos pichones.

 

El diluvio y el árbol

El día en que el diabólico ciclón se propagó tiránico.
El día en que costas salvajes arrojaron
el oscuro diluvio
contra la tierra buena y verde,
gritaron (y a través de los aires, sus "albricias"
resonaron por todas las agencias):
Ha caído el árbol.
El poderoso tronco está aplastado.
Ya, ni un asomo de vida para el árbol
dejó la tempestad.

 

* * *

El árbol ha caído...
¡Perdón, rojos arroyos!
¡Perdón, raíces regadas
con el vino que sangran los cadáveres!
¡Perdón, raíces árabes,
hundidas como rocas en la entraña,
y que cada vez más os entrañáis!

 

* * *

El árbol se alzará.
El árbol se alzará, y sus ramas,
al sol, irán creciendo;
en risas verdeciendo, y en hojas,
cara al sol.
Y el pájaro vendrá,
no tiene más remedio que venir.
El pájaro vendrá.
El pájaro vendrá.


Fadwa Tuqan Nació el 1 de marzo de 1917 en Nablus, murió el 12 de diciembre de 2003. Su poesía aparece como espléndido desvelamiento de una sensibilidad femenina tradicional: lírica e intimista, apasionada y contenida, frágil, transparente y dramática, su lírica adquirió un tono nacionalista después de la guerra de 1967, que dejó a Nablus bajo el dominio israelí. Publicado varios libros de poemas, entre otros: Sola con los días, 1952; La encontré, 1957; Danos amor, 1960; Ante la puerta cerrada, 1967; El comando y la tierra, 1968; La noche y los jinetes, 1969; Sola en la cumbre de este mundo, 1974; y una apasionada biografía de su hermano, Mi hermano Ibrahim (1946).

Última actualización: 05/04/2020