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Frank Chipasula (Malawi)

Frank Chipasula en el 18° Festival internacional de Poesía de Medellín
Memoria Fotográfica del Festival de Poesía de Medellín

Por: Frank Chipasula
Traductor: Omar Pérez

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.

MANIFIESTO SOBRE EL ARS POÉTICA

Mi poesía me exige una confesión
No apartaré mi canción de la verdad.
La voz que desnudaron las abejas;
No he de impedir que la voz desnudada por las abejas
Penetre en el calabacín de mi lira de arco.
No lavaré la sangre de la imagen;
La dejaré fluir desde el gaznate
Que la daga del asesino abrió y atravesar
El verso continuo hasta que brame en los verbos del terror;
Y destilaré la vida en los horribles adjetivos.
No limpiaré el poema para impresionar al tirano;
No curvaré mis versos en el arco de una alabanza.
Pondré los símbolos del crimen en las altas instancias
Al centro de mis crudas líneas de acusaciones.
Desnudaré nuestra tierra y expondré sus heridas.
Perforaré el silencio a su alrededor con agudas metáforas,
Y apuntaré la luz de mis poemas hacia los oscuros
Rincones donde nuestra gente es convertida en pulpa.
No recubriré mis palabras con terrones de azúcar
Mas las serviré a nuestro pueblo con la quinina amarga.
No apartaré la verdad de la guitarra de mi corazón;
Ensartaré la voz desde los labios rotos
A través de mis verbos volátiles que incineran mentiras.
Sólo pediré que el poema vigile de cerca a la palabra;
Sólo pediré que la imagen sea lámpara en el oscuro
Techo en el oscuro cielo de mi tierra e ilumine la suciedad.
Hoy, mi poesía ha exigido de mí una confesión.

UN POEMA DE AMOR PARA MI PAÍS

Para James

No tengo otra cosa que darte que mi rabia
Y los filamentos de mi odio atraviesan la frontera.
Tú, tú has vendido a muchos y a mí al exilio.
Ahora trasquilado de mentes preciosas, sólo cuentas con
Lo que las manos pueden hacer para construir tu ruinosa imagen. Tus calles están paridas de hombres esposados
Y los tambores resuenan con las botas claveteadas de los guardias.
Te retuerces de agonía mientras los terribles gemelos, ley y orden,
Dictan la melodía por los densos túneles del alambre de púas. Aquí, semana tras semana, los muros se disuelven y son tenues
La niebla se aclara y te vemos desnudo como
Un cuerpo que se empeña en encontrarse y no puede
Y nuestros corazones retumban con latidos de deseo o de miedo
Y nuestros sueños son capítulos quemados de tu historia. Mi país, recuerda que no pestañeé ni me dormí
Mi país, nunca dejé que tu vida rodara cuesta abajo
Ni te miré pasivo, como a un auto manejado a lo loco,
Correr hacia el desastre, mientras el conductor lo abandonaba. Los días han perdido su canción y su sal.
Nos sentimos hastiados sin nuestra risa y nuestra voz libres.
Cada día pensando lo mismo y descartando nuestras esperanzas.
Tus días son un metálico escándalo de grilletes
En los brazos de los hombres mientras son llevados a la ruina.

AHORCAMIENTO

Prisión Central de Zomba

Su cuerpo pendular era campana
de su propia muerte
se rehusaba sin embargo obstinado
a morir, colgando desesperadamente
de la última hebra
de su vida condenada.
Esa mañana, ¡oh!
su cuerpo cantó hasta que no pudo
soportar su propia canción;
zumbó cual guitarra
y ellos no pudieron evitar escuchar, atónitos.
Cada parte de su cuerpo
abrió la boca y cantó
canciones de muerte, órficas canciones del corazón,
estridentes y dulces canciones
acorraladas de libertad, o tristes y solemnes
como el himno nacional.

Las cuerdas del corazón levantaron su arpa
en un flujo de insistente ritmo
y una lenta danza de tambor:
Toda su sangre se levantó y cantó,
torciéndose hacia la garganta.
Todas las silenciosas bocas alzaron sus voces
y gritaron su coro.
Nadie pudo amordazar, o impedir que los muros
de la prisión cantaran;
Nadie pudo embozar, o recubrir el campaneo

AHORCAMIENTO

Los ecos de la montaña de Zomba.
Y los susurrantes pinos de Queen´s Point,
testigos del sórdido acto,
levantaron su helado lamento.

Su corazón era un cubo de dorada luz,
un nido de incienso donde las aves tejedoras
habían hecho permanente su bienvenida,
tejiendo una pared de finas lágrimas de seda
que cantaron con los labios de la tierra rota,
de las olas rodantes, el viento resistente y duradero.

De cada poro de su cuerpo un río de canción
o un lamento saltó y se desbordó.
Sus pies se abrieron como pétalos oscuros y gorjearon;
sus dedos florecieron y rasgaron las cuerdas de su corazón.
La canción se entrelazó con el macaco y lo trabó
el nudo corredizo, entumecido, no se cerraba.

Siendo político, no se le concedía
la milagrosa fortuna de los criminales.
Así que llamaron al doctor de la prisión
para que le administrase el golpe final.

Apuñaleó el pecho con una gruesa
jeringuilla e inoculó el veneno
en el corazón con orgásmico abandono.

El corazón dio un salto súbito, excitado,
se perdió sólo un latido engañoso,

AHORCAMIENTO

y prosiguió su habitual viaje.
Lentamente se volvió de un profundo verde esmeralda
y cubrió todo el país entero.
Cual si fuera piedra él no moría.
Convocaron a un despiadado prisionero perpetuo,
colocaron en sus manos un pico
y le ordenaron localizar el corazón de la víctima.
Atravesó el pecho por completo
dejando un vasto hueco. No un asesinato,
técnicamente, apenas una rutinaria ejecución.
¡Entonces una cascada de sangre! No hubo nadie
a quien la sangre no tocara y bautizara.
Pilatos buscó en vano agua
para limpiar sus manos del negocio.

La canción brotó en un chorro continuo.
El cuerpo dio su última campanada
y entonces momentáneamente se congeló, luego en un fútil
gesto de cruzar el oscuro río ante sí,
estiró las piernas y pateó
y trató de rasgar la oscuridad que lo cubrió.

Entonces… ah, ahora sí.
El momento final de la partida, el fin, la última
brizna de aliento escapando de su boca abierta,
otra vez con la canción alzándose cual si fuera humo.

AHORCAMIENTO

Él quiso un balanceo último, la expresión
final de su libertad, detenida y preservada
antes de que los sacos de arena arrastraran su cuerpo comprimido
hasta el oscuro hueco, en el total olvido.

EL RÍO ESTÁ TRISTE

Para Adrian Mitchell

Han tratado de alimentarlo a la fuerza y han fracasado;
El río se ha negado resueltamente a comer hoy.
Está tristón, asqueado, vomitando sangre de amarrados
Sacos de henequén que no puede digerir, llenos de carne
Que revuelve el estómago pues los cocodrilos
Están tan llenos y gordos que la dejan podrirse
En una tierra donde el hambre alzó una choza de piedras
Hace más de treinta años, donde la sed enciende un hambre
Que un lago del tamaño de nuestra ira no podría apagar.
Si los cocodrilos y peces no se deleitan con cerebros aplastados,
El río se niega a hacer de basurero.

No soy hiena ni pez gato dispuesto a engullir
Tan sangrientos insultos o siquiera la mierda que echan en mi boca,
Protesta el río mientras golpea con su cuerpo las rocas
Y estrella incluso su cabeza contra arenas cobrizas
En un pequeño y claro cuenco donde retozan las percas.
¡Yo no lamo heridas como un perro sarnoso!
Ustedes hieren mi cuerpo con tanto sufrimiento.

He visto maravillas, ¡compatriotas míos!
Vayan a escuchar los suaves sollozos del río
Que esposas y madres acongojadas recogen con sus fuentes de barro
Vayan a escuchar los fúnebres lamentos subir como burbujas.

 

UNA CANCIÓN EN PRIMAVERA    

 

para Masauko

 

Mi hijo danza en el círculo
de su propia luz:
Mira sus pies florecer
mientras danza una canción distante.

Mi hijo danza, camina sobre el sol:
¡Ha atrapado el sol en la palma de su mano!
Frota el sol con sus dedos
Sus dedos florecen, sus dedos son

El sol que capturó, son la flor
Que él hace ondular cuando danza en el círculo

De su propia luz
De su propio sol

LA BORRASCA 

 

para James

 

La lluvia lavó el abrigo del viento,
Desempolvó la nariz de la montaña,
Le lamió la sangre de su pico,
Y  enjuagó los aceites de pescado por el camino.

Aquí el camino que nos dejara atrás
Se detuvo y aguardó por nosotros, nos preguntó
Dónde habíamos estado
Mientras desollaban la tierra. 

Entonces el camino, desafiando la lluvia,
Se escurrió entre montañas,
Dejándonos asombrados y entretenidos imaginando
Hacia dónde el delgado camino nos conducía.

Y nos preguntamos dónde había estado la lluvia,
Esta lluvia que dejó gotas de sueño
En nuestras palmas para seminar la tierra de nuestros corazones.

Bajo los aleros del cielo posamos
Nuestras mentes abiertas y las llenamos
Con la pureza que caía del cielo.

 


FRANK CHIPASULA nació en Malawi el 16 de octubre de 1949. Graduado, con mérito, de la Universidad de Zambia, tiene una licenciatura en Escritura Creativa de la Brown University, una licenciatura en Estudios Afroamericanos de la Universidad de Yale y en Literatura Inglesa de la Brown University. En la obra de Chipasula se destacan Visiones y reflexiones, 1972, un libro innovador en lengua inglesa dentro de la poesía de Malawi, que fue seguido por O Tierra, espérame, 1984; Centinela, canción nocturna, 1986 y Susurros en las alas: Poemas nuevos y selectos, 1991. En la actualidad trabaja en el libro La Rosa Ardiente: Nuevos y (Re) selectos poemas. Ha editado también las pioneras, antologías de poesía africana: Cuando mis hermanos vengan a casa, Poemas del Centro y Sur de África, 1985; El libro Heinemann de Poesía de la mujer africana, 1995 y Doblando el arco: Una antología de poesía romántica africana, 2008. Su narrativa incluye las novelas A la Sombra de esa piedra y En una estación oscura. Sus poemas han aparecido en numerosas revistas literarias así como periódicos y antologías en tres continentes, en ingles, francés, español y chino. “Frank Chipasula llega a nosotros con un lenguaje rico y un corazón henchido y compasivo. Pocas veces he encontrado tanto dolor expresado en poesía como en sus reportes de las monstruosas atrocidades estatales en África del sur, descritas en Susurros en las alas. Su visión está llena de justa cólera y su poder es abrumador en poemas tales como Ahorcamiento y Un grano de sal” (Adrian Mitchell). “Chipasula expresa en su poesía, provocadora al pensamiento y bellamente escrita, un profundo dolor por las condiciones que le condujeron al exilio.”

Última actualización: 11/02/2021