Miguel Ildefonso (Perú)
Por: Miguel Ildefonso
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.
JOSÉ MARÍA
José María venía en bus por la Oroya a Lima
en sus audífonos escuchaba a Lou Reed
afuera los cerros mojados la lluvia entrándole por el hueco de la bala
esa mezcla de Perfect Day con la caída de la lluvia puso nostalgia
a la visión cristalina de la ventana
recordó entonces cuando chiquillo dormía sobre los pellejos
aprendió el quechua canciones más tristes todavía que las de Lou
los cerros con sus minas ya no eran morada de mitos
cerros como tumbas de Huarochirí y humo que salía de las chimeneas
un tren fantasma entró a un viejo túnel
la lluvia sepia como las cuerdas de un arpa le cosquilleaba el hueco de la bala
entonces se preguntó si en cincuenta años todavía existiría este país
esta idea lo avergonzó puso otra canción algo de Pastorita
y casi el empezar a dar vueltas en torno a ello quedó dormido
la carretera daba curvas lo acurrucaba
oye niño - le dijeron, regresa a casa
pero su madre murió niño - esta no es tu lengua - pero él cantaba en el bus:
aún no veo el cerro de mi pueblo
soy un forastero
soy un alma que vaga junto a un río
tengo un revólver al cinto
mi corazón, una tinya, un charango y una quena
ay mi corazón se lo llevó el río
y aun no veo el cerro de mi pueblo
José María cantaba en quechua con su guitarra de palo pero adentro
en las entrañas de su voz los danzantes ya contaban sus pasos
la muerte - es una herida que se lleva desde el nacimiento
la muerte - es un alma que acompaña: una nostalgia, un país
el niño que cantaba en el río llamaba a su madre para que lo salve
ese niño tenía miedo que se lleven su corazón
que en cincuenta años nadie cante sus canciones en quechua
porque el país tenía montañas y cargamentos que llegaban a los puertos
lo saqueaban todo se lo llevaban todo
ese paisaje de perros famélicos que anunciaba la entrada a la ciudad
iba mezclando la muy dulce melodía de su voz con el fuerte sonido de una bala
sus amigos lo querían pero el resto no entendía el quechua
ni quería entenderlo, cosas de serranos - decían ellos
ellos que hoy publican sus libros lo estudian lo celebran
José María, el día que pusiste la pistola en ti
alguien tocaba su violín en las alturas de Andahuaylas
ellos esperaban que lo hicieras para hacer de ti una leyenda:
la gran leyenda cultural del país. ellos que escupían en tus cantos
con una mano cogiste el arma: yo nacía cuando te despedías
tres días antes cantaste en una reunión con amigos
alguien grabó tu voz y aquella grabación fue una burla a la muerte
que siempre te asechó fue tu victoria
sobre una prole de intelectuales
un día antes fuiste a la parada a comprar discos de huaynos
nos emborrachamos escuchando a Jilguero
nos vemos mañana, tú naces yo muero, cantabas
habrías tenido un flash back tu infancia entre los indios
una clase en la universidad o algo como una retama
que al comienzo te hiciera dudar
pero que luego más bien te impulsara con una fuerza irrefrenable
José María, una mujer canta en la esquina de mi calle
viene de ayacucho ¿estaré yo en su canto?
¿estarán mis poemas en la palma de esa mano de barro?
José María, tú cantabas en quechua un rock en el fondo de mi tumba
yo escribo esto para cantar en ti
LOS PUENTES
Me gusta cruzar los puentes
Sus extremos aferrados a una superestructura principal
eternos sus basamentos-
Pero no es la longitud del puente ni el ancho
Lo que hace su verdadero tránsito numerario
Mirar hacia abajo es más profundo
Que encontrar la visión del último punto en el cielo y ya no caes-
Porque las cosas se han hecho para que sean así
Y para que tú identifiques sus remaches su corazón
Sus intersecciones de unión y de equilibrio
Tampoco el paisaje en el ornamento es lo que nos atrae
Hacia tales proezas como la de desafiar la gravedad
O penetrar en el secreto bosque de su infraestructura de fierro y cemento-
Me gusta cruzar -por ejemplo-la Vía Expresa
Reírme de la muerte orinando sobre el asfalto voltear
A uno y otro lado del puente (puente que ya no veo)
y siempre encontrar lo mismo
Una Llave (Novela Resumida)
En una llave hay muchas casas
pero en esta ninguna
te pregunto cómo estás
y no estás
hay recibos que pagar
viajes que cancelar
pero no hay ventana
no hay cama
¿cuántos años que no nos veíamos?
entro a la sala
voy a la cocina
hoy tenemos invitados
dejamos todo listo
la mesa
la música
pero nadie viene
debiste sacar copias de la llave
me dices
mientras yo busco la puerta
al oír un auto que se estaciona
no sé cuántos años han pasado
te digo
creo que ninguno
solo he visto a nuestros amigos
siempre fuera de casa
ellos preguntaban por mí
nunca por ti
solo yo preguntaba por ti
en la habitación
en la biblioteca
¿si hacemos el amor?
te pregunto
pero estás solo Miguel
me respondes
voy al banco
saco todo
subo al avión
apunta el número de vuelo
la aerolínea
la hora de llegada
nos abrazaremos
llorarás porque me voy otra vez
nos conoceremos
perderé la llave de la casa
perderé a nuestros amigos
haremos el amor
antes de reencontrarnos
y te dejaré esta nota
debajo de la puerta
De Los Poemas Oscuros de Amor
Má
Mamá llevaba siete corazones
y un sol cuando la conocí.
Esto sucedió por el año 1970, tres años más quizás.
Mamá tenía brazos blandos, suaves y fuertes.
En su fortaleza, poco a poco, fuí escudriñando.
Mamá enseñaba.
Ella me enseñó a oír el silencio de las estrellas.
Un día ella me golpeó en la cara, junto a la nariz.
Obviamente, yo Yoré.
Pero aprendí que la vida es un largo camino
hacia la contemplación.
Mamá me hablaba de un pueblo pasado.
Las historias las iba tejiendo como un manto
que nos iba cubriendo en los inviernos.
El tiempo pasado no tenía un monumento
en la plaza del pueblo.
Pero los niños hacían figuras
con el barro arcilloso del río.
Mamá nos hizo de ese barro, y nos dejó volar
hacia el pasado muchas veces.
¿Qué diría ella, ahora
que me encuentro lejos de todo
y he perdido las alas?
Mamá me llevaba a la feria.
Yo Yoraba de todo.
Por eso ella me llevaba a jugar con los niños
que no lloraban.
Una tarde me perdí entre los cajones de frutas.
Pasé la barrera de los pájaros.
Yo escuchaba un tema de los Beatles.
Me perdí entre los mendigos.
Cuando estaba a punto de salirme de mi cuerpo
oí la voz de mamá.
Me sujetó de una mano. Y camino a casa,
yo comprendí que bajo la luz del mundo
no había nada que temer.
Vamos al sol, decía.
O si no, de noche, vamos a tomar aire.
El tiempo pasado ya estaba escrito en las estrellas.
Y la casa crecía mientras subíamos a la azotea.
Pasaron años.
Muchas explosiones veíamos desde la azotea.
Madre, déjame ver las explosiones, le decía.
Si vas, hijo, se apagará la luz en un segundo.
Madre, si no voy la luz me enceguecerá.
Pero si vas, tal vez ya no querrás volver.
Mamá lloró en sus siete corazones.
Por cada corazón un Ave María.
El tiempo pasado se apoderó del presente.
Los niños que no lloraban ya no jugaban en la feria.
Tiempo después ya no hubo feria tampoco.
Mamá trataba de hallarme desde la azotea.
Con tanto ruido yo no podía oír su voz.
Perdí la luz.
Perdí el camino.
Por eso ahora escribo este poema.
De Las Ciudades Fantasmas
MIGUEL ILDEFONSO nació en Lima, 1970. Estudió Literatura en la Universidad Católica del Perú e hizo una Maestría en Creative Writing en la Universidad de El Paso, Texas. Libros de poesía: Vestigios, 1999; Canciones de un bar en la frontera, 2001; Las ciudades fantasmas, 2002; m.d.i.h., 2004; Heautontimoroumenos, 2005; Los Desmoronamientos Sinfónicos, 2006. Libros de narrativa: El Príncipe, 2004; El Paso, 2005 y Hotel Lima, 2006. Sus textos han sido publicados en revistas del país y del extranjero como Hueso Húmero, Ajos & Zafiros, Pterodáctilo y Lucero. Colaboró en diversas revistas como: Imaginario del Arte, Sieteculebras, Flecha en el Azul y Distancia Crítica. Dirigió la revista virtual El Malhechor Exhausto. Codirigió la revista de Literatura Pelícano. En su ensayo Las ciudades fantasmas, nos dice Javier Agreda: “…En la obra de Miguel Ildefonso se pueden encontrar básicamente dos temas: la descripción de la vida urbana moderna y la reflexión sobre el propio trabajo poético... Las ciudades fantasmas es un conjunto de textos en el que un hablante, el yo poético, ante la violencia de la vida urbana y “este vivir prisionero del cuerpo” decide refugiarse en la poesía. Ildefonso trata de buscar el punto medio entre opuestos tales como lo narrativo y lo lírico, lo autobiográfico y lo libresco, lo descriptivo y lo reflexivo, el coloquialismo y las citas literarias...”.