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Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua)

Fotografía tomada de La Zebra

Por: Francisco Ruiz Udiel

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.

 

CADA CUATRO AÑOS NACE
UNA POETA SUICIDA

 

A Sexton, Plath y Pizarnik
Nacidas en 1928, 1932 y 1936

Cada cuatro años la muerte
abre la llave del gas de una cocina,
se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.

Otras veces enciende el motor de un automóvil
dentro del garaje
y canta Chair in the Sky,
un poco de jazz no despertará
a las muñecas recién maquilladas, piensa.

Cada cuatro años la muerte toma
anfetaminas para adelgazar,
pero se le pasa un poco la mano
y ya no despierta.

No se pone triste, ni alegre, ni neurótica, no.
Pero cada cuatro años
la muerte amanece lúgubre
y observa la tarde roja
desde una ventana.
Alguien trata de invocarme, dice,
y cierra amargamente los ojos.

A mí me da pesar, no sé,
A mí me da pesar, no sé,
es como si ella quisiera decirnos
o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
Yo la conozco muy poco,
pero me consta aborrece su funéreo oficio.
Últimamente la han visto respirar cierto
aire suicida.

Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra.

Por eso cada cuatro años algunas niñas
ya vienen muertas.

 

DEJA LA PUERTA ABIERTA

A Claribel Alegría
su Majestad

Deja la puerta abierta.
Que tus palabras entren
como un arco tejido por cipreses,
un poco más livianos
que la ineludible vida.
Lejos está el puerto
donde los barcos de ébano
reposan con tristeza.
Poco me importa llegar a ellos,
pues largo es el abrazo con la noche
y corta la esperanza con la tierra.
Donde quiera que vaya
el mar me arroja a cualquier parte,
otro amanecer donde la imaginación
ya no puede convertir el lodo
en vasijas para almacenar recuerdos.
Me canso, de despertar,
la luz me hiere cuando ver no quiero,
el viaje a Ítaca nada me ofrece.
Si hubiera al menos un poco de vino
para embriagar los días que nos quedan
          embriagar los días que nos quedan
                    que nos quedan.

 

ALGUIEN ABRE LOS OJOS POR PRIMERA VEZ


              A Tamara Baltodano 

La primera vez que Andrés abrió los ojos
el olvido empuñaba seis líneas en la mano
las enrollaba
y se las daba en la boca
como si fuesen pequeñas bolitas de carne.

 

ALGUIEN MUERDE EN MI VOZ


Cuando la vi abandonada
en las cañerías, mirando de un lado a otro
con demencia de búhos,
con tetillas escurridizas de traiciones
y con piernas enterradas en el fango,
supe entonces que buscaba
ensayar su hambre en mí,
alimentarse de cualquier
trozo viviente que no estuviera
infestado de rabia.

Puso en los míos sus ojos,
intentó ladrar,
no pudo,
entonces mi boca se quedó asestada,
ahogando el denso aire que respiran los ciegos
en el vacío.

 

GESTO DESVANECIDO EN LA ESQUINA DE UNA ESTACIÓN


Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.

Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber qué les espera.

El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.

 

ALGUIEN QUIERE DENUNCIAR

 

              A Imelia

La infancia de Andrés
huele a dolor en mal estado.
Crece y es memoria sepia
como cuerpo quemado
dice y cuenta cómo lo encerraron en un baño
veinte y cuatro horas desnudo
de la vez que lo arrodillaron otra vez desnudo
naked, no nude
otra vez desnudo
de la vez que le pusieron
las manos a dos centímetros del fuego
con el pretexto de hurgar verdades.

Esta vez no fue desnudo
vestía de odio con lengua
despellejada en rabia.

 

ALGUIEN ENTRA EN LA MUERTE CON LOS OJOS ABIERTOS


Déjenme limpiar esta herida,
apesta mi cuerpo,
déjenme secar con mi vieja camisa de fuerza
las dúctiles paredes donde se rompen mis sueños.

Por favor, cuando yo parta,
no me cierren los ojos,
no me maquillen el rostro como a un cadáver
que aparenta estar vivo,
no me disfracen con saco y corbata
pues la muerte no compra etiquetas,
no me vistan de honor, no lo necesito,
no me pongan mordazas en la boca
ni algodones en la nariz;
no me dejen sin sentidos.

Por favor, les ruego,
no me dejen ir con este peso
que me obliga a mirar hacia abajo.

 

QUIERO MORIR EN UN POEMA


Quiero morir en un poema
y nunca levantarme,
dejarme caer en el cetro olvidado
del flanco de un pájaro
ser removido por el viento.
Nadie sabrá que he muerto,
me asfixiaré mil veces en el pulmón
que agoniza en tu pecho,
un cuerpo ahogado
cuando pases,
sin que lo sepas.

 

DONDE VIVO SOY UN EXTRANJERO


            A Óscar Núñez Argumedo

Donde vivo soy un extranjero
con el hábito de saludar
a las prostitutas en los pasillos,
de escuchar sus viejas historias
cuando me dicen estar casadas
con uno de los huéspedes
¡Como si yo no fuese un huésped!

Donde vivo se tiene la fama
de hacinar drogadictos funcionales,
homosexuales, madres solteras,
mujeres sonámbulas que caminan
desnudas por las escaleras,
hombres que salen a quitarse
la culpa con las primeras
manifestaciones del invierno,
porque el agua fría de la lluvia
produce calambres y punzadas
en la angustia donde está la frágil carne.

Donde vivo también existen
vírgenes de dudosa reputación,
lesbianas y hasta borrachos
de baja categoría que evaden
siempre la cordura, porque el acto
de saberse leves en el fondo
de una botella les resuelve más que el sudor,
las lágrimas y la orina que aún
no llenan el hueco de ningún corazón vacío.

Donde vivo he notado que
cada habitación bien podría
ser un centro de masajes
para el desamparo de todos los hombres.

Tanto se dice de este lugar
que a veces es mejor
aprobar las verdades,
por mi parte, yo prefiero ocuparme
de la chica del cuarto piso
que se intenta suicidar
frente a mi puerta,
de las botellas rotas en la madrugada
a manos de terroristas
que vigilan el negocio
de las operadoras sexuales
o bien, forzar el sueño ante el ruido
de los cuartos, principalmente
por los gemidos de la muchacha que llega
a tocar la puerta del vecino
a las cuatro de la madrugada,
pues la cocaína no le deja cerrar los ojos
y se levantó por un vaso de agua
y el grifo de la cocina se descompuso
y entonces mi vecino, altruista, le atiende su sed.

Donde vivo soy un extranjero
porque nadie sabe que existo
y uno de estos días puedo amanecer
desplomado en el baño,
muerto de saberme indigno
en este miserable cuerpo encerrado.

Donde vivo, el sol se rehúsa a entrar
por la ventanas y los amantes
dejan a sus mujeres en pleno abandono
con el vientre en proceso de extensión,
los huéspedes bajan de sus madrigueras
a una hora específica para sentarse
en las gradas principales
y así escuchar historias de amor
a través de una guitarra parapléjica
que todavía suena con tres cuerdas.

Donde vivo tengo la manía
de levantarme por la noche
cuando todo está en calma
para ver a los perros echados
a orilla de las puertas,
para ver cómo se retuercen
frente a otro animal que muere.
Hasta dan ganas de pedirles nos regalen
las caricias que han recibido de sus dueños.

Donde vivo soy extranjero
con la manía de vendarme los ojos
y sentirme un pronombre indefinido
en un lugar donde a diario me alimento
con pequeñas víctimas de sueños.

Donde vivo soy un extranjero
pero soy también un emigrante
que sale bajo esta piel
no para buscar poblaciones
sino para encontrar momentos poblados
frente a una noche cualquiera.


FRANCISCO RUIZ UDIEL nació en Estelí, Nicaragua en 1977- murió en Managua, en 2010. Fue poeta, editor, periodistaEn el año 2005 obtuvo el Primer Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven, con su obra Alguien me ve llorar en un sueño. En el 2005 publicó también Retrato de poeta con joven errante, muestra de poesía escrita por jóvenes de la generación del 2000-2005 o generación del desasosiego, como la llama Gioconda Belli en el prólogo de la muestra. Fundador del Encuentro Nacional del Día Mundial de la Poesía en Nicaragua. Fue miembro fundador del Festival Internacional de Poesía en Granada, Nicaragua. En junio del 2005 fue invitado por Casa de América de Madrid, España, a participar en el V Festival "La poesía tiene la palabra". En el año 2006 publicó una memoria poética que lleva por título Poetas, pequeños Dioses, bajo el sello editorial "Leteo Ediciones". Actualmente colabora como reportero del El Nuevo Diario y además, es redactor de “CARATULA”, revista cultural centroamericana dirigida por Sergio Ramírez. A los poemas de Alguien me ve llorar en un sueño, Claribel Alegría los calificó de “provocativos, transparentes y profundos, que nos hablan de la soledad, los sueños, la violencia, la muerte”. Poemas en los que una se topa con la influencia de Cesare Pavese, por la recurrencia anec-dótica para transmitir el dolor en carne viva del protagonista, Andrés, siempre agonizante en sus propios versos, antagónico a la realidad y refugiado en imágenes oníricas, que bien pudieran ser las piezas sueltas de una pesadilla con fuerte carga emocional o trozos de alguna imagen de Salvador Dalí. Nos encontramos ante una poesía con rasgos pavesianos, pero también surrealistas o como dijera Jorge Boccanera una poesía “a caballo entre una oralidad expansiva que roza el relato con abundantes nexos de enlace y descripciones, y el desparpajo de un lirismo que arroja allí y acá visiones inusitadas…”.

Última actualización: 19/11/2021