Antonio Trujillo (Venezuela)
Por: Antonio Trujillo
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 84-85. Julio de 2008.
Gulima *
Aquí el agua
es más alta
casi conversa
en el cielo
también es un río sagrado
hacia la casa del hombre
aquí la niebla
es una hoguera blanca
que no incendia los árboles
es una tribu antigua
que regresa a la tierra
* Nombre indígena de San Antonio de los Altos
Un pájaro antes de morir
insiste a pico y sonido
cruzar no la fronda
sino el árbol que lo sostiene
esta obsesión
lo vuela a otra verdad
y su nervio
ya no mira los campos
ni espera el oro
de aquellos árboles
un pájaro antes de morir
vuela por dentro
hasta la rama
de su propio destello
a Armando Hernández
Mientras el mar golpea
y devora la isla
he vuelto
a soñar la casa
muy cerca
alguien riega las matas
y brillan como
si hubiera llovido
insiste el sueño y el mar
sobre la ciudad que nombro
de nada el vino servido
la luz de algún mes
y sus duraznos negros
sólo en sueños
esquivamos la muerte
Señor
no alumbres
sobre mi mesa
palabra mal habida
si nunca fue dolida
en alma misma
no permitas
lo infame
sobre el deseo
de tu misterio
borra la sombra
y dame la rama
que guarda el cedro
amargo del universo
el ave hundida
en tu sagrado ramaje.
*
Si la niebla
se mudara a esta hoja
a vivir
con yerbas y árboles
incluyendo a los que
no le sabemos el nombre
ni el uso
y soplara
viento de aquellas palabras
nacidas
mientras cruzamos el valle
si una rama
una brizna
algo de lo inmenso
si lo invisible
hiciera el bien
sobre estos riscos blancos
En las aguas del sueño
viajan los muertos
son ellos sus ropas
limpias intacta la carne
y los botones de nácar
aún sostienen el ser
puedo ver el río
donde viajan
ninguno nada
todos flotan
de espaldas
a la tierra
amable es el agua
y la zarza
que los protege
Una mesa
de trabajo
siempre es
algo ruda
le esperan
demasiados golpes
vive arisca
y suele hablar
mal del gobierno
del rey
y los suyos
sobre esta mesa
se inclina el hombre
nunca el alma
De cedro
es Dios
cuando impide
y ofrece
la palabra
de su reino
cuando
tu hoja en blanco
no tiene oficio
y te obliga
descalzo
a mirar
tanta niebla
En la imprenta
un árbol
ese instinto
de Dios
vacía
su savia
más palabra
era antes
¿Quién oye a un ser
como si fuera otro bosque
y tala una palabra y otra
hasta ver el desierto?
¿Dónde se aprende
a vaciar un espíritu
a colmarse
en los despojos
como si Dios no existiera?
Vuelve el nudo
ese quinto mandamiento
y el taller
muestra lo herido
son años con esta astilla
dentro de una república
no puede
salir de ella
y corta
esos muertos
los paga alguien
una guerra
nunca muere
a Juan Sánchez Peláez
Corté la rama
sesgada hacia la tierra
eso impide lo fatal
protege el tejido
y las hojas
regresan de la muerte
para lo nuevo
la luna hace lo suyo
y Dios
guarda el misterio
A Patricia Guzmán
Somos de otro tiempo
del reino del lino blanco
cuando Dios
era más alto que estos bucares
y el Nazareno
en la semana Mayor
trabajaba con nosotros
en el corte de la yerba
moviendo el estiércol
guardando los animales
y ajuntando la leña
el Jueves y el Viernes Santo
imposible mover una espiga
el sábado era
cantar el aleluya
y en la luz de las ramas
se vencía a la muerte
sin dejar de pensar
que alguien no pueda morir
bañando unos caballos
o mirando unas aves
cualquier cosa ocurre
en la muerte de abajo
hablamos de la otra muerte
la que nunca llega
(Este poema continúa en la página siguiente)
pues para ella
no tenemos cuerpo
somos de la niebla
y Dios lo sabe
de allí
que nuestras vidas
sean tan relucientes
Al mirlo
de esta hondonada
le tumbaron su país
un pomarroso
en la espuma
ahora
habla solo
unos árboles
después
baja a los valles
y el nombre de un río
es su frontera
Lava tus palabras
habla con ellas
déjalas
en el aire
y olvida el brillo
de andar en su luz
son cuerpo
del misterio
huyen y presienten
cuando el hombre
desea su lugar
lava tus palabras
siempre el agua
es más profunda
que nosotros
Antonio Trujillo nació en San Antonio de los Altos, Venezuela, en 1954. Artesano y poeta, Cronista Oficial del Municipio Los Salias, San Antonio de los Altos, estado Miranda, Director-fundador de la revista literaria Trapos y Helechos. Ha publicado los poemarios De cuando vivían los pájaros, 1984; De cuando vivían los pájaros y otros poemas, 1990, Premio Municipal de Poesía del Municipio Guaicaipuro estado Miranda, Vientre de árboles, 1996; Taller de cedro, 1998; Alto de las yeguas, 2002, Premio Municipal de Literatura en el Municipio Libertador de Caracas 2003; Blanco de orilla, 2003; Unos árboles después, 2005, Premio Ramón Palomares del Ateneo de Escuque, 2005; Parte del aire Antología Poética, 2008; Ballestía, 2009. También es autor del Cuaderno de Historia Regional “Gulima, San Antonio de los Altos”, 1992, y de Testimonios de la niebla, voces de los altos mirandinos, 2001. Pocos como él han sabido ver y escuchar al ser de la niebla en el árbol y en el pájaro, en la llama del árnica y en el agua. Entendió que el alma es blanca y es nómada, que tras su paso por nuestra mirada, oculta y devuelve la apariencia habitual de lo visible -o lo que así nos engaña- en nuestra breve tardanza terrestre. Para lograrlo, el poeta elige un decir callado y exacto, preciso en su elocuente brevedad, a modo de murmullo y casi inadvertido entre pausas y silencios, a la espera de hablarle a un dios antiguo, panteísta, a ras de la espiga y en lo alto del trino. En su comportamiento contemplativo cuida de no interferir en esa labor de la niebla cada vez que transcurre y espiritualiza el ventalle, su flor y su silbo, la vida toda. En voz baja nombra lo que ve y escucha convertido en memoria, en devenir, y transcribe lo que de humano acaece en el aire abrumado, como si la tachadura blanca que anula las formas confirmara que hay un trasmundo que nos espera, otro lugar, otro verdor, otro canto.