Walther Espinal (Colombia)
Por: Walther Espinal
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 86-87. Julio de 2010.
De niño las pilatunas tenían lugar en el cementerio contiguo
había que tocar la última tumba de la galería
con la muerte trepada en el árbol
dadivosa con las travesuras.
Pero vas creciendo y la muerte baja del árbol y se acerca
observa en tu pupila el número.
Después el turno fue para los muchachos
que entraban al cementerio a esconderse temiendo por sus vidas
precipitando el lecho para su cadáver.
El jardín que finge ser el cementerio para los parientes
que nos dejan solos y se dice que perduran
en el recuerdo brumoso.
Aprisa por la orilla de la vida desfilamos al interior de la noche
la muerte con el lápiz retiñendo la lista.
De niño por las lápidas de la galería San Pablo corría
inquieto por el eco
eso mismo que los muertos dejan en mi puerta
en mi ventana donde apenas los entreveo atento.
Dios oculto
el dios
que en los sueños desnuda los temores
con el martillo del absurdo da en el clavo
él que se tiende como un tapete
y pende como la seda
y en el árbol de mi corazón anida
sentado en las gradas con el frío silbando
observo cómo la colegiala acaba su helado
por las puertas de este amor nadie entra
excepto el dios de los días grises y celebrados
el aliento sibarita para mi cansancio
como tabla de naufragio ante su hechizo
me apoyo.
Vagina
La habitación más oscura
encubierta por una cerradura.
Basta una llave de luz
y todo el ámbito
prodiga
la tibieza
la fricción acuosa.
Insondable
el anillo de agua
ejerce presión
y restablece unidad.
El desconocido y su morada
alfombra de bienestar
espacio de abandono.
El Salado, Envigado
Por el camino empedrado de la montaña
la cabeza puede romperse como un vaso
y los ojos simular atardeceres.
A oscuras en la quebrada llega
el rumor de la naturaleza.
Caminantes que portan mariposas azules en los brazos.
Sinuosas luciérnagas que vuelan en diagonales.
En el espíritu del árbol
los gallinazos abren las alas cuando nadie los mira.
Veo goterones tatuando la piedra astillada
el agua cristalina tiñéndose cuando anega en la ciudad
el tiempo que muerde los barrios y devora el cemento
el borde del libro deshecho por el hongo.
Me sabes a trocha alicorada con amigos a bordo
a vela encendida para menguar el aguacero.
La balada del motel
Cogidos de la mano entramos
como a una tarde de domingo.
Y pronto las ropas cuelgan
del perchero
que no espabila
con las acrobacias sexuales.
Aquí la vela
del amor
riega esperma
y luego se apaga.
El deseo
como un león
sigue los pasos
ríe
me considera su hermano.
Pago entonces la balada del motel
para el amanecer o el rato.
Y yazgo
miro al techo
huele a flores
y de costado
por el espejo
contemplo su espalda.
Ars mantis 2
La hechicera entre su mano agita
mi suerte y apela
al dios de bastos y la copa.
Filósofo onanista
sin aleph
la escucho
como si fuera Dafnis con arrugas.
Y vaticina
que la poesía profundiza
en el dolor
que Rimbaud era un mago
y el verbo esta piedra.
Que la magia augura
el bien
para mi herbario.
El barrio dice que la hechicera anida
en el árbol maltrecho
del parque infantil.
No la he visto volar
pero su escoba mantiene
limpias a sus hijas.
Alquila el infierno
a préstamo, en comodato.
La Asomadera
El cerro La Asomadera
rodeado por calles empinadas
tiene en su pico
un rectángulo azul
una piscina
donde las risas saltan.
Y allí
entre los eucaliptos
la ciudad
se ve como un telón
la pelota huye
por la pendiente.
A este cerro
la familia sube
y chispea sus fogones.
Y los niños
con brazadas
atraviesan
el cielo.
El primer mes
Este enero
de 31 colmillos
en él
ya la fiesta corre lejos
la hojarasca se lo lleva todo.
Y queda
un vacío nuevo para tañer.
Nos vemos como desposeídos
en domingo
al fondo de una tarde refulgente.
Hoy que la vida
como un cedazo
no deja pasar cosas nuestras
y retiene pedazos de memoria.
Este enero
en que mi amigo Juan
desde Taganga
trenza los vientos alisios.
Mes para un trago en Riosucio
tras el sileno danzarín.
Y en el lunes afeitado
como escondrijo a la mano
la música ebria.
El pirata
El asiento es para dos
en esta lluvia vespertina
con la ventana astillada en el borde.
El viento dilata
en el vidrio
los reflejos bajo el agua.
Y como un pirata
sin mar nave oro
por mi ciudad trasiego.
El oído despierto dictando doliendo.
Y el bus como una lancha
por donde veo cómo todo pasa.
Pirata a blanco y negro
fotógrafo para las despedidas
de amor en sepia.
Las sirenas vuelven en travestis
y por calles jabonosas
zumban
los pegasos hidráulicos.
La mesa vacía
4 sillas silentes
y la cabeza como un sainete
de colores.
*
Noches que en el barrio huele a muerto
acaso porque queman ataúdes en el cementerio contiguo
o porque los insectos explotan con cantar
noches de niebla verde por los balcones
Habitaciones donde mujeres trenzan su pelo
y del insomnio del muerto brotan
las espinas
mi barrio de gatos terrazas atardeceres viento
atado a los postes de luz como crucifijos vanguardistas
Allí mis sueños se enredaron como un cassette
tanto éter en la almohada afiló el huso
de mi tristeza cicatrizada
Empédocles de Agrigento
En el umbral de su vejez caminó vestido de púrpura
ceñido su cabello por una corona de cintas y guirnaldas.
De parientes adinerados por la cría de caballos
la lluvia oscura lo sedujo hasta llevarlo al vacío del Etna.
Su cara era acuñada en monedas donde aparecía como un auriga
sosteniendo el tiro de Apolo.
Apreciaba al toro porque en él se palpó.
Con su no consumo de carne en harina y miel
deambuló como un profeta errante abrazado a la idea del amor.
En sus himnos a la diosa blanca invitó al derrame de habas y laurel en los altares.
Poeta trágico de melodía como un sedante
por su deseo peregrinó cantando.
Melampo revisitado
Melampo se rindió al cuidado que se presenta
a un enfermo
y por medios físicos sanaba.
Una mañana el mago salva de la muerte
a una camada de serpientes jóvenes
que lamen y limpian sus oídos.
Desde entonces Melampo descifra los sonidos
de las aves.
Y se dice que Apolo se le hace visible
a orillas del río Alfeo.
Los etruscos acuñaban sus monedas
con el arúspice niño amamantado
por una cabra.
Raspaba Melampo la herrumbre de su tiempo.
Y el sol al no llevar calzado le había ennegrecido
los pies
y de la lengua del buitre se prendía
al curso del rayo.
*
Muchos dioses perdieron la cabeza
a manos de una espada
en mi ciudad
donde las sirenas de los automóviles
alarman rebrillan
como las pilas de fresas en las canastas de los vendedores.
No te vuelvas un celular
con la sonrisa como una vulva
que la piel cobriza del planeta
es asfalto caliente.
Aquel barrio donde las voces se escapan
por los balcones y dicen termina la tarea
apaga el televisor
remolinos de viento
que a la nuca muerden.
Y hacen del corazón una casa
cuando la cueva es el sitio recóndito del ser
y de la luz de los ojos
la balanza.
Abuso de soledad
El abuso
de soledad
es una embriaguez muda
un dios de cera
que ilumina
En la vía
el semáforo
como un cíclope
de ojo rojo
Y la música
que en el café aúlla:
amor
llevado
a mi mesa
en plato solitario
El abuso
de soledad
es un cuaderno
con margen
doble línea
Pinta papá conmigo
me dice juanmanuel
y con su pincel
traza en mi alma
la gaviota azul
el atardecer naranja
la lluvia violeta.
Él que cuando duerme
suele reír.
Entonces el corazón
me suena
como una campana.
En tu sonrisa corre agua dulce.
Pinta papá conmigo
dice mi hijo
y con su pincel
traza en mi alma.
Walther Espinal nació en Medellín, Colombia, en 1980. Estudia filosofía y letras en la Universidad de Antioquia. Ha participado de varios talleres literarios en la ciudad. Su libro La danza de Narciso, 2009, obtuvo una mención de honor en el XX Concurso Nacional Universitario de Poesía de la Universidad Externado de Colombia. Otro de sus libros de poemas publicado: El pirata y otros poemas, 2010.