Patricia Jabbeh Wesley (Liberia)
Por:
Patricia Jabbeh Wesley
Traductor:
Rafael Patiño Góez
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 86-87. Julio de 2010.
DEJAMOS NUESTRAS PATRIAS Y LLEGAMOS…
-Proverbio Grebo -
Dejamos nuestras patrias y llegamos,
asídice el Grebo, llegamos con nuestras manos
y llegamos con nuestros machetes
así también, pudimos dividir la nueva tierra.
Cuando abandonamos el hogar, atravesamos manantiales
y trepamos colinas; hicimos camino a través de
matorrales húmedos, y los ríos se abrieron
para que pudiéramos pasar.
Sabíamos que si hubiera de saltar el leopardo,
sería al ver un antílope pasar.
Llegamos, no para sentarnos y mirar
un combate de lucha, no para mirar
la tierra sobre la que nuestros pies andan,
levantada más allá de nuestro alcance.
Viajamos desde nuestra tierra natal,
y llegamos, entonces, que se sepa que nosotros dejamos
nuestra tierra natal, y llegamos.
Cuando arribamos, cavamos la tierra,
y en esta nueva tierra, depositamos
nuestros cordones umbilicales, para siempre.
Así que háganlo saber entre la gente—nosotros dejamos
toda la belleza de nuestros terruños no para
sentarnos sobre nuestra Estera a sollozar.
Grebo: La nación Grebo –con más de 20 dialectos- es oriunda de territorios que incluyen parte territorial de Liberia y Costa de Marfil. Lucharon por su independencia hasta que sucumbieron a su anhelo bajo el dominio americano en 1847.
MONROVIA 2008
Sobre las aceras, parches de gente
se quedan atrás.
De día, son como granos de arroz
a lo largo de las carreteras,
y de noche,
empapelan cuerpos lisiados
en la bosquejada oscuridad
de la ciudad rota.
Multitudes de repatriados de la guerra,
aguardando por nada,
día tras día,
esperando por nada,
después que su campo de refugiados,
después que sus ciudades de refugio
los vomitaron como porquería,
después de vagar por el globo.
Al paso de la muerte,
ellos han vuelto
semejantes a repatriados
de la muerte.
La ciudad está hambrienta, hierve,
arde como el acero.
Era usual que aquí el aire nos perteneciera
dijo una mujer,
era usual que hubiera un camino
que nos trajera de vuelta a casa.
Hoy en día, el camino de vuelta a casa se perdió
La carretera a Cabo de Palmas, rebosa
de huesos secos.
Mas por la calle,
se aproxima una marcha.
Alguien está vivo.
Alguien vive encima de esos huesos
CANCIÓN DE AMOR ANTES QUE LA TERMINE GUERRA
Esta es la guerra, Musu, amada mía; esta no es la noche,
y las cosas que escuchas entre los matorrales
no son grillos. Y las palabras que pronuncian los hombres
no son palabras. Ven adentro, novia mía
y hagamos bebés para el mañana.
Para que cuando termine la guerra, podamos ponerlos
en los sitios que se han vuelto estériles.
Para que podamos emplear los bebés para vendar estas heridas
que esta guerra impone en nosotros.
Pongamos vendas sobre estas heridas abiertas.
Hagamos bebés de pelo largo; bebés
con pies que no se aparten lejos de casa.
No escuchemos al viento por más tiempo,
y dejemos ya de ser la gallina
que escarba interminablemente hasta que un día
descubre los huesos de su madre.
Hay humo y hay fuego
afuera de la casa, pero de algún modo, los pinceles
hablan de un nuevo verdor que llegará. Cuando miras
el fuego, Musu, es tiempo de escuchar,
amor mío, porque es únicamente con los oídos
que la mente percibe la vida tal como es.
Ven adentro y te sientas. No habrá más
fiestas Musu, y las palabras que nos hacían
separar se están apartando ellas mismas;
así que hagamos bebés para el mañana.
Ven adentro, amada mía, hagamos bebés
para que podamos seguir viviendo mucho después de nosotros.
CANCIÓN DE AMOR CUANDO MUSU RESPONDE A SU AMANTE
No hagamos bebés, Kono, amante mío.
Recojamos estos leños, esparcidos
a lo largo de la carretera, para que el fuego permanezca encendido
cuando termine la guerra. Afuera de la casa,
las mujeres han sido abandonadas a lo largo de la carretera
para los perros, Kono, mi amante, las mujeres
han sido golpeadas y atadas por los hombres.
Las mujeres y sus niños han sido tiradas
a los ríos, y su sangre ahora enrojece
todo lo que era agua solamente, Kono, mi amante.
No quiero hacer bebés nunca más.
Yo no quiero que mis bebés sean arrebatados
de mi espalda sudorosa, amante mío.
No quiero que las cabezas de mis bebés sean aplastadas
contra los muros del modo que los rebeldes aplastan ahora
los bebés de otras mujeres contra los duros muros,
mi amado de áspero hombro. Solamente esperemos
que salgan juntos el sol y la luna.
Solamente escuchemos a la luna afuera de la choza.
Solamente escuchemos el sofocamiento de las armas
que se aproxima, mi amante de piel amarilla.
Yo no quiero hacer bebés para que la guerra se los coma.
Yo no quiero desperdiciar mis bebés en esta guerra, amante mío.
Yo no quiero llorar por mis propios bebés
del modo en que otras mujeres han perdido algo más que ellas mismas.
Déjame sentarme aquí bajo el techo chorreante de nuestra choza,
y déjame cantar por los bebés que han sido
aplastados a lo largo de la carretera hasta morir.
Deja que mis heridas sangren fuerte y deja que mi propia sangre llore
por la vida que nunca vendrá. Estoy llena de ira,
Kono, mi amante, estoy llena de demasiada ira
para hacer bebés para el mañana, Kono.
Tal vez el sol se levante mañana. Tal vez.
PARA MI ESPOSO DESPUÉS DE TANTOS AÑOS
Así que ésta es la cama. Así que ésta es la vida.
Así que ésta es la vida
de los años después o después de los años.
La luz de la vela perdura todavía después de todos estos años.
Alguien nos observa.
Este viaje ha sido largo, así que si hay rosas
dámelas en un florero alto.
Los claveles no me atraen, pero los hibiscos
que tanto extraño no lucen bien en un florero.
Ven, siéntate junto a mí como un nuevo amante.
Como un amante que busca renovar los años
que hemos compartido juntos durante tantas guerras
y tantas lágrimas, tantas risas y vidas.
Es como si fuéramos otras gentes desde otras vidas,
como si hubiéramos vivido y vivido por otros
que nunca supieron cómo vivir,
como este fuego, yo digo este fuego, mi amante, mi esposo,
mi amante, esposo, el padre de mis niños,
el padre de los niños que nunca tuve,
el padre de los niños que volvieron porque
odiaban mi vientre. Algunas veces, mi vientre
llora por ellos; algunas veces, mi vientre
danza el que nunca permanecieran o vinieran. Porque mi vientre
era insuficiente para el fuego que ellos cargaban
desde el otro mundo, así que amante mío, mi esposo
de tantos años, que ni los puedo contar.
Así, qué fue aquello decías tú cuando rememorabas
cómo después de todos estos años, aquí nos encontramos,
todos los demás amantes perdidos en el mar, y aquí nos encontramos
junto a la chimenea y al fuego, tan suave.
Los niños se nos han envejecido ahora, querido mío.
Ven, ésta soy yo. No te retrases demasiado.
Yo fui hecha para este tiempo y tú, para mí.
Envejecemos. Envejecemos.
¿Puedes apagar el fuego ahora?
LOS FANTASMAS NO SE ALEJAN PRECISAMENTE ASÍ
A veces acechan en vestíbulos donde han perdido
su otra parte. Pueden cerner nuevos estragos
como aquellos que los llevaron lejos de sus cuerpos,
aquellos que les causaron perderse a sí mismos en ese afán.
Los fantasmas no se alejan precisamente así, lo sabes; ellos
vienen entre esa enorme multitud masacrada
junto con ellos, y puesto que esa masacre pudo haber
ocurrido en el colegio, en un bar o en la iglesia,
pueden hallarse, arrodillados ante el púlpito, cantando y tomando
la comunión una y otra vez, con todos los demás.
Ellos se reúnen un sábado por la tarde, mientras el sol se oculta sobre
las colinas y queda un pequeño resplandor de los relámpagos de ayer
de aquella vieja tormenta mientras la nueva tormenta entra cabalgando, y entonces,
allí están ellos, los fantasmas; puedes verlos únicamente si tienes
ojos para mirarlos como fantasmas de humanos, y aún así, no fantasmas.
Ellos observan a ver si vamos a rememorar que ellos estuvieron aquí.
Para ver si erigiremos una lápida para honrar el hecho de que ellos
estuvieron aquí, con nosotros, caminando y hablando, como nosotros, para ver
si hemos de recordar que ellos perdieron tanta sangre
en el tiroteo, que se rompieron una pierna o dos, y que
tantos de ellos no fueron contados entre esa triste cifra.
Ellos quieren saber si levantaremos una lápida o mantendremos
el fuego ardiendo para extinguir las llamas, para detener todas las muertes
en las calles citadinas, alrededor del mundo, para detener
todas las muertes en los ojos de las calles citadinas.
CAMINA CON CUIDADO, DIOS
Camina suavemente, Dios, tú solías vivir aquí.
Antes de que nuestra gente empezara a convertir todo
en pequeños pedazos de oro y diamantes.
En la verde nota que no es sino papel lija.
Retorna, y halla tu lugar entre los vivos,
entre los obstinados vivos.
La muerte todavía se rezaga aquí entre nosotros.
Mis ojos se encharcan cada vez que recuerdo tu presencia.
Los dioses de otros pueblos murieron en la guerra;
sus ángeles guardianes fueron masacrados
el día que las bombas reinaron.
El Harmatán sopla arena sobre los recuerdos
que traigo.
Los sacrificios que ofrezco fueron recogidos
de las cenizas de las enceguecedoras llamas
de nuestro pueblo justo antes que los campos de muerte
fueran devastados por aquel
que aún carga el hacha con sangrienta mirada.
Tú me arrancaste de las fangosas corrientes
a lo largo de Duport Road,
donde el hedor de la muerte aun se aferra a la vida.
Cuando veas cómo se curva la carretera
en Alfred Musa Hill, el olor te derribará,
Dios, el olor te derribará.
Camina con cuidado, muchos yacen allí todavía.
¿Sabes tú que me estremezco cada vez que recuerdo
los esqueletos de mis hermanos y hermanas?
Cada vez que me vuelvo hacia aquellos
que rehusaron podrirse.
¿Lo vi, Dios, me viste viéndolo?
El olor a muerte se pegó a mi falda enlodada
por miedo a que yo olvidara las miríadas y los perros ahítos.
Los perros han tenido la palabra,
por fin, los perros han dicho su discurso, Dios.
Cuando veas el pueblo allá abajo, camina con cuidado
para que los huesos no te repliquen.
Los huesos son los propietarios del pueblo ahora, Dios.
TIEMPOS IDOS
Diecisiete años, y estoy exiliada
de casa.
Mi corazón siente añoranza
del aroma de los mangos,
bananos y guanábanas,
maduradas por el hirviente
sol de marzo.
Un pájaro sobre una rama de guayabo,
canta
acerca de tiempos que nunca volverán.
DE VUELTA A CASA
Después de la lluvia, ese primer resplandor de sol, como
un nuevo amante, y parece que el mundo
ha empezado de nuevo en toda su extensión.
Desde la colina,
yo acostumbraba estirar mis rodillas
en la escalera de la entrada posterior para mirar la niebla
cabalgar encima de las ciénagas o las ciénagas encima
del río o la pobreza de la gente
encima de los ladrones, despojándonos de esta tierra.
En la ciudad, el mundo entero ha enviado
sus mensajeros a ayudar a los nuevos ricos
a tragarse la tierra
en medio de nuestros pies.
Los pobres se quejan. La tierra se queja.
Desde la tierra, la niebla se alza del suelo
sangriento, se levanta de los montones de esqueletos,
y las gentes
en su sempiterna pobreza,
vuelven de la guerra, donde algunos de ellos
perdieron sus piernas y brazos y corazones y esperanza.
Las gentes han regresado,
más pobres que la hormiga roja.
HABRÁ DE LLEGAR EL TIEMPO
Habrá de llegar el tiempo de la resurrección
después de la muerte.
Esa bofetada de concreto sobre el muro,
apelmazada ahora como el concreto
sabe endurecerse.
Mujer,
siempre mujer, ya habrá tiempo.
¿Tu corazón rehúsa recuperarse después de estar roto,
después de la partida, después de los años,
después de la juventud derribada?
¿Después que los narcisos color rosa han perdido sus hojas,
después del Harmatán, después de que el día
y la noche han dicho su discurso,
después de la vida venidera?
¿Después de la savia desecada, la oxidación de las acoplamientos de acero,
después de los niños,
y que en la piel comienzan a crecer pequeñas manchas blancas,
abriendo camino a la vejez?
¿Ahora aquí al pie de este mar
la mujer que hay en ti vuelve para volver a vivir el momento
que crees ella tuvo?
Aquel sitio solitario
que únicamente el espejo atraviesa.
¿Y qué importa si el cuerpo merma la marcha?
Incluso una máquina tras cuarenta años de uso empezará
a oxidarse y crepitar y declinar
en sus bordes una vez afilados.
Pero esto--- este abandono
es tan duro.
Pero la resurrección es cosa segura.
La resurrección vendrá,
hermana mía.
LA BENDICIÓN
Que tus días venideros estén salpicados de risa
y con la risa, paz.
Que todo tu ser pueda saltar adelante con frescura.
Que encuentres tiempo para reír tontamente y danzar y saltar,
y mirar la caída del sol.
Cuando despiertes, pregúntate en voz alta
acerca de los rayos del sol, acerca del oscurecerse
de la mañana, acerca de la neblina sobre las colinas,
acerca de tus bebés al fondo del pasillo,
acerca de la vecina y su perro. Pregunta
a las estrellas; pregunta y pregunta por qué
has sido tan bendecido y por qué es que te encuentras
entre aquellos de la tierra que poseen
más aire que el asignado para respirar.
Pregunta por qué maúlla el gato y por qué
el perro menea su cola.
Pregunta y pregunta por qué cae el rocío
de noche y acerca de la fugaz mirada de la ardilla.
Haz que la risa cobre vida en tu hogar.
Y cuando acaricies a alguien, haz que esa caricia
sea de verdad, quiero decir, de verdad, amigo mío.
Camina suavemente sobre la tierra blanda, y cuando
camines sobre la roca desnuda, pisa fuerte, esta
vida es preciosa. Que tu año solamente siga
a través de un sendero despejado, y por favor, cuando camines
Permite que sea con Dios, mi amor, que sea con Dios.
HAN CESADO TODOS LOS CANTOS FÚNEBRES
Todos los cantos fúnebres habrán de cesar
cuando las campanas del reloj den las siete,
momento en que sigilosa, la noche
se arrastrará cargada de muertes.
Ya no habrá cantos fúnebres para aquellos
que fueron arrancados de sus hogares
o sacrificados o apiñados en campos de detención
alrededor del mundo –ésta es nuestra guerra.
Hasta tanto nos desvanezcamos
como los calcinados restos de la vegetación,
después de que el incendio se consuma a sí mismo.
Y todas las criaturas vivientes, a las que alguna vez
les perteneció el bosque, yazcan allí en la seca ceniza.
La caparazón de un caracol, a medio quemar,
una víbora de cascabel, enroscada, sus carnes
devoradas por las llamas.
Un escorpión y toda su prole resecos como
si hubieran sido aplastados con fuerza contra el suelo.
Y los animales que una vez corrieron libres
en la jungla, en la selva, están todos muertos.
Sí, ¿ quién se atreverá a llorar la muerte de los animales
cuando los humanos todavía están pereciendo, quemados,
enterrados vivos, puestos frente al paredón para el verdugo,
que es nuestro señor de la guerra ?
¿ Dónde están todos mientras la kwashiorkor* se lleva
uno por uno a nuestros niños de la guerra ?
Nuestro señor de la guerra nos dice que no podemos
lamentarnos o llorar o elevar un canto fúnebre
o vestir nuestras lappas* negras o enterrar a los muertos
o enviar una carta al extranjero para contarles
a aquellos que no saben nada acerca de nuestros muertos.
Hoy cuando el sol entre en la cocina
a través de la puerta o la ventana, debemos
atrapar su sombra, sus rayos, debemos encerrar al sol,
en una caja, una caja de acero y ponerle candado.
Así mañana ya no habrá luz de sol para el mundo. Mañana.
Ya no habrá luz de sol. Mañana.
Kawashiorkor: enfermedad producida por la falta de proteínas en la dieta.
Síntomas: estomagos inflados, hinchados.
Lappas: Vestidos de mujer.
Traducción de Esteban Moore
MONROVIA REVISITADA
Esta es la ciudad que mató a mi madre;
sus largas piernas torcidas
de estar tanto tiempo de pie,
esperando que las personas furiosas
puedan también matarse a sí mismas.
Ya no hay hierba en las esquinas de las calles––
y tantos baches luego de muchos años de guerra.
Los inmigrantes de todo el mundo
solían venir aquí
sobre sus tiernos pies,
buscándose a sí mismos.
Ciudad abandonada––
un sitio que aprendió
a gritar su llanto a pesar de que
nadie lo escuchó.
Ésta es la ciudad donde por primera vez aprendí
cómo perderme a mí misma.
Ciudad ventosa, ciudad azul océano.
Dicen que una ciudad sobre una colina
no puede ser ocultada.
La ciudad de vientos salados, lágrimas saladas,
donde personas tercas todavía nos mantienen
como rehenes luego de que lo hiciera Charles Taylor.
Si quieres saber
cuán sagrado puede ser el dolor
deberías venir aquí.
Traducción de Esteban Moore
CIUDAD
A la noche, es como fuego
extendiéndose debajo de nosotros.
Esta vasta ciudad
en llamas, y el avión rugiendo ronco.
La ciudad es más bella
vista desde las alturas en la noche.
Al mediodía, se parece
a un garaje derruido,
a algo en el medio
de un territorio pantanoso.
Todos los edificios muestran el paso del tiempo,
oxidados hasta los huesos
de acero, retorcidos
escombros apartados para hacer lugar,
así la vida
puede continuar.
En la cima de las colinas
todo se halla torcido y roto.
Acaricio el aire para comprobar si el aire
todavía está allí.
El aterrizaje,
y aparecemos todos gastados,
igual que la ciudad, rotos.
Todos los pájaros
migraron hace tiempo.
Los árboles también.
Traducción de Esteban Moore
EN EL COMIENZO
En el comienzo de todo, había mujeres, y todas las cosas
reptantes y no reptantes, eran buenas.
Eso fue antes de que el tiempo pudiera reconocer la luz del día de la noche.
cuando los hombres podían hablar las lenguas de las mujeres; antes
de que el cielo se hiciera azul y decidiera rolar, espumando, como
un gran vaso de fresco vino de palma. Antes de que los océanos aprendieran
a elevarse y caer, antes de que los ríos fueran llamados ríos.
Antes de que nombraran al río Cavalla, por la caballa,
por los peces o a los peces por el pueblo, o el pueblo fuera bautizado
en honor del río. Antes de que Cabo Palmas, de donde vengo,
se transformara en Cabo Palmas, antes incluso de que existiera un cabo
o palmeras. Antes de que el Cabo Palmas comenzara a procrear
palmeras que brotaron con ancas gruesas y comenzaron
a elevarse, y el cocotero hembra aprendió a ser la hermana de la
palmera que da nueces y ésta del bambú y la palmera
bambú fue hermana de la palmera de grandes hojas; o cuando su abuelo
les creó parentescos de sangre, o parentescos de paja o parentescos
de bambú, o parentescos de repollo, o parentescos de largas
hojas delgadas, o lo que sea que hace que las confundan con un par
de hermanas gemelas. Pero, la caña de bambú sabe cómo pincharme
el dedo cuando la toco con un furioso corazón; la palmera
pinchará suavemente, mientras el cocotero permanece en su altura.
Pechos de coco colgando de su torso, o cabeza, o de lo que fuera,
Sí y el modo en que el bosquecillo de bambú nos pinchaba
los dedos de los pies cuando Mudi y yo vagábamos en su pantanoso
territorio. Eso ocurrió antes del tiempo en que las mujeres decidieran
nacer niños, a pesar de que los hombres sabían cómo, o antes
de que los hombres comenzaran a presumir sobre la cantidad de hijos
que tenían y de la cantidad de varones, contándolos con los dedos.
Iyeeh dice que los hombres en ese tiempo realmente procreaban niños
y las mujeres presumían de ser los padres de los bebés
y los niños corrían a refugiarse junto a sus padres como
en la actualidad lo hacen con sus madres cuando un padre los llama
para castigarlos con un látigo. Eso fue mucho antes de que el camino
de los automóviles destruyera el nogal gigante, el roble, partiendo
los pueblos y los bosques, transformándolos en rutas, y los árboles
de caucho surgieron allí donde estaban los bosques, y el café
se transformó en un árbol, convirtiéndose en primo hermano del cacao,
y las nueces de palma viajaron a la ciudad para ser convertidas en monedas.
Sorpresivamente, a nosotras las niñas nos crecieron alas como al pájaro de la pimienta,
No, no, como al águila, o como a los aviones jet, y podíamos volar o saltar
a la caja de un camión que se dirigía hacia la ciudad donde el alumbrado público
no puede distinguir al aldeano del habitante de la ciudad, donde un hombre
no puede distinguir a su esposa de su amante; los hijos de su hogar de sus
hijos fuera del hogar; donde todos han entregado su corazón a los bares
y las luces bamboleantes, y las personas pelean en las esquinas;
y luego de todo eso, yo y las niñas del mundo aprendimos
a correr salvajes, igual que flores silvestres, no, no, salvajes como hombres.
Todas las mujeres del mundo transformándose simplemente en hombres.
Traducción de Esteban Moore
11 DE AGOSTO DE 2003
Estoy sentada al borde de mi cama, sitio en que el dormitorio
es otro lugar en donde una puede ingresar en su interior.
Charles Taylor y su familia están abordando
un avión en Monrovia.
En la pantalla de t.v. Charles Taylor sube
a un avión de línea,
se está yendo.
Alguien decidió que debería abandonar el país en un avión,
no por ahogamiento o por una bala, no por una
explosión o por una ejecución.
Alguien le ha dado un lugar hermoso
donde podrá sentarse y fumar
y alzar su copa en un brindis por los cientos de miles
que ya ha asesinado.
El teléfono al lado de mi cama está sonando.
Alrededor del mundo, los teléfonos están sonando
enmudeciendo ante el solemne deber–
Alrededor del mundo,
suenan hoy los teléfonos.
Pero las palabras de mi corazón se han convertido
en pensamientos perdidos. Catorce años,
y me parezco a una muerta.
Mi corazón tiene un gran agujero donde todas
las historias que nadie ha escuchado, flotan en el tiempo.
Allí donde las historias se transforman en cicatrices,
Allí donde no existe solaz
para los que sufren, para los que han muerto.
Cuando finalmente escucho la voz de mi padre
la línea parece muerta–sólo oigo los sonidos apagados
de una voz cansada.
Luego de catorce años, mi padre también
ha perdido su voz para describir los años.
Traducción de Esteban Moore
LA MAÑANA DESPUÉS: UNA ELEGÍA
Mi esposo y yo recogemos los restos de nuestras vidas
a la mañana siguiente. Arranco memorias de mi infancia,
la adolescencia, el colegio, donde mi vida
tenía el sabor agridulce de los libros, los muchachos,
la disciplina paterna, la política, y el mundo ofreciéndose,
aguardándome. El bombardeo de esta mañana
está sacudiendo nuevamente nuestra vidas y hogar.
Sólo una maleta tendrá que soportar todo este dolor.
Hoy es primero de agosto de 1990, horas después de que
un incontable número de personas fueron masacradas en su sueño;
hoy, asesinadas antes del amanecer. Yacían desparramadas
en la iglesia luterana de San Pedro, en su nave central, sobre el sólido
púlpito de madera, retorcidos, unos encima de otros en las aulas,
un niño allí, por allá una madre, un padre aquí,
un bebé más allá, una montón aquí, algunos allí, nuestra historia
hecha jirones. ¿Dónde estaba Dios a las 2 de la mañana ?
¿Cómo pudieron esos soldados forzar las puertas de la iglesia
dejar de lado la propia razón, a Dios ? ¿Existe alguien que pueda
decirles a mis niños de ojos bien abiertos cómo una simple orden
puede condenar a cientos a la muerte ? ¿Explicarles cómo centenares
de soldados pueden vaciar cientos de cargadores mientras
el mundo espera sentado? Entonces embalamos en cajas los libros, ollas,
guardamos la ropa en maletas, empaquetamos el estéreo; doblamos los colchones,
desarmamos las sillas, cerramos las persianas, las ventanas, cerramos
las canillas sin agua por si el agua regresa mientras
estemos fuera, esta casa no habrá de convertirse en un río.
Estas nuevas circunstancias de nuestra vida producen
mucosidades en mi garganta. Durante estas horas, nuestros tres perros
hambrientos nos observan; no ladran, están quietos ¿ Estarán
aguardando que alguien les explique hacia dónde
nos dirigimos? Un último adiós de mi mano alzada para mis perros guardianes
antes de partir al campo de refugiados, luego el vuelo hacia América.
Pero, como verás no todos pudieron venir a América.
Traducción de Esteban Moore
TODAS LAS COSAS TIERNAS DE LA TIERRA
Todas las cosas tiernas de la tierra suspiraron cuando mi madre murió,
en ese instante cesaron de este mundo todos los sonidos del silencio.
Incluso se acalló la música de las hojas, mojadas, marchitas, luego
de que el otoño las arrastrara. Incluso, el petirrojo posado en
una rama del árbol detrás de mi casa no supo qué decir cuando mi madre murió.
Tampoco supieron hacerlo las mojadas lágrimas que demanda la muerte.
Ni todas las manos que tiemblan ante la perplejidad, mis manos descansan
abatidas y frías sobre mi falda. Cuando el viento pasó soplando, suspiró
profundamente, como si aspirara grandes bocanadas de aire, como en un parto,
como si el universo se hubiera detenido. Como, si en ese momento, yo hubiera muerto.
Traducción de Esteban Moore
RENDICIÓN (SURRENDER)
Son tantas las ocasiones en las que quiero hacerte;
amasarte, darte nueva forma, un bollo de arcilla
obediente a mis palabras
quiero apretarte,
masa para mi juego, una imagen
penetrando mi propia imagen.
Quiero derretirte, darte forma, como el oro;
sacarte brillo, moldearte como un amuleto
que será puesto en venta.
Mi pequeña artesanía en madera, te tallaré,
te haré mi kissi,* mi máscara ritual.
Tantas veces he querido colgarte
en estas paredes, convertirte en mi talismán,
balancearte, mi pequeña varita mágica.
Mi acre, frondoso vudú,
mi todo, mi hirviente olla de jujú.*
Mi pequeño prendedor, talismán protector
envolviendo el tejido de mi vida , envolviendo mis fragmentos.
Quiero cabalgarte, camioneta mía, mi 4x4 en movimiento,
Repentinamente, allí
estás, siempre Dios.
Ahora es tu turno, amásame,
dame nueva forma, moldéame con tus manos,
calentando la arcilla en mi piel,
con el calor de tu piel.
Toma con fuerza mis mejillas pintadas, el hechizo
de mis pulseras de oro, fusionando mi vida.
Derrite todos mis objetos mágicos,
mis inflamados ojos de vudú.
Toma mi corazón grande y sangrante,
mi hirviente olla de jujú, mis collares
embrujados, mi yo.
Y si todavía no me rindo,
Mi Dios, entonces, derrótame.
Kissi: máscara ritual/ Jujú: fetiches, amuletos con poderes mágicos.
MAMASITA WATA
Aquellos que ven a Mamasita Wata están equipados
con ojos de acero, siempre asustados
por la memoria de su belleza, el recuerdo de
Mamasita Wata de pie sobre las olas del mar-
y ésa su mirada.
Cuando la veíamos o creíamos que la estábamos
viendo, allí estaba parada
en el medio del Océano Atlántico,
alejada de las playas donde los niños
todavía hoy salen a nadar.
Bajo un sol tan caliente que incluso el mar comienza a sudar.
Era viernes, después de clase.
Aquellos niños que no escuchan a sus madres
corren hacia las playas de la costa de Monrovia.
Algunos se han ahogado.
Otros han visto a otros niños ahogarse,
repetidamente.
Ellos caminan hacia Coconut Plantation
o a otras playas cercanas, por ejemplo aquellas
ubicadas en las ciudades de Sinkor o Congo.
Ellos nadarán hasta la puesta del sol.
Quizás es el sol tropical o la holgazanería
de los jóvenes en crecimiento
o algo afuera de algo lo que los atrapa.
Cuando Mamasita hizo su aparición
ese día, era como una sombra
bajo los rayos del sol, estaba observando a los niños
que nadaban y al océano
que se mecía en un sube y baja.
Ella estaba de pie en el medio del mar como si estuviera
parada sobre una roca o un muelle, o algo que sólo puede
sostener a una Mamasita Wata.
Diría que ella no era blanca o negra o marrón
y su largo cabello que le cubría las espaldas
flotaba en el aire, mecido por la brisa del mar a pesar de que
recién había emergido de las profundidades
o por lo menos eso creí ver.
Miren eso, dije cuando se impulsó
con su cola de pez, como un pez.
Uno de los niños gritó, y todos
miraban en silencio, sin poder decir palabra.
Es realmente un pez, pensé, una mujer-pez
o un pez-mujer o una mujer con
un pez en su cola, o una mujer,
parada en el medio del espumeante océano,
con un pez en su cola que le servía de pies.
“¿De qué estás hablando ?” gimió mi madre,
cuando le conté.
“ No has visto a Mamasita Wata, ehh, mi niña,
por favor, dime que no la has visto.”
Traducción de Esteban Moore
LAS MUJERES EN MI FAMILIA
Se suponía que las mujeres en mi familia
eran hombres. Hombres de pesados cuerpos,
piernas, brazos y torsos gruesos, musculosos,
y un corazón más pequeño que una mota de tierra.
Ellas llegan atentas con brazos y piernas musculosas,
pies grandes, manos grandes, huesos grandes,
un carácter tan caliente como para iniciar la tercera guerra mundial.
orgullosas de los delgados hilos de nuestras barbas
debajo del lado izquierdo de nuestros mentones como si esto tuviera
algo que ver con la creación de nosotras mismas.
En la familia Jabbeh hay más mujeres
que hombres y nuestros padres deambulan
en las noches salvajes en busca de concubinas que escupan bebés,
machos, para poder salvar, extender el apellido familiar.
Es abominable que en una familia no existan hijos varones.
Cuando cada una de nosotras nació, había un padre que estaba sentado,
postrado sobre la tierra, dándose de golpes en el pecho, gimiendo.
Es abominable que no haya hombres
en una familia, también lo es que las madres de mi clan
no puedan parir hijos varones.
Traducción de Esteban Moore
ÁFRICA
La vasija
ahora hecha añicos
su contenido
derramado
como vino de palma
a través de las regiones
del mundo
En la ciudad en ruinas: un poema para Monrovia
En la Ciudad en Ruinas, el agua en suaves ondas
golpea la playa en la noche.
Es agosto, después de demasiados años,
la lluvia aún cae como piedras.
El Atlántico siempre sabe cuándo es tiempo de dormir,
pero todas las muchachas deambulan noches oscuras
y los hombres han olvidado que todavía son hombres.
Monrovia ha perdido su nombre.
El océano ruge como un incendio salvaje.
Ruge al amanecer como un león hambriento,
como un torbellino de viento.
En la ciudad en ruinas, todas las muchachas
tienen piernas hechas de armas plásticas,
y los muchachos fingen que está bien
que las una vez muy bellas muchachas
caminen ahora sobre piernas de plástico.
Hay poco tiempo para las lágrimas,
y el mundo calla.
Ya no existen trompetas ni tambores.
El bailarín de Dorklor que perdió sus piernas
en la guerra, está sentado a la vera del camino, aguardando.
Ya es algo perder tus piernas en una guerra, dicen,
la horrible guerra de Charles Taylor,
en la que el guerrero ya no puede recordar
cuál es el motivo por el que está luchando.
Los hombres han olvidado su condición de hombres,
y las mujeres se sientan en los bordes de los caminos
pensando en lo que le ha sucedido a esta tierra.
Si aquellos que están afuera no regresan,
Liberia se ahogará en estas lluvias.
Del otro lado de mi ventana, en el viejo camino de Sinkor
la lluvia golpea con fuerza para que yo regrese.
Sólo la lluvia sabe cómo llorar.
buscando a mi familia
“Buen amigo, por favor ayúdame.
¿Cuando vivías en Kataka
no habrás visto a dos niños?
Uno de ellos de piel oscura, regordete.
El otro de tez más clara y ojos negros.
¿Mi buen amigo,
no los habrás visto cuando vivías en Ganta?
Uno tendría alrededor de diez años
el otro, aproximadamente esta altura.
Mi hijo mayor, Nyema, el menor Doeteh.
¿Mi buen amigo podrías decirme
si se dirigieron a Tapeta?
¿Les entregaron fusiles, habrán matado?
¿Mi buen amigo, podrías decirme
si caminaron hacia Bassa?
¿Habrán muerto de hambre?
¿Mi buen amigo, podrías informarme
si a su lado caminaba una madre?
¿Estaba ella en buena salud, recibió buen trato?
¿Ah, entonces, mi buen amigo, fue allí
donde los obligaron a salirse de la columna?
¿Buen amigo tenían hambre
cuando se enfrentaron a su fin?
Ahora, mi buen amigo podré seguir sus pasos
y envolver sus huesos.
Gracias, mi buen amigo.
¿Pero cómo haré para reconocer sus huesos?”
LA TORMENTA
A las víctimas de la guerra civil en Liberia
Me encorvé,
agachándome.
Di un paso al costado.
Gateé
como un cangrejo.
Caracoleando
me introduje en una concha.
Me oculté, una sanguijuela
debajo de una hoja verde.
Dejé de hablar
dejé de respirar
dejé de reír.
Esperé
Que pasara la tormenta.
Medellín, 2007
Un poema para la Colombia de Fernando.
Medellín, oh, Medellín…
por Dios, quisiera poder sacarme el corazón por ti
pero ¿cómo cantarte esta canción sin un corazón?
Tú, con tanto corazón para el amor y la poesía,
para la esperanza en los ojos de la chiquilla
que, con un pedazo de papel blanco, quiere que le diga
una palabra, que lo autografíe para ella, que le escriba
a su nombre. Me dice con esa sonrisa insólita
cuanto le gustan mis poemas, pero sólo tiene 8 años.
Ella y Carlos, su hermano de cinco años, con
quien se ha abierto camino entre miles para llegar a mí.
Medellín, oh, Medellín…
donde bajamos desde la montaña
hasta el tazón de una ciudad, hasta el profundo corazón de una ciudad
tan cálida, una ciudad donde la gente aún sonríe
y aplaude a un poema, y llora por la guerra, una ciudad
en la que casas de concreto sostienen los cerros con músculos
de acero, músculos de dolor, y en algún lugar de los caminos
al paso del bus que viene del aeropuerto, los pobres han
levantado sus propias vidas tan tristemente, esperando,
y aun así, divisan la ciudad anhelantes.
Desde el filo agudo de los riscos y desde vías secundarias
las luces y llamas ardientes de la ciudad, duras
e indistinguibles de las llamas de la rabia.
Pero la de ellos se debe al dolor por los años idos.
Medellín, oh, Medellín…
la espera puede ser tan dura, Medellín.
Y te amo con el corazón. Amo tu risa,
tus tibios abrazos y besos, tu español, tan sencillamente
simple y cálido. Amo incluso las lágrimas que
has compartido conmigo, cuando un poema que leo
te toca en ese lugar a donde sólo un poema puede ir.
En el Festival Internacional de Poesía, te sientas ahí,
en el ágora de tu cerro, aplaudiendo, miles de personas,
sentadas, pensando, escuchando, esperanzadas,
Medellín, nunca antes había visto algo así.
miles de personas sentadas durante largas horas
en una lectura de poesía, Medellín…
Esperamos ese día, Medellín, lo esperamos.
Confía en mí, yo sé esperar, y sé que tú también.
Patricia Jabbeh Wesley nació en Maryland County, Liberia, el 7 de agosto de 1955. Poeta, ensayista, editora y profesora universitaria. Sobreviviente de la guerra civil que desangró a su país entre 1989 y 2003, en la que perdió a muchos de sus familiares y amigos. Autora de Before the Palm Could Bloom: Poems of Africa, 1998, que relata sus experiencias durante la guerra civil; Becoming Ebony, 2002 y The River is Rising, 2007. Ha publicado poemas y ensayos en diversos periódicos literarios y antologías, entre ellos, the New Orleans Review, the Crab Orchard Review, y Bending the Bow: Anthology of African Love Poems. Ha viajado ampliamente por Norteamérica, China y varios países africanos, hablando sobre la guerra, la situación de los refugiados del conflicto, relatando el drama de las mujeres y leyendo su poesía.