Argemiro Menco (Colombia)
Por: Argemiro Menco
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 86-87. Julio de 2010.
LUZ INMORTAL
El Big Bang de la palabra entra en el cuerpo del poema
y su espíritu
inicia el arte el temblor
el orgasmo sutil en las cadenas
el orden de la lluvia las pasiones de una hoja
orgullosa de su padre
los milagros del pez y un aire estelar de mariposas
Preciosas manos,,, lirios de luz que expanden el universo
el UNO versátil
y unos acordes
liras del caos
sonidos y colores como asambleas de pájaros
Hay un lugar que edifica simientes
Moradas donde germinan las estirpes de la tierra
Lugares donde el sol es demasiado y el amor esplende
y revela las vísceras del hombre
Después la palabra empuña conjuros
se oscurece el mundo
El mundo es como los animales de sueños cortos
que parpadean dormidos y ágiles despiertan
El espíritu es el magno habitante de la noche
Los cocuyos iluminan la cueva secreta
El corazón es nuestra voz la luz más laboriosa
y en mundos distantes
también se inmortaliza la poesía
la poesía
la poesía
(Para Felipe Santiago Colorado H)
EL PRESTIGIO DEL ALBA
Siempre habrá un despertar, siempre un ocaso. Luego el reinado de la noche como sombra de águila dormida. La sílaba vidente levantará después las alas rosáceas del alba.
Ruina o esplendor. Un núcleo madre les organiza a sus hijos la nostalgia. Hijos y rastros derivados de lobos, ángeles somos, bebedores de costillas, y verdugos de esperanzas.
Morir, nacer, vivir, morir, premorir y renacer. Fiestas que nada cuestan ni al pesebre, ni al sepulcro, ni al palustre, ni al albañil. Cero censura al maquillaje presidencial que despilfarra mentiras sobre la crisis verdadera de la patria. Ningún ritual que le aviente regaños al espíritu senador cuya sífilis devora monedas en el plato –ganancias prohibidas y lentejas en la rama–. Fiestas que duelen. Pero sucede que a veces agradamos a la humildad de la guanábana. Sucede, señores, que en ocasiones el corazón del hombre es un eco cuadrumano y que a menudo se mimetiza en un colibrí indefenso.
¿Sobre qué cementerios cultivamos nacimientos?
¿Sobre que dorso nos trabamos en innoble zarpazo?
¿Sobre qué piel, el sudor más repúblico o demócrata?
¡Ah... la porfía de los sueños! ¡Cómo nos fortalecen los sueños, y cómo nos dejan un talón vulnerable!
Otras lisuras son disfraces, son adormecimientos, o flojeras gordanas, o poses de lagartos que ladran, o secretos de luces que entorpecen la fiscalía de los bombillos.
Todo adormecimiento lleva consigo despertares. ¡Oh, despertar! ¡Despierta, despertar! Que ya vamos llegando a la antesala de la mañana proclamada.
El prestigio del alba, firme, firme, desde el primer gesto del hombre, hasta sus últimos vocablos.
ESTE AMIGO,
UN VETERANO SUFRIMIENTO
El “país hediondo” que le oí limpiar
–con sus pensamientos–
a este amigo, muy distinguido por sus años;
este país (su país),
huele a inmundicia y a sangre amortajada.
Los vinos orgánicos que las malquerencias añejan
en toneles-bombas,
perfuman y alegran al apetito de la muerte.
Este amigo porfía con la sanidad. Desea fumigar
a su país, pero como los buenos salubristas.
Este amigo preferiría hacer rodar por albañales
a tanta incuria, a tanto capitán aguachirle
que grita ¡auxilio!
(únicamente para él)
y abandona el barco, y el barco que se hunda.
Este amigo nació en el corazón apolismado
de su país.
Pero las discrepancias, las paradojas, los fratricidios,
lo condenaron a vivir de naufragio en naufragio,
de istmo en istmo, descifrando litorales,
y hoy sus pesares sostienen
que
naufragar es ahogarse en “este país”,
donde todo estiércol desemboca en el mar
–un lodazal muriendo–,
para que vivan los batracios.
Este amigo es un viejo guardián.
Este amigo vive gruñendo como un acorazado,
para que vivan nuestros sueños.
(Para Felipe Santiago Colorado)
ESTÉTICA DE LAS LÁGRIMAS EN SECO
Para pintar en el poema el naufragio de una lágrima
se necesita haber amado mucho y haber sufrido mucho
y poder decir nítidamente: yo he llorado mucho
Hay un dolor de herida inmemorial,
como el polígono abaleado del ser.
Hay un pincel adolorido que revive esperpentos
/y lo feo mío disecado.
El papel es un pañuelo.
Ahora el poema retrata consecuencias,
traiciones, el horror–terror y los errores,
lecciones lúgubres, amores invidentes,
los más antiguos desarraigos,
abandonos fijados en los genes.
Los últimos desplomes son resabios y severos desalientos
por estos fangozales de ser hombre.
Somos un sueño desplazado.
El espacio son los instantes que uno aprisiona
/en la memoria.
El tiempo, los lugares liberados por el don del olvido.
Y cada ultraje que nos hacen las momias,
pervive…
como un arte del recuerdo,
como la cirugía que no pudo extirparnos lo sufrido.
La palabra indolencia permanece,
bajo estilos y técnicas, luto y sombra: agua fuerte,
agua salada que arde.
Oh pupilas de luz inconsolable,
somos gotas laceradas.
PINTURA
Fúnebres nubes abrigan el vuelo de los fúnebres pájaros. Lo triste, vivir lo frío en el atardecer de la ciudad. Sobre las carreteras, babeles de fuego nos levantan escaleras de humo. La nube herida pulveriza al cúmulo-nimbus inocente. La neblina bloquea los poros de la brisa. Cualquier ciudadano en su despacho y cualquier andén de animales nocturnos, sufren la mueca del terror. Así se cansan los caminos y sin brújulas arriba, nos borran de sus huellas. Así perdemos los caminantes y el camino se pierde como un retoño sin suerte. Un maremágnum obsceno defeca su calumnia. Toda jalea de mejunje conduce al óleo La Locura.
Las avenidas sucias de los siglos. ¿Quiere la curva de la enemiga trayectoria dislocarnos las ruedas? Las décadas de infamia, que mancillan los días de mi país, parecen tintes de moras destripadas. El comején devora la cintura del bosque. ¡Ay del poeta caníbal que desea envenenar a la palabra iluminante! ¡Ay de quienes envenenan el alma de los ríos y la sombra de los árboles! Aurora tras aurora se amplía el desierto, se reduce el salario y la capa de rocío. Los pétalos de madre flor mueren de muerte tempranera, más temprano que en las mañanas del año 1500. Odio, turbio color, no me impidas brindar por el Amor y la Poesía. Escúchame, Amargura, te morirás feliz y podrida en tu propia fetidez.
La quemadura de mi mano se indigna, la despelleja tu maldad. El saludo de un amigo comunica puñales. Y vamos por este valle y esta cumbre, acompañados del amigo. Pero no importa, la Palabra teje-sueños continúa. ¡Viva la Lucidez! Nuestros pinceles reclaman el cuerpo de la luz. El lienzo toma el rictus de quienes amenaza en el atardecer de la ciudad.
ANACREÓNTICA Y LABIOS
QUE PERDURAN
Nuestra historia es intensa
de tanto cabalgarnos Adelaida
Uno se opaca
de tanto frecuentar
las pistas del hipódromo
Pero en la pausa nos confiamos secretos
nos guardamos recuerdos
renovamos salivas
restablecemos ansias
evocamos el clímax
la fulgurante muerte
el punto jabonoso
que nos depara
glorias sobre el lecho
MONTAÑA,
UN VOLCÁN EN LA CADENA
(Poema en cuatro tiempos)
– a Pablo Neruda
1.
Manos de vida orfebre te amasaron
y te dieron ese porte de montaña.
Semilla y germen: el poema a tu madremadre.
Amores de otros, tus amores, tus odios,
tus angustias, tus heridas ancestrales,
tus alegrías de hoy y de futuro, tus nostalgias.
El Sur en tus hombros…tu sur celeste:
manantial, y depósito de lluvias.
El Sur eterno, tallador de tu infancia.
El Sur sobre tu cabeza, fascinado en tu sangre,
El Sur... lo más glorioso, tu humilde geografía
debajo de tus plantas.
La esperanza pulida como un sueño de paz,
las luchas ajenas parecidas a la tuya,
tu tesoro de equivocaciones,
el deseo de arreglar con tu alfabeto
los alacranes de tu tiempo.
Bello sería, a partir de ti, el escarabajo.
Una república, muy idolatrada,
crecería sobre tu lengua,
y te cabría en tu corazón
una hermandad de repúblicas.
Casi todo lo del cielo donde vive la tierra,
casi todo lo de la tierra,
incluido su camino,
con sus cuatro estaciones,
y solsticios conscientes en su fila de combate
y equinoccios peleando por sueños de igualdad,
ese serías tú, querido Pablo,
unido en lo diverso y lo disperso,
casi todo, tus semillas. ¡Oh, tu voz de follaje,
la fontana solar de tu corazón,
el tigre de tus gérmenes!
2.
Me agrada llamarte tierra de montaña,
volcán insuperable.
Eres como fuego bendito por los hornos del pueblo.
Eres el vocero de Abel,
y un problema para Dios porque todo enamorado
se llama Neruda, y los Neruda rojos
le contrarían a Dios su política azul
cuando seducen a las vírgenes
y a la mujer casada con el prójimo.
En el espacio que formaron tus bocanadas,
observo,
compañero potente, tus bajones y
alturas conquistadas.
Leyéndote lo más triste, uno se siente embellecido.
Leyendo tus entusiasmos uno vuelve a creer
en nuestros leños apagados.
Leyéndote percibimos tus quejidos y silencios,
tu atronadora actividad, tu furia y tu descanso.
Al final, un inusual desentendimiento te devino;
un sacrosanto desapego,
interrumpido apenas
por los dedos de Matilde en tus axilas.
Pero después de aquel serenísimo paréntesis,
ardió un profeta como un relámpago,
te incorporaste de nuevo:
tu última canción,
tu última incitación,
tu última alabanza.
3.
¿Qué recordamos de tus llamas y cenizas telúricas,
cantor boca de cráter, padre directo o indirecto
de nuestros cantos iniciales?
¿Por dónde anda tu justicia de clavel aguerrido?
Te recordamos memorador, lengua de libro,
camarada del aire, lágrima de cebolla popular
que reside en la tierra,
soneto desgarrado, corazón del invierno,
abrigo de Temuco, tierra cruzada por el fuego,
memoria del jaguar, cuerpo de América Latina,
con sus raíces manoteando la luz de las estrellas;
cabeza de araucaria, el fique gris de tu boina,
piel de vicuña, sombra y esqueleto de piedras,
legislador del pan de cada día, aceite del olivo,
sensualidad de camarón, marinero que busca
a las hembras en un puerto pasajero…
pero ellas danzan eternas en tus versos;
tú, aquí, en este ferrocarril, atravesando tu soledad
tu adolescencia; carne de greda, verbo de rio,
rabia del mar sobre la espuma,
cazador de ballenas, sudor de huelga,
sindicato de sueños, padre de Malva Marina,
sol del trigo, barcarola de la luna,
piernas del cobre, emblema del salitre,
el alba del carbón y su naufragio;
luz del yodo, ternura de copihue (mansa flor),
el esposo más íntegro y más fúlgido de España;
el español más herido que haya conocido
el cáliz del dolor que bebió Cesar Vallejo.
Pablo Neruda, pezuña de toro errante,
misterio de la campana, saliva del desierto,
capitán inspirado, resistencia del cactus,
compañero de la muerte en el fondo del mar.
Acreditado por la vida, certificado por las luchas,
primo de Homero, padrino de mis palabras,
deudor de Whitman y Darío, odre feliz de la uva,
seguidor de los vinos de Quevedo; en verdad,
enamorado de Matilde, la pasión de su costilla,
primo de Víctor Jara y tío de Recabarren,
hermano de Allende…
¿recuerdas?...
Por entonces tu patria
ensayaba un camino como forma indolora,
un precioso destino para el hombre.
4.
Tu lava y tus versos fecundaron la tierra.
Sin embargo,
los caballos marciales de cascos honorables,
y las cachiporras con piel de terciopelo,
y los aviones fementidos,
vendieron su juramento y sus honores
traicionaron la primavera,
incendiaron la casa de las odas,
la que tú edificaste con pulso firme
y sangre de plumero.
Tus adorables enemigos pretendieron apagarte.
Toma mi carta de 1985, querido Pablo.
Desde entonces, yo y mis hermanos,
mis secuaces,
fuimos novios ardientes y poetas intranquilos,
y muchas veces carteros,
y fuegos diminutos al ritmo de tu ejemplo
y de tus versos.
Tu eucaristía o tus batallas amorosas,
un mendrugo mundial,
el vino solidario.
Una cadena de volcanes, 1985,
apenas párvulos, con aire de discípulos,
mantendría viva tu lumbre.
Cartagena de Indias, 1985 - 2000
HUIDOBRO
El adjetivo que no da vida mata
Vicente H.
Hubo un adjetivo
que fue muy despreciado por
una palabra muy hermosa.
(Esa hermosura de palabra
tampoco tuvo la culpa
de ser como una dama encantadora
de poetas y bestias).
Un día el adjetivo,
herido en su pobre humo,
vio que esa palabra
dormía muy feliz
con un ramo de jazmínes
en su corazón. El adjetivo,
raquítico de tanto sufrir,
se acercó a ella
y con un puñal
le sembró en su pecho
un clavel de sangre.
¡Cuánto duele la poesía!
El adjetivo que mata
también florece en el poema.
Caracas, 1989
DEL TRISTE DUEÑO DE LA SOMBRA
Sombra de un hombre,
encogiéndose
con el andar de la mañana,
estirándose
con el declive de la tarde.
La sombra, un alma que naufraga.
Ver que no somos ya
ni la sombra de esa sombra.
Ayer nomás, su compañía,
en el relleno del vacío.
Sombra viajera, sombra sin norte
en el plano gris del desencanto.
La sombra marchó linchada
por el dolor de su raíz adolorida.
¡Oh, si la sombra, al final de su tristeza
enterrara su cuerpo
en arenas benditas de la noche!
¡Oh, la sombra trabajando su milagro!
LAS AVES REVOLUCIONARIAS
Los cuervos que yo he criado
rondan los muros de mi casa,
y elevan sus picos
(como fusiles avícolas)
en señal de guardia.
Los cuervos cuidan de la seguridad
de mis caminos,
y se desvelan mientras duermo.
En cambio a quienes designé
con el nombre de palomas
picotean mis sueños
y quisieran devorarme los ojos.
Argemiro Menco nació en Piza, Sucre, Colombia, en 1948. Poeta, escritor, abogado y periodista. Especialista en Universitología y en Didáctica del Lenguaje y la Literatura. Profesor de la Universidad de Cartagena y de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Ha publicado los poemarios Secretos míos,(¡al arca de la luz!), 2000; Las sombras del Asedio, 2007, y Reseñas de naufragios, 2009. Antologado por las revistas Común Presencia (Bogotá), Cartapacios (México), Candil, Epigrama, Caballito de Mar (Cartagena), El Diario de Aragua (Maracaibo-Venezuela), etc. Ha sido columnista del periódico El Espectador y colaborador de los diarios El Universal de Cartagena de Indias y El Heraldo de Barranquilla; y de revistas literarias de Latinoamérica. Ha sido fundador de radiorevistas y coordinador de talleres literarios. Posee, además, una obra periodística y ensayística inédita. Varios poemas suyos han sido adaptados para obras pictóricas (Galería Jardín Botánico del Quindío, exposición "A vuelo de Mariposas" de la pintora Lourdes Morales Núñez, 2002), para documentales ("El linaje del río", del periodista y poeta Juan Carlos Guardela, Telecaribe, 2008), y para piezas teatrales ("Sebastiana", del director Carlos Ramírez, Teatro Estable Aguijón, 1985).