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Museo El Castillo. Domingo 11 de julio.

La danza del espíritu poético

 

Por Rafael Patiño

La expresión del alquimista San Alberto el Magno y tomada de Hermes Trismegisto, “todo cuando está arriba está abajo, todo lo que está afuera está adentro y lo invisible se expresa en lo visible…” no es simple metáfora o frase oscura, ella describe los sutiles vínculos entre todas las esferas.

En la obra de Luis Fernando Peláez, se hallan insertas todas las esferas que prefiguran un universo sensible, que aunque sumergido en la quietud siempre se halla dispuesto a desatarse. Como se plantea en los escritos esotéricos, cada manifestación humana tiene vibraciones que tienen su equivalente en cada expresión estética, a cada nota corresponde un color, a cada color una sustancia, un planeta, una resonancia que alcanza a decir la palabra inexpresada que plena de sentido viene a anunciar la aurora de un nuevo conocimiento, de una nueva estética inserta entre la bruma de una imagen ¿Qué anuncia la bruma sino al sol venidero? Y en los intersticios del asombro nos aprestamos a realizar una lectura que vincula todas las posibles realidades, todos los puntos de encuentro, rosa de los vientos entre la que se escucha la cadencia de una voz que evoca.

Y es que aquí se encuentra manifiesta la danza del espíritu poético, impulso inconmensurable que dota de fuerza creativa  a las más diversas manifestaciones del ser humano. Sin el espíritu poético no pueden ser concebidas las grandes obras humanas pues es él el que dota de grandeza a los desafíos con que abordamos nuestro quehacer estético, nuestro quehacer científico y todo aquello que vinculado con el sueño viene a ser, a existir, a comprobar la esencia con que toda cosa importante está dotada. Sin él no habría ciencia ficción o preludio de la invención, ni obra pictórica sutil y magnética, ni gran escultura, o poesía, ni tampoco arquitectura novedosa y creativa. Con el espíritu poético estuvieron dotados nuestros mayores creadores, Shakespeare, Dante, Nostradamus, Paracelso, Giordano Bruno y todos los que en la historia hicieron camino y han ido más allá de las fronteras de lo conocido para internarse en la “ignota terra” donde la verdadera creación espera a ser iluminada por la apuesta luminosa con que la noche se viste de día.

Luis Fernando Peláez, nos lleva a ese lugar sin nombre donde el poema se viste de escultura, a ese sitio donde se esculpe el color por medio de las formas, allí donde los linderos vienen a comprobar que el espacio es culminación del vacío habitado por el sentido de lo bello. Él nos conduce allí donde la contemplación revela lo no dicho, la palabra oculta con que nuestro quehacer empieza a tocar el infinito.

Julio 2010

Última actualización: 28/06/2018