Julio Mitjans (Cuba)
Por: Julio Mitjans
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 88-89. Julio de 2011.
PÁJAROS
No era un sueño, nadie auguraba algo, solo alumbraba el resplandor a finales de marzo, primavera, anidaron algunos, otros buscaban unos ojos en los que perderse, una salida decían, del invierno trajeron cierta distinción; no pude comprender qué pasaba, decían: una salida, no más; sobre el muro caían las horas, los días, las vidas que en el hastío murmuraban una alabanza, tributos que el mar devuelve; allá a lo lejos, qué sencillo, pájaros, abren sus alas, dibujan otro paisaje.
LA INDIFERENCIA
Ya no tuve remedio, en sus ojos estaban los míos, quise saber, aquel rostro, el surco profundo que escamoteaba a la belleza, quise adentrarme en el residuo, en la impedimenta que deja la vida, y solo alcancé el crujir de los sentimientos, el vacío que se impone a toda existencia, la indiferencia de mi sonrisa, que deshace y teje el sentido de todo dolor.
UNA VIDA RESPETABLE
Del otro lado de la bahía, le esperan una esposa amantísima, los hijos preguntan por sus golosinas, los hombres del barrio de vez en vez le requieren por sus piezas diseñadas para suplir alguna carencia, para aliviar la pobreza. Partidas de dominó llenan sus noches, y alguna historia le dice a los hijos antes de dormir, como en las películas, así lo ha visto, un padre sobre el que descansa el hogar. Nadie sospecha el acontecer de sus tardes, se pierde entre la gente, busca unos brazos fuertes, en los que ahoga un deseo semejante, a veces es infructuosa la cacería, ya no tiene veinte años, el vigor comienza abandonarlo, entonces llama la puerta que antes cerró porque él quería más, un hogar, unas paredes que le devolviesen las sonrisas de los pequeños, una mujer, una vida respetable.
FELINO
No dejé de buscarlo, de cada hallazgo fui haciendo otra ciudad tras el eco de sus actos, no podría decir si el vicio ó la sobrevida tocaban a su puerta, no podría decir ya no lo amo; de entre los escombros aún se abre paso cierta confianza, cierto abandono sostiene mis horas, se deja sentir como un bolero lacerante, como el insistente llamado de un felino que muerde la mano que lo alimenta.
TRES GOLPES A LA PUERTA
Como un tren con destino indescifrable llegaron, traían un cuenco vacío, para el que viene atrás, lo fueron llenando con nuestros días, algunas veces café, otras un aguardiente lleno de distancias, de augurios; llegaron en medio del desamparo y la torpeza, cuando no se esperaba lo mejor que podríamos salvar deshicieron los nudos en medio de la maleza, descalzos para enseñarnos la sabiduría de la tierra, el firme que rompe mar adentro. Sólo tres golpes a la puerta.
A VECES
A veces he querido saciar la sed en las cajas de agua que el poeta vislumbraba al borde del abismo, a veces alguna extranjera me conversa un país lleno de dolor, de continuo los frondosos árboles del pardo le dan otra textura a la tarde, algo así como un lienzo, una premonición en Flandes; pero esas son cenizas hueras, que lector recogerá lejos de la calle monte, lejos del desencuentro y el hallazgo, palabras que después de los leones que flanquean el paseo no develan al mar insomne que tanta muerte tanta vida confiesa.
II
Se abren las calles como un dolor predestinado, se ha inclinado el hombre una y otra vez, en medio de los desmanes busca un poco de brisa, nada alivia, ni el amor sediento, los astros de la noche no pueden trazar la ruta, se inclina como un velero aventado por la amargura, y crecen sus sueños, camina y camina más, y vuelve sobre la sabana el octosílabo furioso, la existencia que la multitud desconoce.
TORCÍAMOS TABACO
No quería sentarme, el reloj anunciaba regreso, mientras
las sombras armaban otro paisaje entre los frutales y los brazos cansados terrosos, sucios fuertes.
Se adelantó, aún secaba su alivio, los ojos recios no buscaban aprobación, le dijo su nombre a mi padre, después le dijo padre.
quise extender mi mano y la picadura salió de la hoja sin respuesta, torcíamos tabaco.
Dijeron sobre un tráfico, un engaño…, unos estribos dados para la conformidad, sus manos se abrían como el infinito valor de los hombres,
las reses cruzaban los límites, los pasos rodeaban la mesa, yo no existía, hasta que una mano se detuvo en la madera de la silla, se cerraba se abría, en una íntima afirmación, un leve roce, la disculpa cruzó entre nosotros
pidió con que aliviar la sed, nadie más joven para la encomienda
el agua temblaba en mis manos, sus ojos miraban otro destino:
-Dos jinetes en medio de la sabana, los caballos pastando, qué asco…
Los caballos en la sombra que daban los árboles ralos, en eso se detuvo; una memoria que no se sobreponía a la caída del sol, a la conversación.
- como si no nos hubiese sucedido.
PRIMERA DE ANCESTROS
Se confunden las palabras hacia el este, sólo queda mar abierto.
Un refugio de cadáveres cruza entre los barcos y se escuchan nombres antiguos, Txinga, es decir nuestra última dignidad, y el viento desnuda las palabras, ya no dicen lo mismo que en el lejano litoral, una danza de caminos secretos se abre paso en la inmensidad, una danza que solo encuentra reposo en el sentimiento.
Cada uno de nosotros se asoma a la misma procesión, al ulular traicionero que desnuda nuestros huesos en medio de la travesía, ha sido sedienta la espera mientras el suicidio se cebaba en nuestros jóvenes más bellos, ellos no pudieron ser braceros, no pudieron abrir los ojos sin la luz de la tierra semiárida, sin el ímpetu de la intrincada danza, ellos no pudieron abrazar al hermano como un soplo de esperanza.
Se confunden, pasaron muchas lunas, mucho mar de insistente ritmo, y nuestros huesos desnudos esperando florecer otra vez en medio de la ceniza y la traición, ya las palabras no fueron lo mismo, otra dignidad aguarda, otro gesto descubre un rostro en medio de las cuatro esquinas, donde el viento bate y ya nadie se atreve.
CALLE CRESPO
Son las calles de las estampas, las citas del lugareño. El rio de otra conversación las va recobrando, confines que atraviesan derroteros ilusorios, se avizoran de pronto, de repente llegan como si estuvieran al acecho, pasajes en los que una noche a la discreta luz del vecino me robabas la vida.
Julio Mitjans nació en Santa Clara, Cuba, en 1965. Poeta, ensayista y editor. Miembro de la UNEAC, ha publicado, “Venía diciendo una fábula”, y “Alejándose del resto”, Ha obtenido los premios Calendario y Dador. Colabora habitualmente con publicaciones periódica dentro y fuera del país. Editor de la revista A las raíces del consejo nacional de casas de cultura. Ganador del Premio convocado por la Gaceta de Cuba y la Revista Prometeo en 2011. En torno a la poesía en nuestro tiempo expresa: “ La sociedad contemporánea, muchas veces sacrifica al poeta, todo este asunto de la globalización, nos pone en la disyuntiva de modificar nuestros estilos de vida, o no comprenderemos a cabalidad los qué sucede a nuestro alrededor, cada vez más el producto artístico es el resultado de una operación de marketing, cada día el ser humano se preocupa menos por ensanchar, enriquecer su universo estético, allí están tentadoras, novelas que no cuentan historias, que solo alcanzan a ser catedrales de una anécdota, libros de poesía aventados en puro artificio, sin esencias , canciones para olvidar ahora, operaciones de curadores y marchands, que proponen un concepto que casi siempre satisface las exigencias del mercado y no las de la obra artística”.