Luis Arturo Restrepo (Colombia)
Por: Luis Arturo Restrepo
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 88-89. Julio de 2011.
De: Réquiem por Tarkovski
Libro ganador del Primer Premio de Poesía Jóven de Medellíun y su Area Metropolitana
(la lluvia
no deja trazos, sólo pasa,
desnudando)
Hugo Mujica
“EN LA INFANCIA yo me había enfermado. Montañas de miedo en mi memoria, me acuerdo de un frescor. Y camino, camino…” Lees en voz alta una y otra vez. Intentas otro verso, siquiera el siguiente para poder descansar tranquilo, sintiendo acaso que valió la pena el día. Sabes que sólo es posible el volver. La enfermedad atada a tus nudillos, que nunca pudiste dejar sobre las paredes ni otros rostros, te consume en tu nueva niñez. Despojado de ti no te conoces ante el espejo. La guerra que te espera es inútil y la nostalgia, aquella palabra que creías tu compañera, es quien te mutila paso a paso. A ella le debes el soñar sin culpa, la gracia de la luz cuando lo que veías habitaba sólo el blanco y el negro. Ahora el color se aferra a la realidad como una baba que desprende el destino. Las huellas no te delatan, son ellas mismas quienes te persiguen. El grito quizás te ayude, pero el tiempo te ha mostrado que la poesía es el silencio en que se consume el cuerpo, ligereza de ti que ronda toda imagen deshecha en la pantalla. Todo lo sabes, sin embargo, pretendes seguir tú la escena y que la cámara se apiade de ti y se apague por fin bajo tu último movimiento.
I
NADA ES OLVIDO
cuando descubro las sombras
que me cercan en la noche
Comprendo que el sueño y el recuerdo
yacen juntos en la misma sustancia
Invoco mi imagen frente al espejo
pero como respuesta
sólo obtengo golpes de oscuridad
TIENTO ENTONCES EN el vaho
la posibilidad de descifrar las palabras
que por mis dedos salen
Comprendo igual que mi mano es un puño
al que se anudan la escarcha y la sangre
Cuando abro los ojos
el perro que me lame huye de mí
Nuestra mirada es un sólo trazo
que nunca más borrará la noche
AUNQUE UNA GOTA de agua no sea siempre la misma
es su repetición
su terca reiteración
quien deja su impronta sobre la piedra
A ellas debemos el trazo, límite en el tiempo
A ellas nuestra vida, vencida siempre
al margen del camino que nos ha sido impuesto
PERTENECEMOS A LA tierra
que engendra nuestros miedos
A ella le debemos cada lágrima
con que soportamos el frío
El pálpito del cuerpo
va labrando en silencio su cobijo
Cada paso inventa un motivo
para que en ellos las nubes se aneguen
Caminos en que la herida de la hierba
lacera sin prisa la cicatriz que nunca tuvimos
II
LAS CASAS ANTECEDEN la destrucción por la que suspira nuestro cuerpo. El viento -antes caricia en la mirada- desprende la cal, formando coágulos de arcilla en las aguas que antes abrevaban las bocas. Desde entonces son las palabras quienes imploran por la sed, su vaho es la consecuencia del tedio.
1
ALGUIEN ASUME SU cuerpo como antorcha
Otea la sensación del fuego en el otro
Sus pasos se unen en la carne que tienta el suelo
y repele en sus heridas el agua
2
El grito es la oración que te asiste
ahora que el fuego demarca en ti el camino
Tu cuerpo es centro de brazas
nacimiento de luz
que se detiene en la mirada
3
¿Adónde entonces ir después de ti?
¿Hacia qué abismo
cuando sabemos que la caída no existe
que tu cuerpo todo es placidez
campo llano, nunca olvido?
LA MANO HACE un recodo que alberga la luz
En cada paso
advierto el corazón que late bajo mis huesos
Entre la garganta
la niebla aspirada
se aferra al hilo de sangre en que sucumbo
Ahora lo comprendo
El sustento del mundo es el fuego que del hombre mana
no la voz sino el callar que celoso lo consume
LOS OJOS SE muestran inquietos ante la espera
Al cabo, la luna los vence en su esplendor
María le da paso a la luz quitando las cortinas
Ellas descubren una paloma
que no conoce la impertinencia del vidrio
Ésta insiste en él
hasta reposar en el hambre
Sus ojos, aun después de muerta
retienen el aire
en que sus alas soñaron
NO CAMINES EN línea recta, aunque a tus pies la tierra los reciba con cariño. Aquí el mundo es hostil con quien tercamente se aferre a él.
Planta ya tu piel a la corteza del árbol. Insta cada rayo de sol a que fecunde en ti la vida que te falta. Sólo el silencio guiará para siempre los recuerdos de tu infancia. El horror no crecerá en tu frente ahora que los hombres de ti se alejan. Respira hondo, todo aquí carece de olor y la resina espera desde su nacimiento por cristalizarse a tu voz.
SE OLVIDÓ LA palabra de nosotros
Ahora dios es un recuerdo que siguen
los dedos sobre el papel
Una mano más se suma al amparo
Ambas
apuntalan la cicatriz del vacío
LA GRIETA PERMANECE abierta al paso que pretende el camino. La pregunta que surge es un latido que espera. Podríamos entonces destinar la voz a una posible llegada, que el ritmo del cuerpo esté dado por las palabras que en su celo nos guardan. Predecibles, las miradas oscilan una sobre la otra. Llegado el momento no habrá más manera de estar, que no sea para siempre una suma de heridas interpuestas sobre las bocas.
III
CUANDO ES EL cielo el que persevera
¿hacia dónde entonces dirigir nuestra mirada?
Sabemos que la nube se impone sobre el azul
y la tardanza de la lluvia
viene a demorar también la dureza de la voz
Queda sólo la palabra que se anega en la garganta
no hay oración que valga
cuando la súplica es sólo un suspiro
Llegado el momento
la piel se reciente con las primeras gotas
Cantas entonces celebrando el prodigio
ya poco queda de aquel primer impulso
entonces prefieres callar
Sobre la hierba
la dulce lluvia lo dice todo por ti
FUE EL DESARRAIGO quien primero prometió otro trozo de tierra. Luego, las hojas de los robles iniciaron su huída siguiendo el trastabillar de mis pasos. El rastro de la sangre sobre la nieve fue su perdición. Otra vez fueron las aves, a pesar de la insistencia de los cazadores, buscaban la sombra propicia para el sosiego en las grietas de mi rostro.
Hoy vuelvo la mirada atrás, todo es confusión y hastío. El trozo de tierra que soy, se pudre bajo las hojas que nunca tuve, y los pájaros que hicieron nido en mí, vuelan ahora agujereados por sus propias crías. Nunca antes conocieron el temor de ser padres. Quizás a ellos como a mí, las llagas les cubrirán los ojos, volarán en torno sacudiendo sus plumas y el errar será desde entonces su único destino.
1
NOS HAN DADO los ojos
y sólo en el privilegio de ver arder la casa
se justifica todo
La madera aprehende el fuego
lo ata a las raíces donde antes fuera árbol
sabe que su arder es la aspersión de la semilla
Fecundidad en donde el suelo brotará sus secretos
2
Nos han dado las manos
el tacto con la tierra después del incendio
procura por el entendimiento
Los dedos
se estrechan al vientre
donde una vez nacieran nuestros pasos
Ahora comprendemos que llevamos todo en préstamo
La tierra no es más que soledad compartida
RECOGER LA SIEMBRA
aunque las eras estén vacías
Los carbones que servían de semillas
han cumplido su ciclo
y ahora arden en la descomposición del suelo
Recoger la siembra
la tierra vuelve a ser virgen
De nuestra piel
brotan frutos calcinados por la espera
ASIDA A LOS secretos laberintos de la voz
la sed anuncia desde lo hondo lo rasgado del grito
Al cuerpo entonces acude el temblor
No estoy ahora en mí y muda
tampoco tú estás conmigo
Tiento el aire y la piel se desgarra al hueso
Leves los cuerpos
son desde ya la caricia austera del amado olvido
DE LA CRUZ
penden las gotas de lluvia
que lavarán tus huesos
Hace mucho
que tantean en la tierra negra
tu blanco suspiro
Sobre la loza
líneas apretadas apenas insinúan tu rostro
(creen los números que sólo fuiste un hombre)
La madera cruje abrazada a tu cuerpo
Sólo ella sabe del calor que aún te queda
A ti ofrendamos nuestra íntima limosna
a nosotros nos basta el silencio
ese especio lento
donde albergar para siempre
las pequeñas palabras que por nosotros pronunciaste
LA VIGILIA HA hecho de ti la masa de un hombre que camina al vacío. Tus palabras, padre, son desde la niñez un plácido rincón hecho de espejos. Con cada una de ellas tolero la oscuridad en que sucumbo, con todas al tiempo, oculto el cuerpo ajado que todavía me soporta.
La vida no ha merecido de mí ningún diezmo. Para qué la llama que impertinente alumbra la cueva. Todo es oscuridad y en ella la conciencia de la muerte roe la piel de todo hombre. Prepararlo para qué entonces, si desde la altura de su mirada vislumbra ya el abismo en el que caerá.
Sé que lo bello queda oculto a los ojos de aquellos que no buscan la verdad. Lo grité mil veces ante la pantalla, ante el lienzo en blanco, ante la hoja que sé te cegaba en su soledad. Lo grité ante aquellos que preferían la guerra, la mordaza, el poder del silencio y el silenciar, pero la verdad se impone como fallecimiento y temor, cuchillo en el pecho que arranca de un tajo lo que creíamos nos hacía humanos.
Vuelve pues sobre mí la esperanza, zanja en mi garganta y en mis ojos la palabra, rastrilla con tu poesía, si es posible, un lugar para arar de nuevo el grito en que reconozca el tenue equilibrio por el que se avientan desde antiguo, mis obstinadas noches.
IV
FRAGMENTO DE LA CONSAGRACIÓN
1
Fragmento de la consagración
inca en mi piel el alivio de tu engaño
2
El grito: soga que se tiende
Escucho tu desgarro
Lo uno al mío para morir de abismo
3
Respira cada uno de mis cabellos
Reconocerás las raíces
a las que se atan nuestras voces
4
El sueño lame las paredes de la habitación
y es desde ya la cal un animal asido a mi lengua
5
Intento descifrar las palabras
escritas con sangre sobre el muro
pero cada sílaba lacera las cuerdas de mi voz
6
Todo en ti recuerda la vocación del fuego sobre la madera
Lenta comunión
que acrecienta el olvido
7
El relámpago se revela como herida impuesta sobre el agua
8
Las hojas del árbol caen en la tormenta
y son ahora brasas que vienen a morir en el fango
9
Los pájaros descansan en un nudo de plumas
Ahogados
suman su canto a mis palabras de muerte
10
La sed escucha el goteo del agua
Tanteando
en sus pasos nace el desierto
11
A qué la noche si está fundada en sueños la vida
A qué el rojo si todo lo que perdura en el fuego es disipado por el viento
12
Brazas encendidas y abandonadas sobre la arena
A qué tanta furia si se consumen solas en su ira
Luis Arturo Restrepo nació en Medellín, Colombia, en 1983. Es poeta y profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Ganó las becas a la Creación Artística Ciudad de Medellín, en la modalidad Poesía, en el año 2009 y 2013. En 2010 Tragaluz Editores publicó Apuesta de cenizas, su primer libro. Con su libro Réquiem por Tarkovski, participó en el 21º Festival Internacional de Poesía de Medellín como ganador del Primer Premio de Poesía Joven, convocado por la Revista Prometeo, y que fue editado en 2012 en coedición del Ministerio de Cultura de Colombia y Sílaba Editores. En 2014 publicó su tercer libro de poemas El fuego, la mirada, y en 2018 publicó su último libro de poemas, Sucia luz, ganador de la convocatoria pública de estímulos a la creación y circulación.
Mención de Reconocimiento, Obra finalista XIX Concurso Nacional Universitario de Cuento Corto y Poesía 2006 Universidad Externado de Colombia, con el conjunto de poemas Metáforas del Desencantado. Y Mención de Reconocimiento, Obra finalista, segundo puesto, Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob III Edición 2006 con el libro Vigía del Hastío.