English

Martha Canfield (Uruguay)

Fotografía tomada dela web La Maja Desnuda

Por: Martha Canfield

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 91-92. Junio de 2012.

 

Como una planta

Quita la hierba que me crece en torno
no ves que me sofoca
devuélveme aire y viento
la luz que ya no encuentro
aunque sea secreta y tenebrosa
me es indispensable
riégame con el agua impetuosa
del río que conoces
recórtame las ramas sin forma y voluptuosas
quita las hojas secas
cava poda despalma
déjame ser esbelta y bien segura
como antes lo era
en la pura belleza del principio
cuando el instante era más que el absoluto
y luego sin piedad
te pido por favor
córtame las raíces
arráncame del suelo
déjame volar en el aire anhelado
un día una hora un minuto feliz
déjame soñar
que no me importa nada
si la respiración me alcanza apenas
para entender la insidia
el vértigo el error
y luego desplomarme
en el sueño sin sueños
de lo oscuro inasible
del vacío sin ti.
 

Tiempo serpiente


¿Cuántos minutos tienen
las horas de un amable conversar?
Estábamos seguros
que algunos eventos del pasado
formaban la raíz
de ciertas situaciones actuales.
Así, guiados por nuestro razonar
ante los ojos nuestros
los tiempos sucesivos
adquirieron la forma de serpiente
y el aire seguro acogedor
de nuestro cuarto
nos sostenía como si eso fuera
el interregno cálido
de un sueño a ojos abiertos.
Pero de pronto las disquisiciones
encontraron un orden imprevisto
y yo te iba diciendo
y tú me ibas diciendo
y el brazo circular
del tiempo de serpiente
sin fin fue dando vueltas
con amor acunándonos
como madre abrigándonos
dejando abierto solamente un paso
una breve salida ascensional
por donde tu corazón y el mío
en la ebriedad de lo que al mismo tiempo
es nuevo y es antiguo
subían y gozaban
cantaban y volvían
al ingrávido centro
del instante sublime
del tiempo atemporal.

 

Jardín de invierno


    Para Oreste Macrí
    maestro venerado

Como un jardín botánico
de invierno
donde cada arbolito
cada planta tuviera
una etiqueta
limpia y ordenada
clavada en la tierra
declarando
su familia su especie
su historia y su destino
dejando en claro
que no queda nada en manos del azar
solamente tal vez
la gran melancolía
de una tarde más gris que cualquier otra
donde las nubes no alcanzarán la forma
prevista ni soñada...
El aire se condensa en una gran burbuja
y sopla y se derrama
y toda la tristeza de la tarde
se acumula al pie del arbolito
que tiene que crecer según su especie
y solo desafía
la gris melancolía
de este jardín de invierno.

 

Aves de mar


    Para Márgara Russotto

Del verde al azul
y del oscuro al claro
en beata ineptitud se balancea
el ánade pequeño
llamado guanaguanare.
Sobre las ondas deja
su blancura intacta
suspende su apetito
y calla su graznido
y ni siquiera el vuelo
de ese pelícano a su lado
puede arrancarlo
de su sueño.
Si es sueño su olvido
si es olvido su comunión marina
si es callado el silencio musical
del apretado pico
y de su ojo abierto
al reflejo de espejo
de la luz moviendo
un solo corazón
dentro de tanta espera.

 

Nausícaa a Ulises

Como puerto en tu ruta hacia la nada cada vez más
exasperante y cada vez más inevitable mis abrazos te
conducen como en un plácido sueño del primer amanecer
a la remota playa donde una vez fue posible creer que
un día había de llegar el paraíso y es la luz rosada que
comienza y es la brisa lenta de las palmas y la fatiga de la
noche sobre el viento y la sonrisa triste que vaga por las
manos ahora quietas y es el silencio porque tu viaje habrá
de continuarse lo sabemos y las palabras del adiós no
lograrían decirte la ruina del castillo el tiempo enfermo o
la caída a tierra del pájaro golpeado en pleno vuelo así que
en este último beso te declaro que he renunciado al canto
y te dejo partir mirándome los brazos pesadísimos con
todo lo que en otra historia hubiera debido ser
hermosamente tuyo si el narrador quisiera y te despido
aquí desde la orilla miro tu nave que se aleja y solo pido la
clemencia del sueño para la noche que vendrá y la frescura
de la tierra en la desesperante nostalgia que ya empieza

 

Caníbal

Yo quisiera envolverte y protegerte
de las miradas de todos los demás
como adentro de un capullo secreto
en el que tú pudieras
seguir creciendo y palpitando
tu ingenuo corazón
pequeño y niño
seguiría latiendo
setenta veces por minuto
y mi mano sería para él
pantalla escudo estuche
yo quisiera guardarte en un calor seguro
quisiera acariciarte y devorarte
sentirte descender en la tiniebla visceral
y percibir tu movimiento rítmico
adentro de mi estómago oculto
ya despedazado por mis dientes
de un amor de la índole del fuego
a nada semejante
transformado en la esencia de ti
y ya sin forma
pura sustancia concentrada y libre
de todo posible movimiento autónomo
que la esencia lo es muy simplemente
en el tiempo sin tiempo
no se mueve no trata de cambiar
dentro de mí cuidada y protegida
incluso de ti mismo
tú me comprendes, ¿cierto?
incluso de tu falta de amor
de tu insensata pretensión
de encontrar el placer en otra parte
quién sabe dónde, luego,
¡habráse visto!

 

Deseo del desnacido

I

Dentro de mí yacías silencioso
y yo podía oír tu oscuro palpitar.
No podía saber si tenías un rostro,
si de tu alma secreta nacía alguna voz
o el eco de una voz esperaba juntarse
un día con tu corazón lento y cadencioso.
Yo acariciaba el secreto escondido
de mi entraña y dialogaba
entre sonrisas vagas
mediante un respirar acompasado
acaso igual al tuyo
con tu presencia cálida
con la seguridad de una existencia
que en mí se duplicaba
dentro de mí se ahondaba
y fuera de mí se proyectaba
más allá de mí misma
para darme el encanto y el gozo y el temblor
de no saberme una
y de saberme una
en esa incalculable y múltiple
derivación de la existencia.

Pero un día te fuiste.
Desgarrador y lacerante
tu vacío fue sorpresa y encuentro
fue reconocimiento
fue tu rostro y tu adiós
contemporáneamente
fue tu voz diciendo una manera
distinta de la mía.
Fuiste tú como yo por ti sin mí.
Y tuve que alejarte.
Tuve que volverme a mi secreta herida
acariciar tu ausencia
el lacerante vacío
de tu rostro nacido para irse
de tu voz sin eco y replicante.
Tuve que dejarte ir
dejarte recorrer tu laberinto solo
tus meandros de luz
tus retazos de aquello que conocí primero
y aun de aquello que nunca conocí.
Me replegué sobre mi herida abierta
y sólo quise soñar
sólo quise gozar entre los sueños
un encuentro segundo
– un encuentro primero –
de cuerpos y de almas
de dualidades firmes
de recortados límites
de abrazos sin fusiones
de fusiones soñadas
a partir de un imposible anhelo
nacido de la fiebre de la carne viviente
de la respiración del aire
fuera del agua
fuera de la intuición soñante y lo no visto
dentro de los ardores de lo que no es previsto
de lo que no te pertenece
de lo que sigue un camino por ti no conducido
de lo tuyo por ti sin mí
por ti conmigo
de lo tuyo conmigo
entre los dos lo uno
el sueño de lo uno
impulso de la fiebre
ardor en que el deseo
junta los cuerpos
dos
para soñar lo uno
imposible unidad que sería
como volver atrás
cuando tu ser no era
y yacías en mí en el silencio
oscuro palpitar de mi secreto.

II

Alguna vez te encuentro
cuando los meandros de tu vida y la mía
se juntan en un punto
– hay puntos en común –
y allí te veo
y el deseo me sube por la sangre
y quisiera borrar tu origen de mis sueños
haber nacido contigo al mismo tiempo
llevar la marca de otro
no llevar una marca
no saber de ti nada
ni de tu nacimiento
ni de la antigua herida de tu ausencia
que no me conocieras
que pudiéramos oír únicamente
el rumor de la sangre girando vorticosa
dictando sin dudar
la tirana tendencia del deseo.


Martha Canfield  Nació en Montevideo, en 1949. Poeta, traductora, ensayista y profesora universitaria. Doctora en Filosofía y Letras. Egresada del Instituto Caro y Cuervo, en Colombia. Poesía publicada en español: Anunciaciones, 1977; Mar/Mare, 1989, El viaje de Orfeo, 1990; Caza de altura, 1994. Ensayos: La provincia inmutable. Estudios sobre la poesía de Ramón López Velarde, 1981; El patriarca de García Márquez, arquetipo literario del dictador latinoamericano, 1984; Configuración del arquetipo, ensayos de literatura hispanoamericana, 988 y El diálogo infinito: una conversación con Jorge Eduardo Eielson, 1995. Desde 1996 está vinculada a la Universidad de Florencia y preside la Fundación Jorge Eielson.

Escribe Martha Canfield : “...El espacio de la poesía es ilimitado y oscuro. O mejor, más precisamente, el espacio que nos separa del acontecimiento poético es una larga tiniebla. Cada palabra que encontramos va abriendo la tiniebla, la hiende, la desgarra, descubriendo en ella jirones de luz a cada paso. El umbral del abismo infunde temor, pero es indispensable deponer las armas para entrar. Al final se llega a un centro y es la plenitud. Pero la dicha dura poco. El orden creado, por un instante perfecto, en seguida resulta fugaz. La onda tumultuosa de lo real invade la quietud feliz de nuestra orilla, trayendo desconcierto y pena. Sólo con el tiempo y no siempre, sino a veces, en la lectura del pasaje escrito, se recupera una sensación de belleza y el recuerdo de una beatitud. Sin embargo, el recuerdo no satisface; al contrario despierta, incita. Y entonces, poco más tarde, nos volvemos a encontrar con la pluma en la mano, única espada admitida. Escribir se vuelve de este modo una compulsión, un drama y una alegría, un oficio infinito, como la vida.

Última actualización: 22/11/2021