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Ion Deaconescu, Rumania

 

Estrella del insomnio


Vienes de tan lejos
Déjame invocar al viento
Que enriquece tu esperanza
O implorar al cielo que cubra
Tus ojos azules iluminados por las flechas
De la mañana.
Tú me dices que hay todavía alguna cosa
Como un reino de silencio
Donde el gesto se petrifica
Por la espera.
Otro arco iris que uno quisiera ver
Florecer sobre la frente de un Dios
Disimulado entre corazones desconocidos.
Tengo miedo que de todo eso
No quede sino una lágrima
Y tú venida de lejos
Como una estrella del insomnio.

El éxtasis de la nada


Los huesos de este cielo, esqueletos sin sombras
Se descomponen en la época de los nenúfares
Sobre las aguas donde caen
Otra luz, otro fruto
Como una divinidad de la nada
Victoriosa en el juicio de los astros
Caídos en desgracia.
Lejos más allá de las pasiones
Un temor se vuelve dicha cuando la palabra no pronunciada
Ya no puede traicionar los confines de la caída de nieve
Y huellas desconocidas sobre el rostro del instante,
Engendran cicatrices y un grito
Se deja escuchar como una evocación.
Esta Nada, un suave soplo
Sobre los ojos de los ángeles aburridos y fríos
Nos intoxican con tantas victorias
Y nos invisten con el despojo del alba
Y con engañosos comienzos
Con fantasmas y sombras solemnes.

El gran despertar


Cómo es pesada el ala
Y excesivamente grande
Para este vuelo, el más largo quizás,
Hacia la dicha de los misterios realizados
Por encima de los abismos de nácar
Puentes y sombras enlazadas caen
Y unas heridas se transforman en flores
En el mástil del barco que nos llevará
A la ribera de la noche sin remisión.
Ella es pesada, el ala,
Sobre el cuerpo de rocío y de palabra no pronunciada todavía
En el gran despertar cuando nos hace falta olvidar todo
Para volvernos el comienzo de lo Efímero Supremo.

Reconocimiento


Aflorar de sí mismo – una especie
De aullido
Cuando la primavera murmuradora ya no te reconoce
Vuelta una cacería en el frío contagioso,
En la traición que salvaje se ha pegado
A los labios que desde hace mucho olvidaron
El beso ardiente
Yo conozco tantas cosas
Es de memoria como he aprendido la danza de la tormenta
Y el olor dejado atrás de ellas
Por las bestias al acecho
Pero nadie puede arrancarlo

La espuela de la duda
Y la acrobacia del pensamiento
A medio camino del silencio y del castigo

Salir de sí mismo
No tiene retorno
Con gritos y recuerdos

Entonces los cordiales perros sabrán arrancar
El hueso más suave del miedo

Oh, no, yo acabo apenas de enseñarle a la soledad
A reconocerme

   Traducciones de Rafael Patiño Goez

Ion Deaconescu  Nació en Tirgu Logresti en 1947. Obra poética publicada: Appareil pour photographier l’âme, 1981; La vase de brume, 1985; L’éternité de l’instant, 1986; La masque pourvoix, 1987; La grammaire du hasard, 1991; La preuve de la solitude, 1993; La réthorique du mirroir, 1995; Zéro Dynamique, 1995; L’etoille de veille, 1995; Le jardin du désert, 1997; Le blessure de l’obscurité, 1998; La fête de la perte, 2001; L’échoinutile, 2002; Nada, 2007; Ailes de lumière, 2009; Cognelicoterrant, 2010; La damnation du poète, 2011.
Al decir de Guillevic, “La poesía de Ion Deaconescu es la búsqueda de una vía dónde vivir plenamente el mundo y el sí mismo. Es a la vez la búsqueda y el miedo a lo extraño. Bella sensibilidad poética y don de la imagen que elevan lo cotidiano a la altura de un horizonte soñado”. Y dice Rafael Alberti: “En sus poemas se dibuja la transparencia del agua limpia en esa hora misteriosa cuando desde el fondo emerge el rostro innombrable de lo profundo y lo enigmático. Con ese temblor emocionante de lo claro y lo abisal, leo los poemas de Ion Deaconescu, su poesía engrandece los márgenes de la verdadera escritura poética.”
…Se dice que, como el grano, como el huevo, como el espermatozoide, la Palabra es la fundadora del mundo, siendo ella la sustancia de los seres y las cosas, su estado natural o esto que es sus mismas causas. Espinoza lo decía para llamar a la sustancia que representa el mismo principio de donde una cosa extrae su ser. En la antigua lingüística India, la sustancia se distingue entre los sonidos, el tacto, los colores, el olor y el gusto, porque ellos son cualidades sustanciales, es decir la sustancia representa sus fundamentos...”.

Última actualización: 28/06/2018