Rodney Saint-Éloi (Haití)
Por:
Rodney Saint-Éloi
Traductor:
Rafael Patiño
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 91-92. Junio de 2012.
Mis amigos indios no mueren jamás en las historias
Mis amigos indios no mueren jamás en las historias
ellos son las águilas rojas del bosque
ellos son los tambores del gran espíritu
ellos son la tierra que levanta la colina
su ruta es el estallido de los brotes
su sueño el silencio de la tundra
su camino el círculo que amplía las mañanas
Mis amigos indios no mueren jamás en las historias
ellos cazan el viento en su pañuelo
ellos plantan árboles gigantes sobre sus pupilas
ellos convocan al lobo ellos convocan al león
ellos son la noche y la luna
ellos son el sol y la aurora
su casa es una piragua incendiada
ellos habitan amores nómadas
el alba arrulla su sueño
la línea de la mano es la avutarda que conduce a la ternura
Mis amigos indios no mueren jamás en las historias
ellos son el salmón de los ríos atormentados
la hoja, la corteza y la planta que curan
la ebriedad está invitada a celebrar la carne del poema
yo parto esta noche, amigos camaradas, a Mingan
allá lejos una reina duerme entre los brazos
del río Romano.
Mis amigos tienen extraños orígenes
Mis amigos tienen extraños orígenes
ellos ostentan el nacimiento salvaje de los cactus
ellos empujan entre la sabana a los despellejados
la mirada solar de las islas los ha moldeado
ellos aprenden demasiado tarde
a repetir la palabra mañana
Mis amigos no conocen ni profesión ni porvenir
esas palabras faltan en su dialecto
esas palabras no dan ritmo a su música
esas palabras no dan florescencia a la rosa de la infancia
esas palabras no animan el soplo de los dioses
esas palabras no son el rumor del bosque
Mis amigos son extraños sobre las aceras
ellos tienen la mirada herida del exilio
ellos vienen de los países que ya no existen
nacidos bajo la lluvia
ellos han crecido bajo el sol
entre el sueño frágil de las montañas
en el espejo de los mares color turquesa
Mis amigos encaminan el negro de las multitudes
ellos marchan por un río
ellos marchan por una roca
ellos marchan por una estrella
ellos marchan por un escalofrío
ellos han vivido para marchar
la urgencia está en sus ojos
su tierra desaparece del mapa
su identidad es una cometa
que la lluvia ha mojado
Mis amigos tienen extraños nacimientos
se les denomina indocumentados
se les denomina refugiados
ellos tienen el corazón entre la mano izquierda
y la sonrisa entre las nubes
ellos cazan pájaros invisibles
para edificar ciudades de agua y de fuego
ciudades soberanas entre todas
ciudades derrumbadas ciudades levantadas
ciudades fuera de las cancillerías
ciudades amargas tierra amarga
Mis amigos tienen extraños orígenes
ellos esconden sus testamentos bajo sus mantos
la canción de cuna de la abuela
la granada del abuelo
la tía que daba la leche y la cabra
la voz del tío rico que prometió una visa a toda la familia
la canción de la aldea que todo el mundo conocía de memoria:
Ve donde quieras, ve allí donde te lleven tus pasos, ve allí donde te conduzca
el azar de la vida. Sabe solamente que la tierra no se desplaza. Muere donde
quieras, entre la soledad del poema o entre la sorpresa del canto de amor.
Tu tierra estará siempre en ti. Ella es el cuerpo, el corazón, la piel, la sangre
y el horizonte que te enseñan.
Mi ciudad es una mujer tan demasiado bella que uno espera
que no cumplirá la cita, ya se sabía
sé la espera para probar su buena fe
para deshacer la ausencia en la presencia
se le espera una vez el día desciende sobre la ventana
la lavanda perfuma la entrada
la flor del naranjero corteja la alcoba
la rosa envanece a la mesa
la escena se hace y se rehace
el espejo es más bello que la imagen
el día cambia de barrio y se canta
que venga la noche que suene la hora
nada ha sonado pese a los secretos decretos
los gestos consentidos reconquistados
este pedazo de canto
este pedazo de corazón
puesto entre la caricia del mobiliario
en el trapo azul extendido
en la escoba desnuda al pie de la puerta
en el aroma de las frutas sobre la mesa
eso debe tener un gusto
eso debe tener un color
eso debe tener una textura
eso debe tener una sintaxis
esta mujer demasiado bella que uno espera
esta hora que espera entre el silencio su derrota
y este vestido que gira entre el recuerdo de las cosas
y esta dicha que se ahoga entre las sombras de la noche
esta ciudad como la mujer esperada desaparece
esta ciudad como el pájaro herido solloza
este aire de blues que hiende el tiempo en cuatro medidas
Para reunir los continentes
Al vivir la parte unificada de los océanos
el poema en adelante aprende a
reunir los continentes
para que soberano sople
el horizonte múltiple del viento
como los infantes terribles
que queman el mapamundi
ellos hollan los territorios de bruma
incendian los imperios las fronteras
todo es entonces un solo y mismo rostro
todo es entonces un solo y mismo país
una multitud en frente al mar
la arena es el misterio de la ciudad
la manada erra entre el desierto
la mar está cerca del corazón de las estrellas
entre la amistad de los soles
el tiempo no dividido
el espacio no dividido
en el deseo voraz de los colores
imaginen una mano empuñada
labios salvajes que se entregan
ventanas que acarician rostros amigos
el poema en adelante surca la ternura del territorio
nada es demasiado bello
para reunir los continentes
LA ABUELA TIDA
Siempre un rostro de mujer liquidará mis deudas.
Édouard J. Maunick
La Abuela Tida tenía una tumba
La Abuela Tida tenía una casa
ella prefería la tumba a la casa
ella alimentaba la tumba con girasoles
ella se las arreglaba para que la casa marchara hacia la tumba
la tumba era entonces un jardín de luces
La Abuela Tida tenía un ataúd
La Abuela Tida tenía un lecho
ella prefería el ataúd al lecho
ella perfumaba todas las noches el ataúd con incienso
elle se las arreglaba para que el lecho estuviera debajo del ataúd
el ataúd podía entonces hablar a las estrellas
La Abuela Tida tenía un vestido blanco
La Abuela Tida amaba su vestido blanco
era éste un vestido lleno de vuelos
La Abuela Tida no había nunca usado este vestido
La Abuela Tida solamente esperaba la muerte
ella cantaba entornando los ojos hacia su vestido:
cuando la paz reine en el cielo
allí estaremos.
Rodney Saint-Éloi Nació en Cavaillon en 1963. Poeta, ensayista y editor. Ha publicado diez libros de poesía y ensayos sobre literatura y pintura. El cuerpo de su obra constituye un lento viaje por las ciudades, a través de los ríos y alrededor de los rostros.
Obra poética: Graffitis pour l’aurore, 1989; Voyelles adultes, 1994; Pierres anonymes, 1994; Cantique d’Emma, 1997; J’avais une ville d’eau de terre et d’arcs-en-cielheureux, 1999; J’ai un arbre dans mapirogue, 2004; Récitatifaupays des ombres, 2011. En su libro “Haiti, Kenbe la…” cuenta la historia del terremoto de 12 de enero de 2010 y lo analiza en paralelo con los problemas estructurales de Haití, lo que el autor denomina el terremoto más global que está sacudiendo a la sociedad haitiana.
El poema es para él “un caballo loco. Abate los muros, franquea el horizonte perdido, obliga el camino a estar entre los ojos atónitos del paseante. Yo marcho, yo marcho entre mi mirada de donde nacen y renacen las mañanas. Poesía de la evidencia para simplemente decir las palabras entre las cuales duermen los sueños, de las palabras vagabundas, de las palabras sol, pan, estrella, pájaro, jardín. La participación: estar al mismo nivel entre la ternura del mundo. También el exilio: lugar de pasaje y de eternidad, como se abre una ventana sobre el océano para ver el cielo, recorrer el mundo, inventar las primaveras ordinarias, estar siempre de pie, los pies entre los sueños, para marchar, porque la ruta lava la memoria. Volver al país natal, al país soñado donde tengo cita con mis sombras entre las calles soleadas, luego volver a partir con provisión de fantasmas, entre la confusión de todo sentimiento geográfico, sin sentido ni certeza, ni aquí ni allá lejos. Yo me dedico a rumiar mil vidas como la mía, mil destinos, mil amores, tanto poemas como canciones para guardar de por vida el corazón y la luz de la infancia...”