Krystyna Rodowska, Polonia
Por:
Krystyna Rodowska
Traductor:
Krystyna Rodowska / Abel Murcia
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 94-95. Julio de 2013.
Exilio
(Fragmento del poemario El Gran Viaje)
La ciudad donde nací
ya no existe
pero seguirás encontrándola
en los mapas de la Europa del Este
Exiliada de la realidad temporal
de varios siglos
no es más que un montón de muros
y fachadas sin alma
Hoy, sus habitantes no son conscientes
de la carga de imágenes que contemplan sus ojos
sin admiración sin horror
Para ellos la ciudad no hizo
sino cambiar de piel
Sus míticos leones ya no cuidan la memoria
de muchos pueblos e idiomas
Aún les sangra la espalda
bajo el látigo del Domador
La casa de la que me arrancaron
sigue viva– según me cuentan
visitada fielmente por sus muertos
*
Recordé largos años
el olor de aquella calle
Guarda hasta hoy todavía
en su cofre de piedra cubierto con la bóveda
del mismísimo cielo
cuatro embarazos de mi abuela materna,
sus llantos al oído del confesor,
sus anillos de oro, aquella férrea mano
que tan bien conocían sus sirvientes, sus hijos,
visitas de las cuñadas solteronas que llegaban de Viena,
las postales ya ocres que llegaban del frente
de una guerra inconsciente de ser la primera,
las rondas de mi futuro padre un pobre estudiante
de medicina alrededor de “la fortaleza”
de la gente acomodada donde una doncella
nostálgica lo seguía con la mirada desde su ventanilla
(una versión más de la historia de Romeo y Julieta)
¿Acaso perduran allá, en el gran cofre de piedra,
los pequeños comerciantes y la catedral de los armenios?
¿Persisten en el aire las mínimas huellas
del acto de desesperación de mi abuelo materno
cuando supo por fin apretarse
la soga en el cuello?
¿Adónde se fueron los que admirababan
la hermosa voz de cantante de mi joven abuela paterna?
¿Enclaustrada ya para siempre en los lazos
conyugales con el mundo de cantos ortodoxos?
Cerraba los ojos a lo largo
de mis años insomnes de huérfana,
prosiguiendo a tientas el olor
de mi ciudad natal –olor tabú, prohibido–
en otros templos, otras puertas, escaleras,
hasta que llegó el día, un día fatal,
en que el dios oculto de mi olfato,
dios guardián de mi infancia de exiliada,
absoluto como la madelaine de Proust,
me abandonó a mi suerte sin remedio
Desde este instante, empujada
por los recuerdos que perdieron sus ojos,
sin ayuda del bastón blanco de los ciegos
no pude menos que visitar
esta ciudad de más, la ciudad extranjera,
que apenas empezaba a abrirse
al turismo bien disciplinado
Con otros del grupo
de los nostálgicos
recorríamos la necropolia ilustre
donde aun las tumbas han sido violadas
*
El regreso al país profundo
está minado
Las hierbas crecieron demasiado altas
Pesa cada vez más
la carga de muertos sin descanso
El paisaje no recuerda mi idioma
Las manchas blancas carcomen la memoria
(1978-1980)
* Se trata de Lwow (Ciudad de los leones) – ciudad multiétnica, plurinacional, que
durante varos siglos perteneció a Polonia; era uno de los más importantes centros
culturales del país en sus confines del Este. Después de la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos de Yalta, pasó a manos de los soviéticos y ahora se encuentra en Ucrania.
Reescrito en castellano por la autora, en octubre-noviembre 2006.
Actividades
Los mudos mienten; habla!
Paul Eluard
Me levanto,
intento descifrar un sueño,
borro la escena
que sin embargo tendrá lugar
A los angustiados les sirvo
la sonrisa impasible de buda,
al final hambriento del poema,
le ofrezco mi propia carne
Me queda
darles una buena limpia
a las creencias que no me reconocen
como suya
Tatuajes
La tela de espacio intercontinental,
color de carbón,
se alarga de cinco, seis, siete horas más
Se puede desabrochar los cinturones
Les vamos servir la cena caliente,
a menos que suceda lo imprevisto
Me tapo las orejas con la ronquera
de un anónimo de jazz, en vez de pastilla
para dormir, tomo una película anodina,
me dejo servir la dosis de choque
de lo irreal en idiomas extranjeros
( a escoger), un mata-tiempo adecuado
para los humanos que rozan las estrellas
Dentro de poco voy a contemplar las palmeras,
Ya veo columpiarse sus penachos
Me lleva la noche que no se acaba
Su cuerpo negro casi no se mueve
La hendidura minúscula en la tela,
Yo – ojo solitario del cielo,
imaginándo los tatuajes invisibles del planeta,
sicódelicamente soy el Todo
¿Cuántas veces me despertaron
las espumas hambrientas del Océano?
?Cuántas veces mandé el saludo a la tierra firme?
No lo sé
Me quedé en la suspensión
*
Las joyas en el fondo del pozo
Las cataratas de niebla más arriba
Adónde voy a caer
Me pierdo o me salvo
Se acercan las cúpulas de palacios
del mundo que no sale de las tinieblas
Me deslumbra el tatuaje sobre la piel
cósmica de la ciudad de Tenochtitlán
No aceches las epifanías
Se insinua la luz en los sueños
Las nubes borran lo que dice
Los ojos abiertos no sirven
No aceches las epifanías
Deja que el esplendor de la evidencia
fulmine tu yo
y lo disuelva
Reincidente
no sentirse realizado hace
que el poema mientras vive
se le escabulla a la forma
e intente de nuevo
liberado de los nudos que lo atan
del principio y el final
de la tirania del ritmo y la sintaxis
experimenta aquello que hasta ahora
no ha reconocido en si mismo
pero no sentirse realizado hace
que inalcanzable se encierre con la llave
en una nueva forma
y lo intente de nuevo
Krystyna Rodowska Nació en Polonia el 20 de abril de 1937. Es poeta, traductora de literatura hispanoamericana y francesa, ensayista, crítica literaria y periodista cultural. Obtuvo su maestría en Letras Francesas en la Universidad de Varsovia. Es autora de siete libros de poemas, entre los cuales el penúltimo Abajo fuego, arriba fuego, 1995, le valió el importante premio de la Fundación de la Cultura. Al final del 2012 publicó el libro de sus poemas selectos Poemas colados 1968-2011. Pertenece a la Asociación de Escritores Polacos y del PEN-Club. Ha traducido y publicado en Polonia entre otros a Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, José Revueltas, Juan Rulfo, Nicanor Parra, Gaston Baquero, Roberto Juarroz, Reina María Rodríguez, Roberto Sosa, Alejandra Pizarnik, y muchos más. A raíz de la publicación de los poemas escogidos de Octavio Paz, Wciąż te same widzenia (Siempre las mismas vistas) en el año 1991 recibió el premio de Literatura en el mundo, en reconocimiento a sus traducciones de poesía hispanoamericana.
Publicado en agosto de 2013