2º Festival Internacional de Poesía
El 2º Festival Internacional de Poesía se realizó del 23 al 29 de abril de 1992, con la presencia de 37 poetas de ocho países de Europa y América: Daniel Samoilovich (Argentina), los cubanos Víctor Rodríguez Nuñez y Antonio Conte, Miguel Donoso Pareja (Ecuador), Carlos Sahagún (España), Adolfo Castañón (México), Edmundo Aray (Venezuela), Antonio Cisneros (Perú), Manipiniktikinia (indígena Kuna-Tule de Panamá), y los colombianos Juan Manuel Roca, José Manuel Arango, Samuel Jaramillo, Eduardo Peláez, Fernando Charry Lara, Rogelio Echavarría, Gabriel Jaime Franco, Rómulo Bustos, Javier Naranjo, Fernando Rendón, Fernando Linero, Guillermo Martínez González, Horacio Benavides, Yirama Castaño, Jairo Guzmán, Jota Arturo Sánchez, Tarcisio Valencia, Margarita Cardona, Rafael Patiño, Jorge Iván Grisales, Jesús Rubén Pasos, Sarah Beatriz Posada, Antonio Correa, Gustavo Garcés, Orlando Gallo, José Libardo Porras, y Luz Helena Cordero.
Se celebraron 16 lecturas de poemas. Intervino el grupo de música "Clave de Luna" del Taller de Artes de Medellín. También se realizaron conferencias y ciclos de cine y videos. Se contó con la colaboración del Instituto Quirama.
Era algo sin precedentes en Colombia, respecto a la participación internacional de poetas, como a la participación de un número considerable de poetas colombianos. Y lo que más sorprende es la asistencia de un gran público, su actitud abierta a los signos que cifran la imagen poética.
Fue un acontecimiento bastante sorprendente por la inmensa concurrencia (20.000 personas a través de los distintos actos). Auditorios totalmente llenos. Se hizo necesario realizar lecturas de poemas en la calle, con megáfonos, al público que no podía entrar a algunos recintos, y que presionaba sobre las puertas de acceso a los auditorios. Estas lecturas sucedían abarrotadas de público, en varios escenarios, simultáneamente.
Así se inaugura, según lo planteado por los organizadores, un nuevo momento en el que "inesperadamente la poesía crece en nuestras vidas, se interpone en el camino de la sangre y espera a la juventud en su propio cuerpo. Escapa de los libros y museos, al desdén aristocrático de los eruditos y se inmiscuye en la torturada sensibilidad de las calles, asaltando el corazón y los sentidos", como dijera la declaración inaugural.
Se abre un territorio para develar al ser la dignidad de la poesía, su acción liberadora y una conciencia del otro. Generación de un oxígeno renovador para la existencia. Se hace posible un nuevo estilo de resistencia vital ante los conflictos que agreden la vida espiritual y cultural, cuya expresión sufría los embates del pánico generalizado. Este aspecto es fundamental para comprender el desarrollo creciente de este evento, cuyas características lo erigen como pionero en una nueva manera de asumir las propuestas de los mundos posibles a través del lenguaje poético.
La actitud de oponer al deterioro, tanto social como espiritual, el lenguaje de la poesía y que en ese propósito participara un sector representativo de la población, hace que el Festival Internacional de Poesía no sea asimilado como un espectáculo más. Por esos días los organizadores declaraban en su convocatoria: "Por su naturaleza misma, la poesía se erige como antídoto contra la barbarie y en sustancia fundamental de conocimiento, en visión y actitud nuevas y renovadoras del espíritu de la urbe conmocionada, sin ella no sería posible un nuevo lenguaje y la esperanza firme de la comunión entre los humanos...".
Fueron días verdaderamente espléndidos, en los que se hizo visible algo hace mucho tiempo olvidado : nuestra capacidad simbolizante, nuestra condición mágica y maravillosa de tener una voz que se vuelve unidad en la multiplicidad, a través del silencio que permite escuchar y es la naturaleza misma de nuestro ser más incógnito.
Uno de los participantes, el poeta mexicano Adolfo Castañón, expresó en una entrevista a la prensa, en aquella ocasión algo que devela uno de los múltiples alcances del Festival:
"En América Latina estamos más preocupados por hablar que por oír, más preocupados por escribir que por leer, más preocupados por aparecer en el escenario que por observar. Y un Festival como éste es una especie de gran apuesta hacia la atención. El valor de esto es el de suspender por un momento el mundo y permitirnos oírlo en sus formas inocentes, originales. Y esas son formas de la atención . No solo vivimos con prisa , sino sin saber qué queremos. Nos hace falta atención...Lo importante de este Festival, aunque suene paradójico, es que llaman la atención sobre el silencio".
Este aspecto destacado por el poeta es esencial para comprender las atmósferas alcanzadas en los recitales, las dimensiones indagadas por cada poeta haciéndolas una realidad colectiva .
La experiencia confirmó que el Festival es un gesto, más que literario, situado en las dimensiones de la catarsis, que logra la liturgia en su más pleno silencio, para que la voz resucite las imágenes. Allí se percibe que, ante la violencia, es posible construir una membrana protectora de imaginación. Todo el efecto oxigenador del II Festival permitió proyectarlo de manera más irradiadora y con la aspiración a una cobertura más amplia en una ciudad afectada por el miedo.