Revista Prometeo 121-122
La tierra fluye como el agua. El agua arde como el fuego. El viento se lleva la materia de la historia que fue.
Somos nada, pero nos estamos fundiendo al todo. La tierra se mueve como un cuerpo vivo. Somos su conciencia en formación como los minerales. Cambian nuestros pensamientos sobre la existencia cada instante. Leemos los caracteres de la vida escritos sobre el libro del ciclón.
Las víctimas del terremoto observaron las edades de la Tierra. Los palestinos conocen bien las edades de la guerra. El odio de la bestia apocalíptica que quiere morir mientras extermina al mundo, acabar su sufrimiento matando. África es la piedra negra del principio. El Vaticano está fundado sobre su fe en el oro.
La tierra se mueve como un río de lava. La historia ha sido instaurada sobre un volcán. Mientras la tierra tiembla hay quienes quieren construir su casa.
Los pueblos pertenecemos a la unidad. Más que de la prehistoria venimos del fuego del origen, de la formación de las capas de la tierra. Los pilares de la vieja arquitectura de la historia, frágiles en sus comienzos, han sido sustituidos por construcciones ilusorias. Nada permanece en pie. Solo viven el amor y la poesía.
Palestina es la confianza humana en lo que nos queda de vida sobre la Tierra. El animal de la guerra se agota. Todo está en ruinas y la infancia humana juega entre los escombros. Podemos volver a empezar.