Thiago de Mello, Brasil
Por:
Thiago de Mello
Traductor:
Mario Benedetti / Arturo Corcuera
PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 81-82. Julio de 2008.
LOS ESTATUTOS DEL HOMBRE
Artículo 1.
Queda decretado que ahora vale la vida,
que ahora vale la verdad,
y que de manos dadas
trabajaremos todos por la vida verdadera.
Artículo 2.
Queda decretado que todos los dlas de la semana,
inclusive los martes más grises,
tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.
Artículo 3.
Queda decretado que, a partir de este instante,
habrá girasoles en todas las ventanas,
que los girasoles tendrán derecho
a abrirse dentro de la sombra;
y que las ventanas deben permanecer el día entero
abiertas para el verde donde crece la esperanza.
Artículo 4.
Queda decretado que el hombre
no precisará nunca más
dudar del hombre.
Que el hombre confiará en el hombre
como la palmera confía en el viento,
como el viento confía en el aire,
como el aire confía en el campo azul del cielo.
Parágrafo único:
El hombre confiará en el hombre
como un niño confía en otro niño.
Artículo 5.
Queda decretado que los hombres
están libres del yugo de la mentira.
Nunca más será preciso usar
la coraza del silencio
ni la armadura de las palabras.
El hombre se sentará en la mesa
con la mirada limpia
porque la verdad pasará a ser servida
antes del postre.
Artículo 6.
Queda establecida, durante diez siglos,
la práctica soñada por el profeta Isaías,
y el lobo y el cordero pastarán juntos
y la comida de ambos tendrá el mismo gusto a aurora.
Artículo 7.
Por decreto irrevocable
queda establecido
el reinado permanente
de la justicia y de la claridad.
Y la alegría será una bandera generosa
para siempre enarbolada
en el alma del pueblo.
Artículo 8.
Queda decretado que el mayor dolor
siempre fue y será siempre
no poder dar amor a quien se ama,
sabiendo que es el agua
quien da a la planta el milagro de la flor.
Artículo 9.
Queda permitido que el pan de cada día
tenga en el hombre la señal de su sudor.
Pero que sobre todo tenga siempre
el caliente sabor de la ternura.
Artículo 10.
Queda permitido a cualquier persona,
a cualquier hora de la vida,
el uso del traje blanco.
Artículo 11.
Queda decretado, por definición,
que el hombre es un animal que ama
y que por eso es bello,
mucho más bello que la estrella de la mañana.
Artículo 12.
Decrétase que nada estará obligado ni prohibido.
Todo será permitido.
Inclusive jugar con los rinocerontes
y caminar por las tardes
con una inmensa begonia en la solapa.
Parágrafo único:
Sólo una cosa queda prohibida:
amar sin amor.
Artículo 13
Queda decretado que el dinero
no podrá nunca más comprar
el sol
de las mañanas venideras.
Expulsado del gran baúl del miedo,
el dinero se transformará en una espada fraternal
para defender el derecho de cantar
y la fiesta del dia que llegó.
Artículo final.
Queda prohibido el uso de la palabra libertad,
la cual será suprimida de los diccionarios
y del pantano engañoso de las bocas.
A partir de este instante
la libertad será algo vivo y transparente,
como un fuego o un río,
o como la semilla del trigo,
y su morada será siempre
el corazón del hombre.
Santiago de Chile, 1964.
Traducción de Pablo Neruda.
MADRUGADA CAMPESINA
Madrugada campesina
aún oscurece en la tierra:
pero es preciso plantar.
Pasó su noche, la noche,
la mañana va a llegar.
Ya no vale la canción
hecha de miedo y remedo
para engañar soledad.
Ahora vale la verdad
cantada simple y por siempre
ahora vale la alegría
que se construye de día
hecha de lucha y de pan.
Siento en el aire que vienen
tiempos de trigo maduro.
Va a ser tiempo de segar.
Ya aparecen los prodigios:
lluvia azul en el maizal,
estalla el frijol en flor,
nueva leche va manando
de mi lejos seringal*.
Ya es casi tiempo de amor.
Del suelo recojo el sol,
* Bosque o conjunto de seringueiras, árbores típicos del nordeste brasileño. (Nota del revisor).
CANTIGA DE CLARIDAD
Campesino, plantas el grano
en lo oscuro —y nace un albor.
Quiero llamarte hermano.
De noche, comiendo pan,
siento el gusto de esa aurora
que te despunta en la mano.
Haces de sombras un haz
de luz para multitudes.
Un compañero tan claro
que vive en la oscuridad.
Y mientras no llegue el día
en que la tierra sea un reino
de trabajo y de alegría,
cantando juntos, alcemos
armas de amor activas.
La rosa ya se hace llama
al hilo del corazón.
Campesino, plantas el grano
en lo oscuro —y nace el alba.
Quiero llamarte hermano.
Traducción de Enrique Lihn.
SONETO DE LA PLAZA DESTERRADA
Cierta noche de abril estuve cerca
del pueblo erguido en esperanza y canto.
Antes nunca jamás mi pecho cierto
de la alegría estuvo, pero el llanto
fue el que bajó, arando en el desierto
de la plaza burlada. Fue mi espanto
menos el ver el corazón cubierto
por el miedo feroz, de torvo manto,
que el descubrir que nadie amar sabía,
como se ama la rosa enamorada,
a la patria pronto degradada.
Ver que nadie en la calle una canción
de amor cantó llamando a rebeldía,
a construir con sangre la alegría.
Traduccíon de Enrique Lihn.
MEDITACIÓN EN REINO DE LA PANTERA AZUL
Viene de pronto, nunca viene
cuando se presiente su llegada.
Llega y es tarde ya y en todo es tarde.
Nunca se muestra entera. Pero es hembra.
Es necesario esperar y seguir siendo
hasta que olfatea
lo que guardas al fondo de tu nombre.
Pero no vale su precio, ni la sórdida
moneda que te exige: nada quiere.
Marcha a tu lado, del que no se aparta,
agazapada en pliegues de la ropa,
le encantan la nuca y los cabellos.
Inmóviles sus manos posadas en los hombros
que nada sienten pero saben: sufren
tanto o más que brasas.
Es igual
a lo que fuera antaño, a lo que fue
en tu jardín una semana antigua.
La víspera parece tan remota
que llega a ser penoso recordarla.
La casa se convierte en selva densa,
hay secretos desvanes nunca vistos
que nos llaman con tibios terciopelos
enseñándonos cantos amorosos
que no saben jamás por qué callaron.
Si te llama a la lucha traicionera,
todo se cubre de ceniza y polvo.
No hay nada pegajoso a no ser los contactos
inesperados como mariposas
que bajan devastando soledades.
El sol de la más vieja primavera
quema tu sangre, estalla en la garganta
que, desde hace cien noches, no dominas
y hay sequedad en tus encías.
deslumbradas surgen las rodillas
que van dejando ver colores curvos
casi a los costados de los muslos.
nada más. El cielo es lo que falta.
Toda azul te acecha la pantera
como si no te conociera —y canta.
De súbito las cosas huecas crujen
y en el más trivial acto de la vida
cifras un interés total: el sortilegio
es terrible y fugaz, porque te ofrece
en un brote de luz la certidumbre
de la inutilidad feroz y fría
de la prenda que te iba seduciendo.
Es ahí cuando, cada cosa, y todas,
incluso la pared, el calendario,
y hasta el cuchillo junto al velador,
los grandes sentimientos, las palabras
altisonantes y los compromisos
como agua pasan, pasan como un rio
de aguas espesas que no corren nunca,
de una espuma podrida recubiertas.
Con todo, luce flores en sus flancos
y distracciones que permiten pájaros,
con ese ardor húmedo de macho,
que ella no deja alzarse de los sótanos
en los cuales contigo se oculta
sabiendo que le cabe la tiniebla.
Y en su reino luminoso clavas
tus huecas raíces de silencio
que se hunden cantando en la tierra.
Santiago de Chile, 1963.
Traducción de Enrique Lihn
COMO UN RIO
Ser, como un río, capaz
de llevar por su cuenta
a la canoa que se cansa
de servir de camino
para la esperanza.
Y de lavar al límpido
la pena de la mancha,
como el río que lleva
y lava.
Crecer para entregar
en la distancia callada
un poder de canción,
como el río descifra
el secreto de la tierra.
Sí el tiempo es de descender,
retener el don de la fuerza
sin dejar de seguir.
Desaparecer incluso
para, subterráneo,
aprender a volver
y cumplir en el trayecto
el oficio de amar.
Como un río aceptar
esas súbitas olas
hechas de impuras aguas
que traen a flote la verdad
oculta en las profundidades.
Como un río, que nace
de otros, saber seguir
siendo junto con otros
y en otros prolongándose
y construir el encuentro
con las grandes aguas
del océano infinito.
Barreirinha, Amazonas, 1978.
Traducción de Adán Méndez.
HACE TIEMPO QUE ESCOGÍ
La luz que me abrió los ojos
para los desheredados
y heridos de la injusticia
no me permite cerrarlos
nunca más, en tanto vivo.
Sea por asco o fatiga
me dispongo a no ver más
y aun cuando el miedo acosa
mis ojos, me es imposible
dejar de ver. La verdad
me ha tocado con su lámina
de amor el centro del ser.
No se trata de escoger
entre ceguera y traición.
Pero si entre ver y hacer
de cuenta que nada vi
o hablar del dolor que veo
y ayudarlo a tener fin,
ya hace tiempo que escogí.
Rio de Janeiro, 1981.
Traducción de Mario Benedetti.
LA LUZ QUE ALUCINA
Mi hijo se murió de madrugada.
Él era un girasol, así de rojo,
como un caballo siempre de perfil,
un avestruz con odio hacia la arena,
un tulipán helado en el volcán.
Temía convertirse en compañero,
llena de espinas lilas la garganta
y anochecía con la voluntad
de romper el secreto en los cristales.
Pero era un ruiseñor si la mañana
llegaba en las laderas de la sierra
cubiertas por un musgo imperdonable.
Mi hijo yace muerto aquí a mi lado:
las estrellas que crecen en sus ojos
iluminan mis yerros más antiguos.
Pero de su tobillo se alza un canto
que me apacigua, porque muestra clavos
que le fueron hundidos por las aguas
que navegamos ciegos y abrazados
cual se abrazan los pájaros que huyen.
Ayer crucé con tres rinocerontes.
Con florido unicornio me llamaban
por el nombre que tuve cuando niño.
Mordidos por los pájaros nocturnos,
con pupilas de asombro me pedían
que con ellos me fuera antes del alba
hacia el sitio en que nacen las estrellas,
en tanto iban hundiéndose en el lodo
cubierto de amatistas y de garzas.
Quiero perderme, mas antes que se hundan,
que me dejen la piel, la piel les pido
que en carne viva sigan por el fango,
que me la dejen para que proteja
lo que aún queda en mi pecho de la infancia.
Rio Andirá Amazonas, 1980.
Traducción de Mario Benedetti.
FELIZ, INSOPORTABLEMENTE
De a poco la luz pierde el resplandor.
A sangre sabe el río y no lo sabe nadie.
Esta es la última oportunidad de verme
por primera vez entero: cara a cara.
(Siempre quise morir
antes de verme como soy).
Prefiero simplificar. Entonces ¿por qué dudo
en revelar las oscuras aguas
que me recorren, esas en donde habitan
peces cenicientos, sordos, que me conocen?
El peor pecado del hombre
es no ser feliz. (El juicio es de Borges,
que era ciego pero descubrió la rosa
encendida en el corazón de una mujer).
Pude ver el fondo de un lago de esmeraldas.
Fui insoportablemente feliz.
Las peores desgracias (también la de existir)
que me hirieron, nada significaron comparadas
con los milagros que viví,
con los mágicos momentos que inventé.
No es preciso ir muy lejos. Cierta noche
de ardiente primavera, viajé
abrazado a los cabellos de una mujer
que me enseñaba a amar como ella amaba,
en el mar de los espacios siderales.
Regresé intacto. Al parecer
transcurrieron eternidades.
Ahora estoy solo. Frente a mí
o entre mi soledad y la noche que me llama,
queda un espacio en el que no hay sitio
para lo que escondí.
Y más de medio siglo de fiesta,
de lágrima, de asombro, de ternura,
se resume inútil en la chispa
de ese tiempo fugaz en que mi ser total,
residuo de memorias, ya se adhiere
imperceptiblemente
al silencio nocturno de la floresta.
En el río Amazonas.
Traducción de Mario Benedetti.
LA CREACIÓN DEL MUNDO
No desfloré a nadie.
La primera mujer que vi desnuda
(era adulta de alma y de cabellos)
fue la primera que me mostro los astros,
pero no fui el primero a quien se los mostró.
Vi el resplandor de sus nalgas
de espaldas a mí: era morena,
mas al darse vuelta fue dorada.
Sonrió porque sus pechos me asombraron,
por mi mirada de adolescente no acostumbrado
a la gloria de la belleza corporal.
Era de mañana en la selva, pero nacían
estrellas de sus brazos y resbalaban
por el cuello, lo recuerdo, era el cuello
Lo que me enseñaba a deletrear secretos
guardados en la clavícula. Pedía,
ya echada de bruces y llamándome,
que posara mis labios por los pétalos
con rocío de la nuca, eran lilas;
que alisara, levemente, con las yemas
las espaldas de espumas y esmeraldas;
quería que mi mano recorriera,
yendo y viniendo, el valle de la columna,
très doucement, porque me cuidaba.
Ella inauguró en mí la alegría
inefable de dar felicidad.
Tanto conocimiento no podía
ser sino innato, pienso ahora.
Pero no.
Era un saber hecho de experiencia,
más que ingenio para transmitirlo.
Ella era de otras aguas, una fuente
de treinta años, que vino desde el Sena
con el destino de darme de beber
— en la aurora de sus ojos, en sus pechos,
en la boca musical, en el mar del vientre,
en la risa de azucena, en la voz densa,
en Las cejas y en el vértice de la piernas—
la miel antigua de la sabiduría,
de saber que el deseo crece cuando entiende
que la chispa se enciende en la ternura,
que las antesalas se prolongan
hasta que uno esté listo para entrar en el cielo.
Traducción de Jorge Enrique Adoum.
LA TERCERA ALA
Traigo una esperanza nueva como la primera claridad
que marca la mañana
de cada ser humano.
Traigo la sabiduría
de los colores que danzan
y ordenados se juntan en el aire
cuando es preciso alumbrar el arco iris.
Traigo el milagro de la vida,
latiendo en el corazón
del recién nacido.
Llego tras el rastro del pájaro
que atravesó el tiempo
y con el trino de su tercera ala
rasga el cielo de la atopía.
Llegas entregándonos, pájaro,
la poesía de tu canto,
certeza de un amanecer
que se posa ya en mi frente,
en la palma de tu mano.
Video: Los estatutos del hombre
Poemas Prometeo 57-58
Poemas Prometeo 65-66
Amadeu Thiago de Mello nació en Barreirinha, Brasil, en 1926, falleció el 15 de enero de 2022. Desde 1951 con la publicación de su libro Silencio y Palabra, su producción poética fue permanente. La colección Viento General consta de una docena de libros publicados antes de 1981.También publicó, entre otros, Los estatutos del hombre; Bochorno en la floresta; Un campo de margaritas; De una vez por todas. Después de estar detenido durante el golpe de Estado en 1964, se exilió en Chile, donde conoció a Pablo Neruda, de quien fue traductor al portugués. También viajó por Argentina, Francia, Alemania y Portugal hasta el fin del régimen militar, cuando volvió a su pueblo natal. Fuje un defensor de la naturaleza y del Amazonas. Al preguntarle si defender la Amazonia y crear conciencia su propósito como poeta respondió: “Existe un bello poema que mi gran amigo Nicolás Guillén escribió y dice en uno de sus versos: “el río es hondo y lleno de monstruos”. Nuestro Amazonas no escapa de esa verdad y la poesía dice la verdad y de ella debemos echar mano para hacer la denuncia, la conciencia. Hace más de diez años que apareció en nuestras aguas un terrible monstruo que los mestizos llaman azogue. Es simplemente mercurio, utilizado por los mineros en el proceso de extracción de oro. Algunas toneladas del metal ya están en el fondo de la cuenca amazónica, principalmente en las aguas que bañan el área de las minas”.