Issa Makhlouf (Líbano, 1955)
Issa Makhlouf (Líbano, 1955)
El testigo
Poco después de medianoche, la plaza pública, cambiando de naturaleza, inicia sus ritos secretos.Entre los numerosos cuchillos que posee, el carnicero escoge uno, el más liviano y el más bello. Brillando desafiante, el cuchillo está ahora en el centro de la arena, como una estela única y luminosa. Brújula dirigida hacia el alma. El carnicero lo levanta a la altura de sus ojos, contempla la hoja que intenta enseguida acariciar con una uña. Lo aproxima de tal modo a su rostro que se diría que el cuchillo vive de su aliento.
El buey degollado pende suntuosamente en la tela de Rembrandt. Como suspendido fuera del sufrimiento y fuera del dolor. Vestido con el solo espanto del pincel que lo pintó. Sin embargo, sobre la plaza pública, el buey que será degollado, él, se encuentra maniatado y tirado por tierra. En algunos instantes, cuando la cuerda llegue a su cuello, después de haberle envuelto las patas y los costados, él comprenderá obscuramente que es demasiado tarde. Que ya no sirve para nada remover el grueso cuello ni las patas, que ya no le queda más que dejarse ir, quiera o no, entre el cuchillo del carnicero. Y es ahí, justamente algunos segundos antes de que el cuello le sea cortado, que el buey lanza un mugido en el que resuenan juntamente la muerte y aquello que está más allá de la muerte. Un llamado, semejante a la señal de partida que lanzan los grandes barcos antes de abandonar las riberas, haciendo vibrar los corazones de los viajeros que temen no regresar jamás. A decir verdad, no se trata solamente de un mugido, sino de un grito. De un grito extrema y sombríamente hablante.
¿Cómo ser testigo de este grito y no aproximarse? ¿Desde qué dolor ancestral ha surgido este grito? ¿Se deja triturar? ¿Se deja borrar por el aire? ¿O bien, se irá a acuclillar en alguna parte entre el aire inmóvil y tranquilo?
Y tú también, ¿qué poder es el tuyo cuando de súbito la sangre de las víctimas se despierta en ti? Estas víctimas que adornarán tu infancia con los vestigios de la muerte e hicieron tintinear en su cielo las campanas del ángel huyendo. Campanas del duelo.
Yo me senté y dibujé a alguien en una sala
de espera luego un hombre que esperaba una mujer una mujer
que esperaba un niño de los niños que esperaban otros niños
yo dibujé un cuarto ojo oscuro entre las
tinieblas mirada
¿Solitario que hacer entre lo oscuro?
Yo dibujé un soldado dormido soñando que él no sería un héroe.
¿Qué dibujé de distinto?
*
Ella me guía de la mano hacia su voz. Ella canta y empuja los trigos. La estrella de mi alba se esconde tras la espera. Le doy una fiesta con un astro inmenso. El pájaro tarde la cita matinal retrocede. Entre la noche su jadeo se eleva como un mástil. Ella enciende una antorcha en el sueño una antorcha entre el espacio que su escalofrío no se comba en el sueño. Ella me guía de la mano hacia su voz Yo sorprendo sus dientes en su desnudez total. La herida se cava en las primeras horas de la noche, ternura abierta a lontananzas en las que nunca tiempo que pasa encuentra alma que viva. La rosa se abre al rojo primordial y último. Su voz perfume de mediodía. Su voz de un hierro sutil vino a escogerme una muerte. Su noveno mes me consume...y la marca que de su paso vendrá.
He encontrado de nuevo en esta mujer
lo que hubo en mí de mujer
mira cuán largo tiempo hace de aquello.
*
Sólo
Una estatua
Sabe adónde dirigir
Su paso
Cuando decide
Huir del jardín.
*
Mirad cómo este pájaro ardiente de espacio se burla de todos nosotros Y a este cuerpo lapidado que permanece indiferente. Durante mi exilio, el alba vendrá dulcemente a mi balcón a aplacar mi sed. Retorno de errancia ¿si yo susurrase al verdugo que tenga un poco de piedad? ¿Quién deposita, cerca de cada recién nacido, como una bolsa, aquello que será su alma?
Que las mujeres se vayan muy lejos que muy lejos ellas alumbren y que muy lejos sea la muerte parecida a este pájaro más presto que el sonido.
*
Después del rayo la luz
reúne sus fuerzas.
Tras la tempestad
el bosque cuenta sus árboles.
Aquellos que vienen sin venir
presagian el viaje.
Aquellos que parten sin partir.