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Ocho antiguos poemas celtas

PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 93. Noviembre de 2012.


(Mítica Colina de Tara -Teamhair-,
donde yacen bajo tierra 500 reyes celtas de la Edad de Hierro)

Versiones de Ambrosio Ferré para Prometeo

 

Canto a Éire

 

(Canción de Amergin, año 1.268 antes de Cristo)

Invoco a la dulce tierra de Éire
Bañada por el pródigo océano de luz.
Fértil es la montaña colmada de fruta,
Fruta esparcida por el bosque de lluvias,
De lluvia es el rio de cascadas,
Cascadas junto al lago de profundo lecho,
Hondo es el pozo de la cumbre,
Una hondonada de tribus es la asamblea.
Una multitud de reyes es Tara,
Tara es la colina de las tribus milesias,
Las tribus milesias de los descendientes de Míl,
De Míl el de los barcos formidables,
Como un barco formidable es la dulce tierra de Éire,
Dulce tierra de Éire cantada con misterio,
Y conjuro de gran conocimiento,
La gran ciencia de las esposas de Bres
Las esposas de Bres de Buaigne
Pero a la inmortal diosa Éire,
Eremon la ha enamorado.
Yo, Amergin, la invoco.
Invoco a la dulce tierra de Éire.

 

Tara

 

(Poema de Fintan, -o Fionntán-, siglo V, de quien se dice que vivió
5.500 años, bajo la forma de salmón, águila y halcón).

Tara Breg, ¿por qué se la nombra así?
¡Cuál es la respuesta, sabios!
¿Cuándo el nombre se separó de su contenido?
¿Y cuándo Tara decidió seguir siendo Tara?

¿Fue en el tiempo de Partolón en los combates,
o durante la conquista de Cesair,
o con Nemed, el del recio valor,
o con Cigal, de miembros arrolladores?

¿Fue con los Fir Bolg, de los grandes barcos,
o con el linaje de los duendes?
¿Decid con cuál de estas invasiones

Tara transmitió su antiguo conocimiento a Tara?
Oh Duban, oh Findchad de espíritu generoso,
oh Bran, oh veloz Cualad,
oh Tuan, oh cinco magnos,
¿Por qué signos se la reconoce a Tara?

En un tiempo fue un gran bosque de avellanos,
en la era del noble hijo de Olicán,
hasta que fue derribado el espeso bosque
por Liath, hijo de Laigne Lethan-glas.

Desde entonces se la llamó Druim Cáin,
la colina a la que venían los grandes hombres,
hasta que llegó la casta Crofhind,
de la hija del célebre Allod.

Cathair Crofhind, sin dilación,
fue su nombre entre los Tuatha de Danaan,
hasta que llegó la justa Tea,
la novia de Éremon, el gigante.

Con altos muros de piedra rodeó su casa
la gran Tea, la del fuerte brillo, hija de Lugaid,
hasta que murió y fue sepultada
al otro lado del muro, y por esto se llama Tara.

El lugar de los reyes fue su nombre,
reinó en Tara el linaje de los milesios
y recibió cinco nombres
desde Fordruim hasta que fue Tara.

Yo soy Fintan, el poeta,
no soy un salmón de un solo río,
aquí fue donde alcancé gran renombre
sobre la sagrada tierra de Tara.

 

Es cerveza lo que cae cuando llueve

(Poema de Loegairé, siglo V, uno de los reyes de Tara, adversario de San Patricio)

¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Es cerveza lo que cae cuando llueve.
Todo ejército en marcha tiene cien mil guerreros:
Y va marchando de reino en reino.

Se escucha la música noble y melodiosa de los dioses:
Se va marchando de reino en reino.
Bebiendo en copas brillantes,
Y se conversa con quien os ama…

Tengo por mujer mía
A Der Grené, hija de Fiachna.
Y también hay una mujer
Para cada uno de mis cincuenta compañeros.

Nos hemos llevado de la llanura de Mag Mell
Treinta calderos, treinta cuernos para beber,
Nos hemos llevado el lamento que canta Maer,
hija de Eochaid, el silencioso.

¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Es cerveza lo que cae cuando llueve.
Todo ejército en marcha tiene cien mil guerreros:
Y va marchando de reino en reino.

 

II


¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Fui dueño de la espada azul.
¡Una noche entre las noches de los dioses!
Y no la entregaría por todo tu reino.


 

El mirlo del lago Laíg


(Poema anónimo, siglo VIII)

El pájaro
Ha silbado
Desde la punta de su pico
De vivo amarillo
Canta su reclamo
Sobre el lago Laíg
Un mirlo en una rama
Un montón de amarillo.

 

 

Epigrama de Áed


(Poema anónimo, siglo IX)

-¿Habéis visto
a Áed de Connacht en el vado?
- Solo vimos su escudo
derrumbado sobre su sombra.


 

Bran el Bienaventurado


(Poema anónimo, siglo IX)

“Llevo una rama del manzano de Emain,
parecida en la forma a las que ya conoces.
Crecen en ellas ramas de plata blanca
y hermosos capullos de flores cristalinas.

Hay una isla muy lejos de estas tierras,
alrededor de ella brillan blancos caballos de mar.
Dibujando contra las orillas su rastro blanco,
se mantienen sobre cuatro fuertes pilares.

Hay un viejo árbol en flor,
sobre el que alegres pájaros cantan a todas horas
en la más dulce armonía,
combinando su canto para marcar las horas.

Aquí nadie conoce la tristeza,
no existe dureza ni sacrificios aquí,
no hay enfermedad, muerte o dolor.
Tal es la vida del justo Emain,
una vida que no se halla en este mundo.

Aparecen entonces huestes de luz
entre el agua brillante,
remando su nave hábilmente hacia la playa.
donde están agrupados entre círculos de piedras,
y una música dulce y libre se eleva entre ellos.

A través del tiempo,
la muchedumbre reunida canta una canción
que no evoca la tristeza;
cientos de voces, todas a coro,
en conjuro de vida y canción de vida eterna.

Emain habita de muchas formas junto al mar,
tanto si está lejos, como si está cerca,
en brillantes tonos las mujeres pasean,
a la orilla del puro y resplandeciente oleaje.

Y si se escucha la melodiosa voz de las rocas
y los pájaros cantores de la tierra de la paz,
al alcance de la mano, esas mujeres caminarán;
pues todos aquí sólo necesitan caminar”.

 

 

Frío


(Poema anónimo, siglo IX)

¡Siempre frío!
La más grande tempestad en todas partes;
los arroyos se han convertido en ríos
y cada lago ha quedado rebosado.

Como un magno mar cada lago se eleva,
cada cosa pequeña es una multitud,
las gotas de lluvia son blocas de escudos,
los copos, son pieles de carnero blanco.

Un pozo es cada sucio charco,
Se alza el llano, un bosque es cada páramo;
no hay refugio para las bandadas de aves que tiemblan
y la blanca nieve nos llega a la cadera.

La escarcha ha cortado los caminos
rodeando, artera, el menhir de Colt:
la tempestad se atrinchera por todos lados
y nadie atina más que a decir “¡Frío!”.

 

La canción de las calaveras


(Poema anónimo, siglo X)

¡Ay, Rey de Reyes,
Rey verdadero de incontables tropas!
Más triste que cualquier otra música
es la música de las calaveras en esta noche fría.

Ven aquí, cráneo de Géagán,
vamos a juntarnos,
es grande la tarea que iniciamos
cantando junto al hijo de Cuilennán.

Éramos tres hermanos anoche,
era grande nuestra fuerza en el ejército,
Aunque esta noche estén nuestros tres cráneos
entonando esta triste canción.

¡Ay, qué gran desgracia!
Es muy breve el lapso entre el domingo y el lunes,
pero es más breve el plazo en que el Rey de las Nubes
puede arrebatar a cada uno la fuerza que tuvo.

A cada uno de nosotros le dio una fruta
el príncipe que mantenía a las mesnadas
comprometiéndonos a hacer sonar
nuestra música lúgubre y triste.

¡Ay, ay!
Cormac cayó en la batalla;
desde que falta su casta en el mundo
ha huido la gloria del rey de Cashel.

Cormac del Túmulo de los Reyes
Reinó sobre el noble Munster;
a todas las órdenes de sus labios obedecieron
lo mismo los fuertes que los débiles.

Es el alba, dejad vuestra música.
¡Ay, ahora debéis marcharos!
Decid adiós por esta noche
y regresad a vuestros cuerpos muertos.

Publicado en noviembre de 2012

Última actualización: 31/08/2018