Ismaël Diadié Haïdara
Nació en Tombuctú, Malí, en 1957. Es poeta, filósofo, ensayista, historiador y narrador, presidente de la Fundación Mahmud Kati en España y Director de la Biblioteca Fondo Kati de Tombuctú, Malí.
Medalla de oro de la ciudad de Toledo - España y miembro de Sites of Conscience de New-York. Estudio Arte dramáticas en el Instituto Nacional de Artes (INA) de Bamako y Filosofía en la Escuela Normal Superior (ENSUP) de Bamako en Malí. Es autor de varios libros y artículos entre ellos: “Le statut du monde. Nécessité, possibilité et contingence chez Ibn Arabi”, Cordoba, 1992; Yawdar Pasha y la conquista saudí del Songhay (1591-1599) Instituto de Estudios almerienses, 1993 y Rabat 1996; L’Espagne musulmane et l’Afrique subsaharienne, Editions Donniya, Bamako, 1997; Les Juifs à Tombouctou, Editions Donniya, Bamako, 1999; Los otros Españoles, mr ediciones, Madrid, 2004; Los últimos Visigodos, rd editores, Sevilla, 2003; Las lamentaciones del viejo Tombo, Maremoto, Málaga, 2006; Abana, Rihla, Córdoba, Almuzara, 2006; Monólogo del un carnero, Árbol de Poe, Málaga, 2012; Zimma, Vaso Roto Mexico, 2014 - Madrid 2015; Tombuctú, Andaluces en la ciudad pérdida del Sahara,(en colaboracíon con Manuel Pimentel) Almazara, 2015; Une cabane au bord de l’eau, Genal, Málaga, 2016; Tebrae pour ma mère, Genal, Málaga, 2017; Sahel, Genal, Málaga 2017; Diario de un Bibliotecario de Tombuctú, Almuzara, Córdoba 2017; De Toledo a Tombuctú (En colaboración con Antonio Llaguno), Ginger APE, Málaga, 2019. De la Sobriedad, Almuzara, Córdoba, 2020; Tebrae, Libros del Aire, Serie Mayor, Boo de Pielagos, Cantabria, 2021.
Esta es una muestra de sus poemas:
Por amor a la soledad
La mejor compañía que he tenido ha sido conmigo
Sentado ante el mar y el infinito.
En los ojos de los paseantes veo laberintos antiguos
y silencios de lenguas muertas en los que calla el amor.
Me gusta visitarme al alba cuando aún duerme la ciudad
Llamar a la puerta, entrar, sentarme a mi lado y tomar un café.
Conozco casi a la perfección mis callejuelas oscuras
Y tantas cosas que se callan en mí.
Confieso que por otros labios y el calor de un beso me he ido.
Extraño he vuelto a veces y me he ofrecido pan y vino
Más he recogido viejas cartas, arreglado la cama, y siempre
me ha gustado ese momento en que juntos vemos las estrellas por la ventana.
Pájaros
Me llamo Ismael
Mi madre me llamaba Lele
Lele es el jugo de la caña de azúcar
No he llegado aquí cruzando el desierto
Ni por Lampedusa ni por el mar de Alborán
He tenido suerte.
Dejé atrás la guerra, una guerra más
Conocí muchas hambrunas
Epidemias, inundaciones
sin arca de Noé ni paloma
¿Por qué seguir hablando?
Los pájaros siguen cantando
y en esa noche oscura
solo se ve entre las palmeras
la callada luna que no hace caso a nadie.
Frente a la quietud de las montañas
Hoy los mártires han quemado un pueblo
y sus arrozales, su ganado y sus casas.
Un marido y su mujer,
el hijo de la vecina que no reconoció,
el vendedor de arroz, sal y especias,
el controlador de pesos,
la loca de los harapos,
el huraño vecino,
este que todos saben que es un ladrón,
todos andan tristes y asustados
con sus maletas y lo que les queda,
descalzos algunos y despeinados.
Unos pierden un dinero ahorrado con pena,
otro no sabe dónde está la sal,
que caiga al suelo da mal augurio,
pero todos van sin saber adónde.
En el camino lloran solos
frente a la quietud de la montaña bajo el cielo azul.
El reloj de arena
El reloj de arena impasible sigue su curso,
grano a grano pasa cada instante.
Los imperios nacen y caen,
los amores se olvidan
y nuevas ruinas de antiguas villas se descubren.
Un día llegará y bajo tierra saldrá
la fundación de nuestras casas,
quizás una mariposa congelada,
caminos medio asfaltados,
faros y restos de naves en el muelle.
Un viejo arqueólogo dirá que son restos
de una vieja civilización avanzada,
otros intentarán descifrar nuestros graffitis,
los restos de comidas y de ropas;
pero, quién sabe,
nadie dirá
en qué lengua hablaban nuestros besos.