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Nimrod

-1959-

Nimrod nació en Koyom, sur de Chad, el 7 de diciembre de 1959. Es poeta, novelista, ensayista, editor y filósofo. Fundó la revista literaria francófona Agotem y las Ediciones Obsidiane. Fue profesor de francés, historia, geografía y filosofía, en Chad y Costa de Marfil. Algunos de sus libros de poesía: Piedra, polvo, 1989, (Premio de La Vocación, 1989); Pasaje al infinito, 1999 (Premio Louise-Labé); En temporada, seguido de Pierre, polvo, 2004; El oro de los ríos, 2010; Babel, Babilonia, 2010 (Premio Max-Jacob 2011); Gente de bruma, 2017. Autor de las novelas Las piernas de Alice, 2001; La partida, 2005; y El baile de los príncipes, 2008, y El cruce de Montparnasse, 2020, así como de los ensayos Tumba de Léopold Sédar Senghor, 2003, y Rosa Parks: no a la discriminación racial, 2008. Recibió igualmente el Premio Ahmadou Kourouma, el Premio Edouard Glissant y el Premio Apollinaire.

Esta es una muestra de sus poemas:

Huelo el polvo

Y el hotel me acoge al borde de su piscina

Eco del cielo    eco de su afortunada longitud
Que me orea   ciencia del amor

Entonces huelo el país
Me lo bebo a grandes tragos

Como un glotón 
    un malcriado 
        un sin modales

La despedida ya se inicia

Océano celeste caído en sus olitas
Como para purificar el azur empañado por el viento arenoso

Es luna llena esta noche pero nadie la contempla
Hermosa iluminadora
                            ice-cream de mis ojos 

Las estrellas se han retraído y la ausencia se extiende
    se extiende 
                de mal humor      

Huelo la suavidad tamizada en sus mismas partículas

Huelo mi infancia

Yamena, miércoles 16 de marzo de 2022

Afino mi carcasa

Afino un busto apenas robusto. 
Se agacha, toma impulso, inicia 
pasos de twist en su propio espejo
Pero el hipo ya sacude su torso ectoplasmático.

Sabe que desciende de pequeños tentáculos 
de humanoides sin fe ni ley. O más bien 
una fe del tamaño de un grano de mostaza 
sin ornamento ni ritual, sin catecismo ni dogma. 
Un humanoide parkinsoniano con la nariz
moquienta que alza pirámides.

¿Cómo pude dejarme dominar
por su pinta rastrera? Dominar 
por su llanura eternamente mía? 
¿Y cómo me liberé de ella sin pompa
sin alcohol bien helado?

Afino mi carcasa, afino mañanas 
elásticas pero sin pegamento ni parche 
y sin quemador de sobrepeso

Soy el bípedo atormentado por su erección 
el varonil siempre eréctil – pobre odiador 
que de repente se voltea hacia una tribu 
de trípodes que le recuerdan su breve pasado.
¡Nacer vivir y envejecer a gran velocidad 
es todo salvo un programa!

Afino una carcasa que se erosiona

Oración

Te alabo, dios de mi salud
Mi Adonai de todos los cielos
Con todos los fuegos que me encantan
Como cuando un niño se enamora
De la brisa su corazón en la brisa
Su aliento sus miembros llenos de aire
Como la inocencia que los ángeles
Esparcen sobre el oro al atardecer.

Te alabo, dios de mi salud
Mi íntimo Adonai que se digna
A escuchar mis salmos de hombre
Asombrado de sentir y amar
De creer y volver a creer
En el poema la oración y la canción
Ya que entre ellos sólo existe
Ese medio grado de ritmo
Que la plenitud engendra

Y allá lejos en el río un baniano
Hace fuerza con todo su peso de verdor