Ashraf Aboul-Yazid
Nació en Banha, Egipto, el 13 de marzo de 1963. Es poeta, novelista y periodista. Algunas de sus obras literarias están traducidas al español, coreano, turco, inglés y persa. Ha publicado sus viajes a más de 33 países en la revista Al-Arabi y otras publicaciones periódicas culturales. Dali ha participado en conferencias culturales internacionales celebradas en Egipto, España, Italia, Alemania, Rusia, Costa Rica, Siria, Yemen, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Marruecos, Arabia Saudita, Omán y la República de Corea.
Es el presidente interino de la AJA (Asociación de Periodistas de Asia). Ganó el Premio Manhae de Literatura en 2014 y el Premio de Periodismo Árabe en Cultura, en 2015, otorgado por Dubai Press Club, EAU, por su obra publicada en la revista Al-Arabi, El arte de la miniatura en la literatura, la historia y el mito.
Presentó a los lectores árabes algunas figuras de la literatura de Corea del Sur, Rusia e Indi. Desde marzo de 2009, ha estado escribiendo aventuras semanales para presentar las ciudades y civilizaciones asiáticas de la Ruta de la Seda a los niños árabes.
Esta es una muestra de sus poemas:
Imágenes bombardeadas
En la plaza,
sobre aceras
tan lisas como la mano de un lago,
vi a un niño.
Despojado de su inocencia,
era la mezcla de una imagen esparcida
compuesta de un mendigo,
un maníaco,
y un marginado.
En una plaza más grande
había una señora entrando a una tienda,
sus pasos eran más rápidos que los latidos del viento,
ella hablaba con el tendero,
y él le entregó,
de sus estantes,
un bebé que lloraba en su cuna.
Ella se sentó a alimentarlo,
mientras el tendero observaba su reloj.
Él le arrebató el bebé de los brazos,
pero ella le mostró
los últimos centavos que tenía,
pidiéndole permiso para terminar
de alimentar el bebé,
pero el tendero se negó.
En una inmensa plaza,
el niño marginado caminaba,
mientras la dama se apresuraba,
y chocaron,
explotaron,
hasta cubrir las aceras de la plaza
con sangre caliente,
que rápido se congeló
Traducción de Carlos Flórez
Una calle en El Cairo
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso,
sólo tiene dos días:
un día para su llegada,
y un día para preparar su partida.
Un día para llorar al verla,
y un día para que ella llore en la escena de la despedida.
Un día para extender sus brazos a los amigos,
y un día para abrazar su espejismo.
Un día para hablarles de la guerra,
y un día para las historias de las víctimas de la guerra.
Un día para la vida,
y un día para una muerte eterna.
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso, recuerda:
Cuando empezó la guerra,
pusieron blancos sobre sus ojos,
le cerraron la boca con
la boquilla del tanque,
y cómo murió, antes de oler
la pólvora.
Al hombre que volvió a casa,
en su breve receso,
una calle del Cairo le da la bienvenida,
y dos aceras
donde él derramó en la distancia entre ellas
las arenas de su exiliado cuerpo desertado,
contando papeles quemados en
guerras perdidas,
bajo el fuego y los postes de la luz.
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso,
semeja esta calle donde
pasan procesiones de tristeza,
dejando sólo dolor.
Una calle en El Cairo
desertada por dos mil años,
llena de árboles secos y gente,
rellenada con una mezcla de barro y huesos,
pero siempre parece un río,
¡como la vida parece la muerte!
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso,
es sólo una calle en El Cairo,
con balcones de desesperanza,
con guerras perdidas bailando dentro de él,
con los pies hundidos en sangre y cadáveres,
aquellos muertos que duermen en su corazón
después de cumplir su papel en las noticias.
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso,
busca una visión
en la mano extendida entre dos ciudades,
con líneas trazadas por años,
hechas de arenas y vientos.
El hombre que volvió a casa,
en su breve receso, pregunta:
"¿Cuántas últimas guerras serán suficientes?"
Traducción de Carlos Flórez
Restauro mi espíritu con tu sombra
Limpio el polvo de la muerte sobre mi cuerpo esparcido,
con la ayuda del aire
que viene de una ventana abierta cada mañana,
en el muro de la distancia entre nosotros.
Trazo los puntos que deja la lluvia
sobre el espejo de mi vida
para escribir tu nombre; te amo,
o dibujar tu boca;
un plato de frutas que revela.
Restauro mi espíritu con tu sombra
y apago la lujuria de la muerte
en tu cuerpo.
Traducción de Carlos Flórez