English
< Regresar

Melissa Merlo

-1969-

Nació en Honduras, en 1969. Es poeta, narradora y ensayista. Miembro de la Asociación Nacional de Escritoras Hondureñas; miembro de la Academia Hondureña de la Lengua y de la Unión de Escritores y Artistas de Honduras. Ha hecho radio, teatro, televisión y cine. Realiza trabajos de investigación, producción y edición de textos para Sofos Ediciones y otras entidades literarias y educativas. Es catedrática de literatura y didáctica en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y coordina el Centro de Investigación y Estudios en Lengua y Literatura CIELL. Sus libros han sido publicados en Honduras, Puerto Rico, Uruguay, Francia, Guatemala, y El Salvador. Su poesía ha sido publicada en revistas impresas y virtuales en varios idiomas.

Ha publicado, entre otros, los libros de poesía: Color cristal, 2007; Para amarte, la palabra, 2019; Amor leve, 2020; Caminante de la noche, 2020; Anoche entre los olivos, 2020; Fruta mordida, 2021; Presagios para el siglo, 2022.

Esta es una muestra de sus poemas:

Ignorantia

Vive la ignorancia 
teñida de colores 
en las butacas del Congreso.
Camina altanera
en los pasillos de la Corte.
Duerme en las sábanas
de los corruptos.
Baña su cuerpo
en babas de cobras y tigres.
Corta sus uñas
en cajas registradoras.
Su cabello tiñe
en el salón de los anarquistas.
La ignorancia es una oveja
con piel de lobo.
El pueblo la espolea
en danza peligrosa
al borde del abismo.

La patria que colibrí se piensa

Cuando te veo patria de colibríes,
me creo capaz de torcer el día 
y exprimir el alma de las cosas.
De darle forma a la justicia 
y cambiar el color de la mañana, 
orfebre de niños sin padre.
Creo que soy alta y grande 
como para defender tu piel.
Creo tener la fuerza de la sangre antigua 
y mis cortas alas vibran 
para alcanzar la última luz de tu tarde.
Cuando te veo patria de colibríes
Me creo inmortal, me creo indómita e insaciable, 
como tu primer deseo al parirme.
Creo llamar al fuego y al agua y al viento 
y a la tierra y hacerlos uno 
para que descanses tu vientre incansable.
Me veo en el fondo de tus ojos, ahogada de amor.
Creo que puedo conjurar las estrellas que altísimas, 
esconden tus secretos de lazos cósmicos.
Cuando te veo patria de colibríes
Creo poder pintar el mar 
desde lo oscuro de esta orilla, 
pero alguien me ha robado el azul… 
lo pintaré de verde, como el alma de este colibrí
esmeralda que liba mis labios con tu beso.

Versos de mármol gris, o la breve historia de una hondureña en Isla de Pinos

En el sueño pinero
tropiezo con las palabras en la ruta de la fantasía.
Se antojan resbaladizas para un sol que no duerme
Los versos de los grandes viven en las esquinas de
Gerona, y los versos de sus hijos fluyen como el
bosque de pinos, altanero, grácil, profundo y verde.

Mis pasos se renuevan en unas sandalias sin tacón.
Me llevan por la ruta de la poesía.
Se detienen en los parques, en las playas negras,
vuelan en alas de mariposas de mármol,
se visten de colores nuevos
y me llevan al encuentro con la vida.
He respirado el aire de Mir y de Martí.
He estado en las puertas de sus casas.
He desatado sus versos de gloria y hambre.
He probado ya el polvo de sus sandalias.

Puedo volver en paz a mi tierra también de pinos, 
y cantar a la vida la gloria de una isla que ha
empujado mis pasos al borde de lo desconocido
y que ha replantado en mi ser
la semilla de la libertad.

Patria honda

Veo la vida por un lente de esperanza.
Está empañado, no es transparente,
ni brilla como las estrellas del cielo de mi madre,
pero es mío, es curioso, es rebelde,
persigue las montañas, los riachuelos, 
los sapos en los charcos, los colibríes, 
el verde claro de los ojos de mi padre.

Veo a mi Patria retratada en la palma de mis manos, 
en la cotidiana muerte, en la niña que calla.
En los ojos de mis hijos vive, con ansias de libertad.
Mi piel es el lienzo que la pinta de rojo, o de amor, 
o de ensueño.

Tierra de tristes pinos, de mares agitados, de gente con sonrisa, 
bendice mi casa, patria triste, patria mía.
Llegó la hora del hambre, 
que el milagro de tu hondura multiplique los panes.

Atardece

La tarde zurce apacible una tibia nube a mi falda,
mientras tanto es un mosaico de celajes 
y siluetas de montañas, 
es alondras oscuras sin itinerario de vuelo, 
es acacias florecidas que cabalgan a la noche,
es semillas voladoras en el poniente de las cinco,
que caen en tierra fértil todas y ninguna.

Se cierra el horizonte a la sombra de Tegucigalpa.
La muerte se anuncia en las campanadas de las seis,
eterna compañera de este pueblo sin memoria,
donde agonizan la paz y la justicia cada tres minutos,
donde el amor se muere
y la muerte se amora.

La herida de la patria atardece en mi vientre
que espera la noche, 
casa y cama del amor.
Yo le ofrezco libertad.