Barbara Pogačnik
Es una poeta eslovena, traductora, crítica literaria y promotora de literatura, graduada de la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, y completó su maestría en la Sorbona de París, se encuentra entre las voces eslovenas más traducidas de su generación. Ha publicado cuatro libros de poesía: Poplave (Inundaciones, 2007), V množici izgubljeni papir (Hojas de papel perdidas entre la multitud, 2008), Modrina hiše / El azul de la casa (2013) y Alica v deželi plaščev (Alicia en la tierra de los abrigos, 2016). Su libro Footsteps on rice (Huellas en arroz) está próximo a publicarse. También escribe cuentos y ensayos. Su poesía traducida ha aparecido en revistas y antologías en treinta y cuatro idiomas, ha participado en más de ochenta festivales y manifestaciones literarias diferentes en todo el mundo.
En sus traducciones han aparecido más de doscientos autores, principalmente del francés, pero también del inglés, italiano, serbio, croata y español. Ha sido miembro de varios jurados literarios, es miembro de PEN y formó parte de la junta directiva de la Asociación de Escritores Eslovenos y del Centro Esloveno PEN. Actualmente trabaja como directora de la Organización Eslovena de Gestión Colectiva de Derechos de Autor en Literatura ZAMP.
El trasfondo filosófico de Pogačnik, brilla a través de su poesía de los sentidos. Llenos de asombro y sentimientos de extrañeza, las personas contemplan una realidad que ya no corresponde a la lógica normal, sino que -a través de las palabras de la poeta- es transportada a una nueva realidad. Pogačnik demuestra así la poca certeza que tenemos sobre lo que realmente significa el mundo para nosotros. (Jan Baeke, Poetry Internacional Róterdam).
Esta es una muestra de sus poemas:
Sillón cola de pez
Bajo el mar.
Bajo el mar.
El fondo escabroso de un paisaje arrugado
atrapa tu mirada, cruzando el pueblo,
los colores naranjas de la basura y las palabras.
Cada día emerges bajo la superficie del mar,
protegido por la caparazón de tu cuerpo.
Cada día, una enorme salpicadura vuelca el silencio de tus hombros
en tu corazón y lo encierra contra el día.
Cada día un tintineo de números
redondea un poco de espacio en tu estómago.
El día se ahoga en un aliento, pero tú, tarde en la noche,
aún rehúsas hundirte hasta el fondo como una moneda solitaria.
Este fondo sin sonido aquí es nuestro saco mutuo
adonde hemos tenido que correr,
tú, erizo con suaves púas de esponja.
Mientras abrimos los ojos, adentro hay oscuridad total,
tu piel se abre como una cremallera detrás de tu nuca
y sale a borbotones tu tristeza, convirtiéndose en oruga blanca
suavemente acurrucándose contra ti.
En aquel momento, tomas aire,
y un día sin mariposas amanece.
Traducción de Arturo Fuentes,
a partir de la traducción inglesa de Ana Jelnikar
Mudarse de casa
Las puertas se vuelven torsos, una pierna se enreda
dentro de una sonrisa y el apartamento entero se rinde a la tardanza.
Los chicos de la mudanza vienen de todos lados, insertan
sus metros incluso por las grietas de la pared,
sus cintas adhesivas golpeando hasta llegar a la calle.
Espero mientras envuelven todas las imágenes de la televisión,
los olores de los restaurantes, gestos, el flujo de la gente.
Los medidores de días y horas felices de la familia gritona,
Penetran desagües y tuberías. Todo lo que siempre
hemos escondido tras armarios y bajo el piso,
ahora socializa abiertamente con estos mapaches.
A simple vista, nos paramos en el centro de todas las habitaciones.
Bajo el impacto de las sombras rotas
y muchos tés bebidos hasta el fondo,
algunas migajas escapan de
nuestras numerosas e invisibles partidas.
Qué extraño: como si las migajas se hubieran situado
entre todas las llamadas, estoy atrapada con ellas en el espacio sonoro,
como si las habitaciones al juntarse me fueran a elevar a las alturas
en vez de descuartizarme.
Traducción de Arturo Fuentes,
a partir de la traducción inglesa de Ana Jelnikar y Stephen Watts
Tiempo indefinido de la vida
Como pequeños peces, jugábamos en torno a anzuelos de acero,
las tardes se teñían de clara agua de mar,
rojas vejigas de aire brotaban de nuestra piel,
arrebatados sin cesar –todo esto nos marcaba.
Esta rebelión hizo que esta aceitosa mirada entrecerrada pareciera
desaparecer. Silencioso, el tiempo se acumulaba y dispersaba como hojas ondulantes.
Los pesos del viejo casco fallaron y el barco no encuentra amarres –
los muertos vienen siempre hasta la orilla, riñendo
sobre nuestros periódicos, discutiendo acerca del almuerzo.
Sus consejos escritos en un palimpsesto ilegible
elevan sombreros, se llevan los autos.
Desde entonces, los libros han sido cargados de polvo,
como escurridizas ensaladas verdes mezcladas con el mundo.
Cuánto tiempo en la cocina, cuánta tinta,
cuándo un hombre pierde su sentido del apetito – su
percepción de las generaciones. Intentamos salar un plato apenas probado,
pero el niño salta sobre el poyo de la cocina desde el borde de la mirada
y la sal casi se derrama.
Arrastro estas cosas desde el profundo olvido,
desde el borde de la disolución. Es como salar un pescado vivo todavía.
Quizá lo que importa en el fondo es esta tierna oscuridad
en la que es perfectamente natural dejar que todos los tiempos de la vida
duerman, alternancias de frías y cálidas corrientes.
Traducción de Arturo Fuentes,
a partir de la traducción inglesa de Maruša Vidic y Anthony McCann
Lluvia sobre los olivos
No conoces tu desconocimiento
Sólo la lluvia sobre los olivos puede compararse con todo esto-
cuando nos separamos, las nubes nos envuelven como un rollo suizo,
abandonándonos al vasto espacio de la coincidencia.
Los dientes de las islas brillan tenuemente en el sutra lluvioso.
La mañana, con sus cajas de verduras descargadas
permanece detrás del barco de vapor mientras rema
sin cesar junto a la lluvia brillante.
Las manos hinchadas de las nubes crecen como masa,
lluvia cae bajo nuestros párpados mientras dormimos, llueve sobre las olivas.
Puedes oír las ligeras alas de las mariposas batiendo justo sobre la superficie del mar.
La proa del barco Marina golpea el agua como los suspiros de pecho
de generales de hierro.
Cada que el viento sopla en dirección opuesta, revolotea entre nuestros dedos,
una totora que se alza se frota
contra las manos hablantes de los árboles por encima de nosotros dos,
contra la hierba erguida bajo el agua, y las capas de cielo
en las manos suaves de piedras sumergidas, que crecieron agitadas.
El gato gris mueve las orejas por encima del sueño,
la lluvia cae verde oliva sobre las lianas desatadas de las amarras del barco.
Las manos de los árboles y las manos del agua se entrechocan.
Nosotros también entrechocamos nuestras manos, cada uno con su propia lluvia.
Nos sentamos uno ante el otro bajo el agua, ajedrecistas pensativos
atrapados en una atarraya. Nuestras piezas se mueven por el tablero
como cuerdas delgadas arrastradas por chispas azules.
El camino nos lleva a través de capas brillantes de cambios marinos,
pero en realidad viajamos por el vientre pesado de una mujer embarazada.
Ciñes tu camino hacia Liubliana como un cinturón de oro,
y aun así, no resuelves el acertijo.
El resplandor se acerca, se vierte sobre la vasta superficie del mar.
Viene llevándome en sus manos como una fruta en el mercado,
ruñendo su camino bajo el agua con sus hambrientos ojos de gato.
Pequeños gatos de mar atacan el vientre,
pero ¿qué haremos con palabras? ¡Oh, la progenie desaparecida de los peces!
Pasamos por mares y ciudades como agujas por la garganta carnal del silencio,
nuestro desconocimiento, nuestra ventana al mundo,
la lluvia se pone piramidal sobre el rojo lecho solar.
En su camino hacia el universo, el pan vuela desde estantes cubiertos de harina,
dando señales, como un conductor, a estantes en bibliotecas oscuras.
A pesar de la seriedad del momento, libros brillan sobre todo lo
que vuela hacia ellos y cae desde ellos:
peces vivos y a la parrilla nadan en los libros,
de ellos caen ropas coloridas y partituras musicales.
Habitaciones se multiplican y grupos de personas emergen de ellas.
Todas ellas exhalan una simple pregunta:
¿Cómo sobrevives al mar cuando se derrama desde ti?
Traducción de Arturo Fuentes,
a partir de la traducción inglesa de Erica Johnson Debeljak