Mario Meléndez
Es un poeta chileno nacido en Linares. Entre sus libros figuran: Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec, Jardín de escombros y El mago de la soledad. Parte de su obra se ha traducido a diversos idiomas. En 2012 fija su residencia en Italia y al año siguiente recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fondazione Internazionale Don Luigi di Liegro. En 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (Madrid: ed. Visor). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. En 2018 regresa a Chile para asumir como editor general de la Fundación Vicente Huidobro. A comienzos de 2022, RIL editores publica su obra poética reunida bajo el título Apuntes para una leyenda. Es considerado una de las voces más originales de la nueva poesía latinoamericana.
Esta es una muestra de sus poemas:
Arte poética
Una vaca pasta en nuestra memoria
la sangre escapa de las ubres
el paisaje es muerto de un disparo
La vaca insiste con su rutina
su cola espanta el aburrimiento
el paisaje resucita en cámara lenta
La vaca abandona el paisaje
continuamos escuchando los mugidos
nuestra memoria pasta ahora
en esa inmensa soledad
El paisaje deja nuestra memoria
las palabras cambian de nombre
nos quedamos llorando
sobre la página en blanco
La vaca pasta ahora en el vacío
las palabras están montadas sobre ella
el lenguaje se burla de nosotros
Recuerdos del futuro
Mi hermana me despertó muy temprano
esa mañana y me dijo
“Levántate, tienes que venir a ver esto
el mar se ha llenado de estrellas”
Maravillado por aquella revelación
me vestí apresuradamente y pensé
“Si el mar se ha llenado de estrellas
yo debo tomar el primer avión
y recoger todos los peces del cielo”
Abrígate, Gladys
a Gladys Marín
Abrígate, Gladys
que la muerte tiene los pies helados
y una lágrima en la sien
No bastarán tus rojos huesos para este viaje
ni la saliva de tu corazón
Date trato
que hay lombrices añorando tus entrañas
tus axilas luminosas
tus rodillas que adivinan el país de los enanos
Ve despacio
no te olvides de marchar entre las tumbas
no te canses
y ojo con las hormigas que te deprimen
con aquéllas que presienten tu color desde lejos
tu color sin maquillaje, tus encías de viento
tu cabello enjaulado que crece cuando ríes
compañera de las horas golpeadas
todo vale en esta noche sin orillas
donde la eternidad pasa descalza entre tus muertos
y tiene hambre de abrazarte
porque sabe que tus gestos resucitan
y se echan a volar sin despedirse
y se pierden en la patria de los sueños
y ya no vuelven
Qué harás ahora sin ti
sin tu esqueleto de pan mojado
sin tus pechos que ladran de orgullo
sin tus sábanas heridas
ahora que la ausencia se desviste para otros
qué harás bajo la tierra sin conocer a nadie
Abrígate, Gladys
y amarra bien tus cenizas por si te arrepientes
[Vi a Dios por el espejo retrovisor]
Si no es pariente de Dios
no se acerque por estos lados
el cielo es una bolsa de gatos
Vi a Dios por el espejo retrovisor
mientras salíamos de un túnel transparente
Viajábamos a toda velocidad
vestidos para una fiesta de cenizas
Cada quien llevaba una máscara
y una piedra atada al cuello
para lanzarnos en el primer río
Vagamos toda la noche por un desierto de sal
delirando con la tierra prometida
En el asiento trasero las musas bostezaban
sacaban sus pechos por la ventana
como si fueran restos arqueológicos
Los gatos que olvidamos en la cajuela
nos habían predicho el futuro
Ninguno verá el amanecer, confesaron
con una certeza que nos paraba los pelos
En la última gasolinera compramos tabaco
y alimentamos los gatos antes de abandonarlos
Maullaban a un lado del camino
cuando encendimos motores
La luna era una trenza de ajo
pegada al parabrisas
las estrellas semejaban estacas
que añoraban nuestro corazón
Con los primeros rayos de luz
comenzamos a desaparecer
Razón tenían los gatos, dije
subiendo el volumen de la radio
mientras veía a los Sex Pistols
por el espejo retrovisor