Karel Leyva
Nació en Cuba en 1975. Es poeta, ensayista y promotor cultural. Vicepresidente del grupo literario Aladécima del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado; Presidente de la Sección de Poesía de la UNEAC, Coordinador Festival Internacional de Poesía de la Habana y del Movimiento Poético Mundial para Cuba; Coordinador del Capitulo Cubano del Movimiento Poético Mundial.
Ha publicado los libros Ágape Inconexo (Edit Hipocampo 2001), Cambios de marea 2 (Ediciones Naderau 2005 y Santiago 2008), Escenas cotidianas (ediciones Colección Sur 2010), Sucesiones (colección La hoja murmurante, editorial La tinta del Alcatraz, Toluca México, 2015), Vitral (colección Sur, 2020). Obtuvo, entre otros premios, el Primer Premio en el Concurso Nacional de Poesía erótica Farraluque (2001 y 2006), el Tercer Premio en el Concurso Nacional de Poesía Regino Pedroso y el Premio Internacional de Poesía Nosside Caribe, 2005. Se le confirió la Distinción Gitana Tropical de La Habana en 2019 y Medalla 45 aniversario del Periódico Trabajadores en 2020, entre otros. En 2020 fue embestido como Embajador de Buena Voluntad del Foro Internacional de Creatividad y Humanidad del Reino de Marruecos y de la Fundación Mil Mentes Por México, y en 2021 le fue conferido el Doctorado Honoris Causa Foro Internacional de Creatividad y Humanidad del Reino de Marruecos y de la Fundación Mil Mentes Por México. Premio César Vallejo 2021 a la excelencia Literaria de la Unión Hispanoamericana de escritores.
Colabora con los sitios web Cubaliteraria, La Jiribilla y Esquife entre otros. Es coordinador nacional de World Poetry Movement.
Esta es una muestra de sus poemas:
Ágape inconexo
Dobla el periódico
Lo vuelve un catalejo
Toda la luz de golpe
Se disfraz
Ha comenzado el ciclo de la rosa
gema
cristal
recuerdos
blanco y negro
Parado frente al ojo está el deseo
el modo de invocar
la mano abierta
ya danza el voyerista
repite una fricción sobre lo terso
ágape inconexo del que acecha
Dobla el papel a
acorta la distancia
Llega la luz
el cuerpo se le escapa
Vitral
Ha muerto un niño en las costas de Europa,
en el Paso de los Vientos,
en el Magreb, las calles de Camberra,
en el alto Perú,
en el estrecho al norte de la isla,
en un parqueo de autos de Milán,
en las aulas baleadas de Columbia,
degollado en Palmira,
hambriento en Nueva Delhi,
despedazado por las sangrientas fauces de la guerra,
con los pulmones grises del smog, la pega, los cigarros.
El niño ha muerto cerca del olvido,
es su verdugo el hombre,
el capital, la bala, la ignorancia.
Un espejismo fatuo está en proscenio,
su cuerpo diminuto,
el rostro múltiple,
los ojos cercenados.
No es posible abrazar su anatomía,
un cristal nos lo aleja,
mientras la voz de alarma anuncia que el naufragio
se ha debido a un posible hacinamiento,
que su muerte en las calles,
en las minas de oro,
en las arenas movedizas,
bajo el filo voraz de los cuchillos,
el disparo, los kilos, las pedradas;
es un hecho casual y lamentable,
de difícil pronóstico y frecuencia mayor de la esperada.
Underground
Las doce de la noche en el subterráneo de Milán
después de bordear la línea rosa
con el pudor de los que estamos al otro lado de la esfera
y la curiosidad de un colegial
apretando las manos sobre la bolsa plástica
en la que guardas un pedazo de pastel
para comerlo temprano camino a la Fábrica de Vapor.
Nadie te ve.
A pesar de tu extraña condición de no emigrante
de turista de bajo consumo
de clase comercial para el retorno.
Te guía la diminuta letra en el papel
que no quieres cambiar de bolsillo
con tal de que la suerte te siga acompañando.
Acabó la primera función
te llamarán, no dudes, te llamarán.
Al menos para que veas
cómo se puede ser un reo felizmente condenado
en los cuartones de último modelo.
No recuerdas el nombre de la fermata
no quieres preguntar.
Te dijeron que fueras cuidadoso
no vaya a ser que alguien te confunda
y termines pagando demasiados desaciertos.
Eres un espécimen que vive del abrazo
de la mirada cómplice
que inflama la memoria.
Estás sentado en el vagón
que te conduce irremediablemente al este
como todos los ríos
como todas las canciones que atraviesan la noche.