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Touria Majdouline

Poeta y escritora marroquí. Doctora en crítica y artes modernas. Profesora de la Universidad Mohamed V, Facultad de Letras de Rabat. Exsecretaria General de la Comisión Nacional Marroquí de la Educación, la Cultura y las Ciencias (UNESCO), pertenece a la Casa de la Poesía de Marruecos. Obtuvo el premio de poesía Nazik El Malaika en 2011, del Ministerio de Cultura de Irak, y el premio ESESCO de la Cultura en 2012. Ha publicado los poemarios: Hojas en ceniza, 1993; Los cansados, 2000; Un cielo que se me parece, 2005; ¿Qué memoria te basta?, 2008; Más allá de la distancia, 2015; y Nada más hermoso, 2023. En crítica literaria ha publicado: Dinámica de la acción dramática en el teatro, 2005 y Visión y máscara, 2016.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Abro una ventana en la piedra

Una patria que no comienza con tu nombre
es exilio
Un día que no brota de tus labios
es piedra que se despereza.
En la memoria hay muchos universos
y yo, aislada
No perfilo mi abecedario
y no llego a mi extremo...
Regresando
de la encrucijada de la imaginación
regresando del silencio del espejismo,
lleno la mitad de la copa para ti
y la otra mitad para la alegoría del poema;
sueño con la mitad de la imaginación
y dejo la otra mitad para una nueva posibilidad
Pienso en un huerto de cerezas 
Entonces ¿de dónde
brota el cactus?
Oh! patria del exilio
siéntate frente a mí
y déjame resolver mi desacuerdo contigo
quitar de tus labios
las espinas de la palabra
escamondar las letras de tu cuerpo;
mi fantasía te puede recuperar plenamente,
te puede arrastrar como un río
hacia la cama de la tierra!
Mi pulso se detiene en los bordes de tu nombre
que vaga por mi sangre
como un viento indolente
Y pregunto:
¿Cómo te ausentas y eres el anclado en el ojo?
Siéntate frente a mí
y levanta muy alto tu copa
ven
intercambiemos pedacitos del cariño,
deja que tu narciso duerma un poco
Y abre tus estaciones
para el enjambre de las palabras
Esta es mi sangre
más negra que la noche del forastero
ésta es mi voz
se parece al viento mojado
Se han quemado mis ojos y me quedo
en la oscuridad del alma
escudriñando el dolor.

Una de mis partes acecha algunas de mis partes
Y ¡oh, sola
mi alma que baila en la oscuridad de la luz!
Sé lo que quieras
y deja que las letras duerman sin puntos.
Quita el abrigo de la oscuridad de tu cielo
para que florezcan las violetas
y aparezcan los campos del saúco y del naranjo agrio,
no queda de la biografía de los días
más que una ficción amarga
y un ritmo monótono.
No quedan
sino las pezuñas del poema,
en el sueño prófugo
sino el sentimiento de la fragilidad en la piedra
sino un deseo ilusorio
y una imaginación inquieta.
Dime, pues, 
¿qué es lo que te empuja a sentarte
en el patio del poema,
acechando su imagen húmeda
como un guardia nocturno?
¡Oh! ¡País! donde se dispersan los incógnitos?
Tu copa está vacía,
Tu mano está llena del adiós, escolta la ilusión a "su última cena".
Déjame, pues,
abrir una ventana en la piedra
para que no me distraigan las hermosas pérdidas
más de lo necesario!

¡Oh patria del jazmín!
Arroja el anónimo en mí
No te pierdas el significado,
¡No eches las entrañas en llamas!
Basta con que arda como un jardín de fuego
entre el ruido del recuerdo
y el aburrimiento del olvido...
No dejes que el viento resople detrás de mi
como la infancia.
 
No me pararé sola en el poema,
Teñiré el abrigo de clavo
Y le prestaré mi cuerpo.
Incitaré a los dioses
para que despierten
el deseo de mi idioma
y el cielo tiembla sobre el tronco de la tierra
me pondré la camisa del viento que
 me acompañó durante mucho tiempo
y le diré:
¡Oh viento!
de ahora hasta la última ida
Sé mi cama deseada…

Me siento en el inicio de mi exilio.

El país que...

El país que florece en nosotros todos los días,
y nos mata todos los días.
El país que germina en nuestras sombras
como un hermoso sueño,
y aúlla como una guitarra en duelo,
canta nuestros dolores ardientes…
El país que escondió su noche en nuestra sangre
y habita nuestra conversación diaria,
ahora descansa un rato
de los reproches de sus amantes;
esquiva esta larga noche,
y practica el sueño hasta la mañana
***
Amigo mío, si tuviera que 
recuperar mi sangre de la torre de rosas,
mi sangre que canta en las venas de la patria,
saludándome,
Y si tuviera que recuperar mi nombre
del libro de la pasión,
y dibujarle alas para que vuele,
escogería este país otra vez.
El país que
aúlla como un lobo en mi sangre,
y que surge cada vez que pienso alejarme...
¡Amigo mío!,
descendiente de las nubes,
al coger las brasas del país,
silencioso como el espacio,
sólo como el instante del amanecer,
abundante como la ausencia;
¡Recuerda el olor del mar al irte!
Recuerda los pájaros de mi corazón, 
mientras lees nuestra historia vencida,
y las viejas cartas crueles.
***
Puede que se vayan las estaciones que nos unieron,
puede que sangren los lugares,
pero este país es una espada
que mora en el cuello del habla!
¡Ninguna distancia nos aleja 
y ninguna cercanía nos aproxima!
***
¡Amigo mío!
no tengo prisa para recolectar la verdad
de la boca del sueño.
Puede que sea de la dinastía de la lluvia.
Reboso a veces en los espejos del río,
y lleno tu vaso con las aguas de la nostalgia;
pues, dale tiempo a mis palabras,
para restaurar el camino de la mañana
y sostener el país! 
Soy tu pozo repleto;
parte de mí es fruto del tiempo
y la otra parte,
es un cielo que nunca envejece.
Con mi amor preparo un lugar suficiente para la tarde,
y dibujo ventanas para el canto,
y sigo repitiendo:
¡Oh país que me enseñó sus brasas,
y voló
como un sueño errante en la oscuridad!
Ninguna mañana llega
para que le cuente lo que hizo la noche.
No hay suficiente tiempo para los reproches …
Ninguna puerta se abre
para que entremos a otra mañana desinteresada por nuestros gemidos.
No hay suficiente papel para llenarlo 
con nuestros sueños;
¡baila, pues, lejos mi, ciego país!
¡Y citémonos para la tarde!
***
No estoy cansada, amigo mío
Y no me preocupa una luna 
que germina en mi noche después de ti…
Puede que se marchite el sueño en nosotros,
y que se apaguen los espejos 
y que me quede sola como un extranjero 
aquí y allá,
Me siento en el vacío.
pongo el país sobre el ala de un poema,
y derramo lo que queda de la sal de mis lágrimas
en mi camino hacia ti,
hacia él.
Déjame, pues, gritar
Al oído del país:
Soy tu espejo retórico,
dibujo la sombra del ruiseñor en el habla,
y escribo poesía en los bordes de tu noche
y camino en ti.
Hilo un pañuelo de arena para los pies de tus mares...
Déjame llenar tu vaso con palabras,
tal vez ardan en tu boca...
Déjame silbar el poema
en tu silencio.

***
Es el país, amigo mío,
nuestra conversación más larga.
Es el país
nuestra lágrima traidora...

Gemelo de la brasa

¡Oh, corazón,
Oh, ¡gemelo de la brasa!
El sabor de este otoño es amargo
y los vientos que germinan en el patio del alma,
cavan dentro de mi camino de tristeza.
¿Qué cielo anhelas?
¿Y qué rupturas son más duras?
Y si gritas fuerte y te destrozas,
¿Quién sino yo remendará tu pared?
Nadie en el mundo necesita tus velas.
 Sola, escucho el jazmín que canta en tus latidos,
 Sola, coloreo las salas vacías de tu adentro,
y pinto en sus paredes albahacas y soles,
y escribo cartas a quienes amo y que se marcharon.
Camino en tus corredores,
labro la luz,
y amanso las venas para preservar la vida,
en compañía de la desesperanza de los poetas,
y de las nubes ya confeccionadas 
con las lágrimas de las enamoradas.
Y detrás de mí, mis pequeños pecados.
¡Quédate quieto, corazón mío!
¡Ten cuidado en los últimos momentos de la vida
y no te alarmes!
Ya no estoy sola,
El frío negro que llenaba la ausencia
desaparece ahora detrás de la sombra de las palabras.
Ya no me hablo como los peripatéticos, 
y el aire, que parecía negro y violento,
se derrama ahora a mi alrededor, asombrado
como un viejo amante que atraviesa mi sombra con su aliento...

¡Oh corazón, Oh, ¡gemelo de la brasa!
¡No florezcas otra vez en esta tierra!
¡Mantén tu anhelo dentro de ti,
y lleva tus lágrimas fuera de las palabras!
¡Nunca anheles tierra alguna!
y déjame terminar mi sentido!

No estoy sola,
y mi almohada no está fría,
y no tengo miedo a la muerte de noche, sin que nadie me vea.
Oh, parte de mí, la vida es ridícula, y el mundo apagado,
Sólo los recuerdos se vislumbran desde lejos,
meciéndose en los prados del cuerpo
como anémonas. 
y yo me parezco a la canción del viento.
Abro las ventanas para volar alto
Y sollozo en el espacio...