Camilo Garzón
Nació en Zipaquirá, Colombia, en 1989. Es artista plástico y creador de textos. Su interés creativo tiene una estrecha relación con la estética urbana y decadente. Experimenta con la imagen, el objeto y las palabras. Es autor del libro Poesía Caníbal. Publicado por Fallidos editores 2021. Es autor del libro 3:17, publicado por Mo ediciones, sello editorial contraviento (2015) y Coautor del libro de investigación: Discusión estética un acercamiento a la dimensión precolombina.
En este momento es estudiante de la maestría de creación literaria de la universidad Central, adelanta su producción plástica y toca puertas para su próxima publicación. Forma parte del grupo de poetas elegidos mediante convocatoria, para participar en el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín.
Esta es una muestra de sus poemas:
Otras formas surcan el agua
¡Los ríos han crecido!
Matilde Espinosa.
Un buitre
rasga con su pico
la lona verde
en donde me encuentro
mis ojos
ya en sus garras
ven como se deshacen todos los cuerpos
en el agua oscura
del río Cauca
Alguien en la orilla
descifra la parábola del pentagrama
y espanta a los niños
que nos husmean
como moscas
Realismo mágico
Bajo los secretos impronunciables del viento
el paisaje se manifiesta
como una ficción desmesurada
: los montes arremolinan su gravedad
contra la estría borrosa del horizonte
la tierra se abre
en enormes socavones
y exhuma —además de los cadáveres-—
sus minerales
los ríos se quiebran se desvían se agitan o se hacen niebla
y la sangre fluye hacia otros mares
en lugar de ocaso
sed, oxido y rejas
en lugar de truenos
un burro cargado con dinamita
que detonan y revienta
Antes de comenzar las breñas
los animales carnívoros esperan
a que enciendan las motosierras
son árboles
los cirios en duermevela
son cabezas
las flores que se despeñan
La destemplanza los ha envuelto en su abismo
Caminando sin su tierra
los hijos de ninguna madre
vienen lánguidos por la carretera
dibujando a su paso la palabra herida
con sus vidas a cuestas
amarradas entre los hombros
salen de sus hogares
amamantando el hambre
en el lomo de sus perros
la intemperie arrastra su pezuña
y degüella de un rasguño
a la última gallina
cada pan
cada moneda
cada paso
se convierte
en una próxima deriva
De arribo en la ciudad
extranjeros de su propia tierra
se asientan sobre la inercia del peligro
a remendar la lluvia
un vistazo que no estaba
se filtra por el plástico que los aísla
y abrevia en el murmullo de alguien que cruza:
“La ciudad está empobrecida”
La patria sumergida
Alguien grita sus nombres, pero es a nosotros a quienes llaman.
Lucia Estrada.
De un hueco inmenso manan adioses
que ahogan por completo el manto fecundo
tendido desde la península
hasta el último rincón
apenas se sobresalen
las cabelleras incógnitas
que quedaron agarradas
al anzuelo del olvido
Abandonados en su propia orfandad
los sobrevivientes se arrodillan
al filo del acantilado
buscan en las copas de los arboles
entre los rostros hollados por el sol
una forma exacta
un gesto familiar
Buenaventura
Las manchas en la pared descienden
hasta los brazos sin cuerpo
que olvidaron poner en la caneca
encima de la mesa
los machetes todavía calientes
enjambran en su filo
a unas hormigas
Los trapos rojos
empantanados de gritos
intentan cubrir las esquirlas del hueso de la rodilla
que dejó esparcidas el último machetazo
(La niña de enfrente
abre la sábana que cuelga de su ventana
y le pregunta a su abuelo
¿Por qué ha llegado la policía
a la casa embrujada?)