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Isilda Nunes

-1956-

Nació en Portugal. Es una artista y escritora portuguesa premiada en muchos países. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y publicados en varios países de todos los continentes. Es coautora de unas sesenta antologías nacionales e internacionales y autora en solitario de poesía y prosa. Ha participado en programas de radio y televisión, ferias del libro y festivales literarios en Portugal y en el extranjero. Fue coorganizadora de eventos literarios nacionales e internacionales. Recientemente obtuvo los siguientes reconocimientos: Premio Kairat Dusseinov Parman 2020; Premio César Vallejo 2020; Grito de Mujer Lisboa 2021; Premio Águila de Oro 2021; Escudo de Plata 2021; Premio Latinoamericano a la Difusión Educativa, Literaria y Cultural 2021; Premio Huang Yazhou 2021, y Premio Mihai Eminescu 2022.

 

Esta es una muestra de sus poemas:

Fin de la línea

La orilla desborda el silencio de la estación de la incertidumbre. 
Ya no hay rapto de Perséfone ni encanto de Psique.
No hay pájaros que dibujen el cielo
ni antorchas que iluminen la noche.
No hay pasión, ni susurro ni ardor. 

Tu mano, árida de nosotros, señala al destino, 
el deseo tricotado en sábanas de seda 
se diluye en el adiós suspenso de tus labios.
Los cuervos auguran escarcha
en la línea del tiempo.

No veo más las salinas de tus ojos
ni el mar en tu regazo.

La sonata en Adagio Sostenutto, 
agoniza en pas de deux.
En ausencia pulida, 
la mirada vacua
dicta el veredicto.
El cisne sucumbe en escena.

No sé qué decirte

No sé qué decirte,
cuando mi mirada posa en tu regazo
y atraviesa sin pudor 
las fronteras otoñales,
como el último rayo del estío. 
Oso girar silenciosamente la llave 
y franquear las mañanas translúcidas 
de mi cuerpo febril,
para mitigar mi sed, 
en la vendimia que sueño.
Y en esta sana locura 
toco las estrellas para ofrendártelas,
una a una, 
lentamente, 
en suaves caricias, 
en el umbral del alba.

De ti nada queda

De ti no queda más que el silencio
posado en la antesala del adiós.
Inerte, glacial, incisivo
cuelga en el crepúsculo
del final de tarde.

Cáliz anémico derramado
en el mantel amarillento 
de un repastel en desudo.

Lo inminente casi, profetizado 
en la amnesia evocativa de nosotros,
resuena insistente, 
inquietante,
purgando espectros
en las huellas saladas del fatum.

¿Qué ha sido de nosotros?
¿Dónde nos hemos olvidado?
De mí, 
en la alienación,
me sé perdida.
De ti,
nada veo
que silencio.
Helado, cortante, implosivo,
posado en la antesala del adiós. 

El último tren

De nosotros sólo queda el dolor
que me sofoca fríamente el alma.
¿Dónde está el aroma del jazmín?
¿Dónde vive la primavera anunciada?
Hoy, el cadáver de mí
sobrevive en el caos de las emociones.
Polvo translúcido
arremolina en las grietas cavadas
en el rostro lacerado,
en mi cuerpo torturado.
A manos del pseudo-amor,
el sagrado femenino ultrajado.
La carne flagelada. 
El alma inerte, en el atajo inducido.
En la curva del camino, 
el último tren
clama al desapego.
¿Y tú?
Fríamente aplastas el cigarrillo.

¡Las rosas se marchitaron en la aridez de tu mirada!

¡Las rosas se marchitaron en la aridez de tu mirada!
¡Ya no las sueño, amor! ¡Ya no las lloro!
Nuestros cuerpos que antaño fueron uno,
hoy naufragan en la soledad de las palabras no dichas.
Me envuelve un sentimiento de añoranza y letargo,
Mirando fijamente el viejo reloj parado, 
en un tiempo que ya fue nuestro...
Un tiempo en que nos amábamos como mar y cielo.
Y me petrifico en ese horizonte
donde mi cuerpo echo barco hizo ancladero.

¡La realidad me enloquece!
Me enloquece el eco de tus pasos en las paredes desnudas,
ese adiós implícito en el nerviosismo de tus manos
y en la flacidez de tu querer.
¡Me perturba la lenta llegada del invierno!

¡Las rosas que me diste ya se marchitaron!
¡Los besos mojados de antaño hoy pecan de aridez!
¡Se han agotado las caricias!
Y los surcos de mi rostro exudan gastados recuerdos,
retazos sueltos de una historia que nuestra ya no es.
La boca se me ha secado en el rechazo de la despedida,
en esta muerte aplazada, suspendida en la soledad de las palabras no dichas.
Ya no sueño amor. Ya no lloro.
¡Las rosas se marchitaron en la aridez de tu mirada!