Sara Florian
Sara Florian nació en Italia, cerca de Venecia, pero ha estudiado y realizado investigación académica en y sobre temas del Caribe y ha vivido muchos años en el Sudeste Asiático. Sus principales preocupaciones como escritora son la crisis ambiental, la paz mundial, la desigualdad de género. Para Sara, cantar sobre nuestro planeta no es un canto de cisne, sino más bien una alegre balada pirata, ya que a menudo escribe sobre el agua, ya sea en forma de mar, tromba marina, río, lluvia, vorágine o cascada.
Sus raíces venecianas fueron exploradas en su novela bilingüe inaugural Luce, La Città Morente che mi Ha Fatto Rinascere / Light, The Dying City which Gave me Life Again (2011). Ella obtuvo un doctorado en Filología Moderna en Italia y completó un postdoctorado en Singapur. Su libro titulado Caribbean Counterpoint: The Aesthetics of Salt in Lasana Sekou fue lanzado en la Feria del Libro de San Martín de 2019, donde fue invitada como autora.
Los poemas, cuentos, reseñas y ensayos de Sara se han publicado en The Caribbean Writer, World Literature Today, Caribbean Quarterly, The Sunday Gleaner, The Jamaica Observer, The Sunday Observer, Tripwire y otros. En mayo de 2021, una de sus obras híbridas (poema y acuarela) fue elegida come arte de portada por SinkingCity, la revista de la Universidad de Miami. En octubre de 2021 uno de sus poemas y uno de sus cuadros fueron presentados en “Venice Masked”, en la ocasión de la XVII Bienal de Venecia. Ella fue la libretista y directora creativa de algunas óperas de Singapur. Unos poemas de Sara fueron premiados en el Festival de Poesía de Singapur “Catharsis” en 2019, en 2020 y en 2021. Su primera colección de poesía, Crevices, fue publicada en 2023 entre el Caribe y Nueva York.
Esta es una muestra de sus poemas:
La balada del migrante muerto
Cuántas caras o banderas
que se ahogan en el mar ¿cuántas más?
Ni los barcos ni los muros verán el amanecer
en las costas guerreras...
Tumbarse con la cara en la arena
no detiene el color del tiempo:
¿política que puede causar ira
en vivir en un instante...
donde la trama es quizás un libro extraño
para los niños nacidos de escombros
en un futuro vano
en el mar de historias?
Así que si seguimos ignorando
el pasado, palabras como olas
ruedan como hondas,
en las costas guerreras...
Cuántas caras o banderas
que se ahogan en el mar ¿cuántas más?
Ni los barcos ni los muros verán el amanecer
en las costas guerreras...
Los poetas se quedan a cantar
una balada folklórica muerta y envuelta
hecha de plástico marino:
el sueño de Lampedusa.
Pero luego necesitamos en nuestro café,
azúcar y aceite y ron y sal:
cruceros coloniales y virreinales
alrededor del arco astral.
Cuántas canciones populares hay para cantar
viajar al sur por costas profundas
vidas huérfanas que esconde el mar
en las costas guerreras...
Cuántas caras o banderas
que se ahogan en el mar ¿cuántas más?
Ni los barcos ni los muros verán el amanecer
en las costas guerreras...
San Vidal
(Oda para Derek Walcott)
Sabía con gran respeto que estarías
en el trabajo creando líneas brillantes
en islotes del caribe, en versos que ni el mar
ni el sol harían desvanecer
esta sagaz dedicación, amarillentas, páginas con las esquinas dobladas,
una foto descolorida. Un recuerdo sin vida,
un reflejo: el atardecer a Santa Lucía,
rojo como misales gastados en himnos venecianos
y deambular por las calles sola, sin miedo,
en ecos de agua, “eau d’océan.”
Y tú, tus ojos celestes como olas, azules
y profundos, se preguntaban cómo podría
confrontarme con tu patois, claro como el rocío,
un lenguaje que brilla con tu pluma.
Los colores descoloridos, los tapices en las paredes,
me recuerdan los matices vivos que tu pincel
capturaba, luces bajo un sol abrasador.
Los ojos de los pintores no saben lo que le pasa
a la humanidad, tal vez en lagunas
lozanas: un archipiélago o ninguno.
Se oyeron pasos sobre los adoquines por canales;
los tacones de las botas que han visto el Caribe
y caminaban hacia este pasillo desconsagrado,
este espacio de adoración: versos rápidos como remos,
o rimas limpias como ropa lavada y colgada
en calles angostas de Venecia, aliento fragante
que llena los versos de poesía navegada,
de estilo sazonado con un lenguaje ingenioso.
Pero luego nos encontramos en Saint Elizabeth
y me preguntaste: “¿Nos hemos visto antes?” “¡Oh, oui!”
Firmaste mi nueva copia de Omeros,
ahora amarillenta como aquella fotografía. El pensamiento
de arena, de cielos de Trinidad, Barbados,
o Cuba brotaba por los ojos, por aprendizaje codiciado
en cada roca, en edificios, en libros,
comida o música. Todavía, las grietas
del alma hacen eco como calipso
ya escrito, del ritmo que se escucha en los arroyos,
canoas o cuevas. Tus versos son álgebra
de viento, de sol o de gente siempre fulgente.
Hội An
Huele el agua del río:
de cobre, de latón, van los pescadores
encima de un cardumen, cuyas huevas
son siglos de vida de gente
de todos los lados del conflicto
en un sol azulado, zafiro, rojizo
que cubre los barcos de esta
madre abandonando a su hijo
después de darle a luz en un barco,
después de ser usada durante años
en esa obscena puerta trasera
en un lupanar, jugando a los dados,
ojos abandonados en una superficie
un vaso de cerveza comiendo larvas
y un niño llorando,
lloras, porque nunca veras
además mamá, creciendo en un
pueblo mientras esperas ser
elegido para vivir en libertad,
en países, embarcandote
en un nuevo viaje, una nueva vida,
y el niño crecerá
libre del pasado, formado
en un nuevo molde, una nueva educación
no comiendo ratas ni ciervos ni ranas
pero hamburguesas y coca cola,
despertarás en otro lugar,
lejos del puente japonés
con faroles moteados y salpicados
de sombras de un pasado pesado,
ya que el estrés postraumático del abuelo le impedirá
reconocerte en casa,
de noche: solo verá manchas
de soldados reacios y necesitando
libertad, bombas lanzadas sobre
dinastías antiguas y sin saber
nada tú no volverás a ver
ese río nunca más.
#iorestoacasa
Duele el corazón
este amanecer enfermo
de gente que se va,
de vidas ahora perdidas
en enfermedad incorpórea
que se fusiona y separa.
Aprendamos a amar
para disfrutar cada momento
permanecer distante,
distante en el viento,
porque siempre pienso en ustedes
desde el corazón de Asia.
No hay religión
ni color que mantenga lejos
ni edad; el mundo
es una nación
y la solución es una:
somos valientes
tenemos conciencia
si la fe está cosida a la ciencia
nosotros, como agua en el mar,
somos pasajeros