Chris Abani
Nació en Afikpo, Nigeria, el 27 de diciembre de 1966. Es poeta, novelista, ensayista, guionista, dramaturgo, músico de jazz y profesor universitario. Nació en medio de la guerra y comenzó a escribir tempranamente. Describiéndose como "fanático del optimismo", viaja entre intersecciones cargadas de atrocidad y amor, política y religión, pérdida y renovación. Sus poemas, de belleza devastadora, indagan la compleja historia personal, familiar, y el amor romántico. Exploran los lugares y el humor, el exilio y la libertad con poemas de la experiencia y la imaginación.
Obra poética: República Kalakuta, 2000; La parcela de Dafne, 2003; Mujer perro, 2004; Manos lavando el agua, 2006; Sanctificum, 2010; No hay nombres para el rojo, 2010; Aliméntame el sol: poemas largos recopilados, 2010; Fumando la biblia, 2022.
Obra novelística: Maestros de pizarrón, 1985; GraceLand, 2005; Convertirse en Abigail, 2006; Canción para la noche, 2007; La virgen de las llamas, 2007; La secreta historia de Las Vegas, 2014.
Es profesor del Consejo de Administración de la Northwestern University. Ha sido galardonado con el Premio PEN Hemingway, el Premio PEN Beyond the Margins, el Premio PEN Freedom to Write, la Beca Literaria Lannan, el Premio de Poesía Rilke-UNT y el Premio Guggenheim. Es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias.
Su obra ha sido traducida al francés, italiano, español, alemán, sueco, rumano, hebreo, macedonio, ucraniano, portugués, holandés, bosnio y serbio. Premio Pen Club de Estados Unidos a la Libertad de Escribir, 2001; Premio Prince Claus, 2001; Premio Internacional de Poesía Imbongi Yesizwe, 2002; Premio PEN/Hemingway, 2005; Premio Guggenheim, 2009, y Premio Edgar al Mejor libro de bolsillo, entre otros reconocimientos.
-Poemas 22º FIPMed
-La violencia no debe llevarnos a olvidar que existe la esperanza: Chris Abani La Jornada
-Oda al júbilo Videopoema Canal YT Revista Prometeo
Esta es una muestra de sus poemas:
La mujer perro *
Es como volar en los sueños, dijo ella. Basta que te vacíes a ti mismo y echarás a volar. Planearás. Así es.
*
Rojo. Rojo. Sólo esa palabra. A veces.
*
Yang y Yin. Como gemelos tambaleándose a través del verano. Él, el sol que canta como un gallo, desesperado —temeroso—,
Como sólo los hombres pueden serlo.
¿Y Yin? Digamos que tiene cabello largo… no, eso no funcionará. Si hemos de creerle a los antiguos chinos, ella era un perro aullándole a la luna.
*
Cuando conté las píldoras, fue una desaceleración. Como el tiempo que pasa cuando el carro desciende y tu estómago se siente caer — y no se detiene.
*
Por supuesto fue porque ella no se amoldaba a mí. Así que la castigué. ¿Y por qué? ¿Y por qué? ¿Y por qué?
Lo hiciste, le dije. Lo hiciste. No se llenaría mi mundo.
*
Y eventualmente todos matamos a nuestras madres. Sus ojos tienen una ternura que no se inmuta por ello.
Sabiendo. Eventualmente.
¿Qué más hay?
Rojo.
*
Las pinturas de Paula son reales. Las mujeres carnosas, viscerales, groseras, como tercos acantilados que el mar no puede contener —o ahogar.
*
O perros. Y fue uno de estos el que llevó a Homero a la desesperación —Y su grito: ¡oh, ver! ¡ver! ¡ver!
*
Así que Paula dice: Ser una mujer perro es bestial, es bueno. Comiendo, gruñendo.
Totalmente creíble.
Asqueroso.
*
Como cuando Cesaria Evora te rompe el corazón con una sonrisa toda melancólica y marina y salada.
Assim ‘m ta pidi mar Pa ‘l leva ‘me pa ‘me ca voeta
Y no importa que no sepas lo que significan las palabras. Algunas cosas están más allá de eso.
*
Entonces. Tania compró el disco porque la cara de Cesaria era bella por todo el amor perdido del mundo
Y más oscura que el azul del sol poniéndose en el Atlántico.
Está bajo el ángulo de la luz lavándose el pelo con el sol en un charco que se represa en la garganta.
El entablado cruje bajo el peso de todo el aire y el sol y el silencio. Agua burbujeando en la diminuta fuente en la esquina sosteniendo el cantar de las campanas de viento y las moscas
Y todo está aquí. Fuego. Agua. Piedra. Madera.
Todo contenido en Yeats y en el cucú que no era un pájaro de verdad pero chillaba
*
con toda la agonía del deseo de huir impedido por sus alas de madera y los resortes y las muescas
Creo.
O buscando a Rilke. Cuán como la ira es la pantera
del alma de una muñeca atrapada en el cuerpo: pero decir: bajo la ventana abierta, un violín
La realización sin embargo es otro asunto —solo pregúntale a Baudelaire y así yo pensaba que podía lograrlo.
Nigromante, nigromante, nigromante hazme una compañera
Pero por favor no tomes sino una de mis costillas. ¿Por qué las mujeres no cabe en ese mismo espacio?
*
¿Es por eso que en la fotografía David toca una lira inflable? ¿No lo vuelve su sonrisa todo artificio?
pero la vida es esto y no puede
ser contenida. El Igbo dice: nadie puede correr más que su sombra. Y esto es bueno. Esto es la esperanza. Porque, tal vez, no podemos correr más que el amor.
*
Manejar por una carretera, dijo ella. Hasta que se detiene al borde del mar. Un vasto, inmenso océano, dijo. Si tienes suerte, dijo. Te llena.
**Esta pintura se basa en una serie de pinturas de Paula Rego llamada la “mujer perro”.
La nueva religión
El cuerpo es una nación que no he conocido.
La pura alegría del aire: el momento en medio del saltar
de un acantilado hacia la pared de azul que hay abajo. Algo así como eso.
O sentir el frote de los pulmones cansados contra los huesos cubiertos por la piel,
como la mano contra una áspera corteza. Algo así como eso.
“El cuerpo es un salvaje”, dije. Durante años dije que el cuerpo es un salvaje.
Como si esta seguridad de la mente fuera una virtud y no una cobardía.
Durante años descuidé este oscuro problema
y me decía, “Yo soy mejor, Señor, yo soy mejor”,
pero a veces, en un soleado momento de descuido,
recuerdo el olor a boñiga de la piel cuando era niño
gruesa de mugre y sudor, y la hierba aullante.
Pero esta distancia que guardo no es divina,
pues ¿qué fue Cristo si no el deseo de Dios de oler su propia axila?
Y cuando lo vea, sé que se va a sonreír
con un dedo pegado a su nariz, y que va a decir:
“La próxima vez te envío a la tierra como perro
para que sepas lo que es el hambre”.
Di algo sobre un juego de niños
El soldado le pregunta al niño: elige cuál brazo te quiebro,
¿el izquierdo o el derecho?
El niño de diez o tal vez de nueve le dice: ninguno
porque cuando juegue como un pájaro con un ala rota
voy a borronear las líneas de la rayuela
y dejaré entrar a la oscuridad.
El soldado pregunta de nuevo, elige cuál te quiebro
¿la pierna derecha o la izquierda?
El niño le dice: ninguna, o cuando baile la danza de los espíritus
voy a tropezarme y patear arena en la faz de la luz.
Este niño, llama negra de la esperanza ardiendo contra la noche
dice: toma mi ojo derecho pues ha visto demasiado,
pero déjame el izquierdo, voy a necesitarlo para ver a Dios.
Historias
1
A los niños les enseñan a matar pronto.
De cinco años
maté un pollito en mi primer ritual.
A los ocho
ya me quedaba fácil matar pollos.
A los diez
maté una cabra. Me hicieron mirarla fijo
a los ojos antes
de cortarle el cuello. Amén.
Pensé que era para enseñarme la agonía
de la matanza. Tal vez fue para
para que me habituara a la sangre.
A no darle importancia a la resistencia irregular de la carne,
Para familiarizarme con el olor del óxido y el metal y la mierda.
Nunca he matado a un hombre,
pero sé cómo, sé que puedo,
y sé que en el momento preciso lo haría.
Temo que pueda no arrepentirme.
Temo que lo vaya a disfrutar.
3
¿Qué puede usted decir sobre criarse en Nigeria?
¿Le importa a alguien que recogieras anacardos rojos
y amarillos de los árboles y te los comieras bajo el sol
y que el pegajoso jugo se escurriera por tus brazos?
Y después recogieras y tostaras las semillas para sacar la nuez.
Y en prisión, los hombres escribían nombres sobre sus cuerpos con la savia.
Nombres para ocultar su verdadero yo,
nombres para proteger lo que podría quedar
cuando regresaban al mundo desde el infierno.
Es una vieja treta, para burlarse de la muerte
escribiendo un nuevo nombre en el cuerpo.
Temía que mi alma se iba a oscurecer,
y en cobarde escritura casi invisible
al ojo, garabateada con la punta de una aguja: “Saddam”.
Se ha desvanecido hasta ser una mancha en el vientre,
donde un red de pelos y de arrugas
hacen de cuenta que nunca pasó.
En prisión aprendí la alquimia.
Las palabras sólo significan lo que uno quiera.
Dices “luz del sol” y quieres decir “esperanza”.
Dices “comida” y quieres decir “refugio”.
Dices “arena” y quieres decir “juego”.
Dices “piedra” y quieres decir nunca olvidaré.
Pero lo haces, lo haces,
gracias a Dios, gracias a Dios.
Traducción de Nicolás Suescún