Dimitris Lyacos
Nació en Atenas, Grecia, el 19 de octubre de 1966. Es poeta y dramaturgo. Estudió Derecho en su país natal y Filosofía en University College London, con los filósofos analíticos Ted Honderich y Tim Crane, especializándose en Epistemología y Metafísica, Filosofía de la Grecia clásica y Wittgenstein.
Su célebre trilogía Poena Damni, es una de las obras traducidas más vendidas y mejor valoradas de la literatura europea contemporánea. Hasta 2024, la trilogía ha recibido casi 100 críticas internacionales, y Lyacos es uno de los candidatos más recientes al Premio Nobel de Literatura. Reconocida por combinar, en una forma que desafía el género, temas de la tradición literaria con elementos del ritual, la religión, la filosofía y la antropología, Poena Damni reexamina las grandes narrativas en el contexto de algunos de los motivos perdurables del canon occidental, en particular la violencia, la enfermedad mental, el chivo expiatorio y el regreso de los muertos. Desarrollada como una obra en elaboración a lo largo de tres décadas, la trilogía ha sido traducida a más de 20 idiomas y ha dado lugar a proyectos musicales, visuales y teatrales.
Poena Damni es una obra claramente postmoderna, pero asociada al género de la poesía trágica y del drama épico: Homero, Esquilo y Dante impregnan su extensión, así como elementos románticos, simbolistas y expresionistas. Dicha obra, fraguada a lo largo de treinta años, atraviesa las fronteras de la poesía, la prosa y dramaturgia.
El primer libro de la trilogía, Z213: Salida, narra la fuga de un hombre de una ciudad vigilada y su posterior viaje por tierras de sueño y pesadilla; en el segundo libro, Con los hombres desde el Puente, el protagonista de Z213: Salida, se convierte en el narrador central, espectador de una actuación improvisada bajo los arcos de una abandonada estación de trenes, y, el tercer libro, La Primera Muerte, inicia con un hombre abandonado en una isla rocosa y narra en detalle sus esfuerzos para sobrevivir, la desintegración de su cuerpo y su memoria.
Esta es una muestra de sus poemas:
I
Mar de acero. Luna silente como un dolor en lo hondo de la mente. Un cuerpo arrastrado aquí y allá sobre la roca como algas o un tentáculo sin vida, fruto de un vientre náufrago por los vientos, ciénaga ensangrentada y llena de carne. El brazo izquierdo amputado de raíz, el derecho hasta el final del antebrazo, bastón podrido delirando en los pulmones del agua. De la boca arrasada solo quedaba una herida que se cerraba lenta. De los ojos surge una luz turbia. Los ojos sin párpados. Piernas hasta los tobillos — sin pies. Espasmos.
II
Juicio del mar, cadenas de suspiros rotos
bajo los fisurados párpados del cuenco seco κρατήρα
una presa invisible –
expolio de tumbas de pasiones, letanías para los sentidos
a punto de colapsar, melodías inarticuladas, lava
de decapitados ríos
filos de olas cortan hondo en el velo;
evolución de clepsidra, epidemia
visiones no mezcladas de héroes que se inclinan
en las venas ebrias de la luz
la tempestad que inverna en las ciénagas –
el retorno mudando sus hojas
de un cuerpo desmembrado en primavera.
III
Mandíbulas muertas muerden torrentes invernales
dientes rotos por el temblor de la víctima
que desenterró sus raíces antes de prosternarse
ante el gancho;
se reúnen bocas a chupar a través de la tierra
cabezas vacías que escarban por una gota de carne
comenzaron. Suelten la red,
el cielo descendió.
Ejércitos de los muertos susurrando sin cesar
en un cementerio interminable, aun dentro
de ti ya no puedes hablar, te ahogas
y el dolor familiar toca
orificios en el cuerpo inaccesible
ahora ya no puedes caminar –
te arrastras, allí donde la oscuridad es más profunda
más delicada, carcasa
de un animal destripado
abrazas un puñado de huesos postrados
y te hundes en el sueño.
IV
Sigue moviéndote entre los restos de los festines
como la piel de oveja se agita sobre improvisados cadalsos
sigue caminando entre los fragmentos de la noche
con la amarga traición de la Pesadilla en la boca
los ojos ardiendo como el lecho de enfermo
conocimiento de que todos se ahogaron dentro de ti
y tal como se extiende el cordón umbilical
– y sientes la mano celestial que ahora
te hala con todo su poder–
sigue preguntándote sin aliento
cuándo alcanzarás el final
un cuerpo despojado, un abrazo lisiado
cuándo te descolgará el verdugo
un alma que cojea
un anciano despojado por la búsqueda
desarraigado por el llanto
cuándo entregarás el fantasma en
el vómito de tu desgracia
(y se te asciende hacia las flores
del árbol en el que te ahorcaron)
V
Sereno sol poniente. Desesperación.
Los demonios se apaciguaron. La luna grita. Los senderos, memoriales de la flagelación. Perros masacrados nadan en fosos marchitos. Se hacen hielo, huesos y escamas excitadas. Consecuencia de un rostro sin boca. Sed de resurrección. Me bautizan en las trincheras del luto; besos secos, esponja amarga, la hoja podrida que vuelve al suelo. Vuélvete hacia adentro. Me hincho de lujuria, impío me marchito, en las grietas de tu cuerpo derramo mi sangre. Inmaculado se vierte el rocío en el alba de tu abrazo.
Sereno sol levante. Desesperación.